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Vox lleva al límite su estrategia de provocación para reventar el debate parlamentario

El líder de Vox, Santiago Abascal, comparece tras la expulsión de la diputada de Vox Patricia Rueda por negarse a retirar el término 'filoetarra'.

José Enrique Monrosi

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No es habitual ver a primera hora de la mañana a Santiago Abascal sentado en su escaño a menos que le corresponda preguntar al presidente en la sesión de control o que la actividad parlamentaria imponga algún orden del día extraordinario. En el caso de este jueves, sin embargo, el líder de Vox no quiso perderse las intervenciones de sus diputados en los debates de un perfil tan técnico como el que propiciaron las enmiendas del Senado a los proyectos de ley del sector ferroviario o del “fomento del ecosistema de las empresas emergentes”. 

En el caso del primer punto, la diputada ultra Patricia de las Heras usó su turno de palabra en relación con el sistema de trenes español para exclamar: “Este Gobierno vuelve a ceder ante comunistas, separatistas, golpistas, malversadores y filoterroristas, además de pederastas y violadores”. Minutos después, su compañero de filas, Rodrigo Jiménez, enumeró como “enemigos de España” a “comunistas, separatistas, secesionistas y filoetarras” en el debate sobre empresas emergentes.

Ambas intervenciones retumbaron en la Cámara Baja como una calculada estrategia de provocación por parte de los de Abascal después que la presidencia del Congreso, esta misma semana, llamara explícitamente la atención de los diputados y pidiera excluir el empleo de términos como “fascista” o “filoterrorista”. “Subir a esta tribuna tendría que ser algo sagrado”, reprendió este jueves Meritxell Batet, que denunció que “mientras siga habiendo diputados con la única voluntad de ofender a otros diputados y otros grupos parlamentarios y a los ciudadanos” que representan, no se va a poder llegar “al nivel de parlamentarismo que merece la democracia española”. “Les pido que no suban a esta tribuna a herir y ofender, que suban a defender sus posiciones políticas sin ofender ni herir”, dijo, en tono solemne. 

La sesión venía precedida de dos semanas de máxima tensión en el hemiciclo. Todo empezó con la catarata de insultos machistas por parte de la ultraderecha a Irene Montero y tuvo un punto álgido este mismo martes con la expulsión de la tribuna de Patricia Rueda. El vicepresidente de la Cámara, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, le retiró la palabra a la diputada ultra tras negarse a retirar la expresión “filoetarras”. 

Los de Abascal usaron el episodio como una ocasión perfecta para llevar su estrategia de provocación más allá del hemiciclo. El grupo parlamentario casi al completo compareció en el Escritorio de la Cámara en torno a la diputada expulsada, que repitió su intervención repleta de insultos ante el micrófono de la señal institucional de televisión del Congreso. Junto a ella, Abascal dijo: “El Gobierno está inmerso en un proceso de asalto a todas las instituciones y no hay ninguna que se les resista a Pedro Sánchez y al PSOE. Hoy el PSOE se ha atrevido a hacer lo que jamás nadie hizo en democracia: prohibir a la oposición expresarse libremente en el Congreso”. 

La presidencia intenta sofocar la escalada de insultos

Esa escalada verbal de las últimas semanas se ha traducido en un ambiente parlamentario de máxima tensión y ha provocado un claro cambio de actitud en la presidencia del Congreso. Meritxell Batet y Gómez de Celis han pronunciado distintas reprimendas en los últimos días de Pleno y han insistido en que no se permitirán términos ofensivos, que además serán retirados del diario de sesiones. 

Pero la preocupación en la propia presidencia y en la mayoría de grupos parlamentarios ha ido en aumento ante la convicción de que el intento de Vox por reventar el debate parlamentario es una estrategia política calculada y encaminada a recuperar el foco mediático perdido. En el equipo de Batet admiten que se trata de un asunto complejo de gestionar porque se aspira a encontrar el difícil equilibrio entre atajar cualquier falta de respeto y no caer en el juego de la ultraderecha. 

“Es complicado porque ellos buscan la provocación”, razonan fuentes parlamentarias, que rememoran el día en que el ultra José María Sánchez insultó a la diputada socialista Laura Berja al grito de “bruja” y “borracha”. Ese día Gómez de Celis expulsó de la cámara al miembro de Vox. Pero Sánchez se negó a marcharse. Durante algunos minutos la presidencia del Congreso tuvo que parar el Pleno para bajar a negociar personalmente con el grupo parlamentario de Vox y conseguir encauzar la situación. Pero el diputado nunca se marchó. 

“Ese día se lo cargaron todo”, denuncia un diputado de Unidas Podemos muy crítico con la labor realizada por Batet. “Vox ya sabe que, si no quiere, no se va. Y por eso hacen lo que están haciendo: lo que les da la gana”, critica. Desde la presidencia responden que la alternativa a negociar es cruzar una línea roja difícilmente asumible. “¿Metemos a la Policía en el hemiciclo? ¿Les vamos a regalar esa foto? Eso no puede suceder”, reflexionan fuentes parlamentarias. 

En el equipo de Meritxell Batet confían en que la situación pueda reconducirse hacia unos términos que permitan mantener un mínimo de decoro en el debate parlamentario apelando a la “madurez y sensatez de sus señorías”. “Aquí no hay grupos parlamentarios golpistas ni terroristas”, dijo la presidenta del Congreso en uno de sus apercibimientos durante el Pleno de este jueves. Minutos antes y yendo incluso un paso más allá que Vox, intervino la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas. “Desde luego que la diputada de Vox no dijo la verdad: no son filoterroristas, son directamente terroristas”, apuntó, en referencia a los diputados de EH Bildu. Arrimadas no fue expulsada de la tribuna de oradores, aunque Batet ordenó retirar sus palabras, una vez más, del diario de sesiones.

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