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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

En busca del cajero perfecto

Retrón mira cómo un bípedo le saca dinero

Raúl Gay

Mis padres conocen el número secreto de mi tarjeta. También mi hermano lo conoce. Y varios amigos, y algún compañero de trabajo. Espero que varias cajeras de FNAC y dependientes de tiendas de ropa lo hayan olvidado. No es que sea descuidado; me veo obligado a revelar estas 4 cifras para poder comprar con cierta normalidad.

Durante años, mis padres me han sacado dinero del banco, unos 200 euros cada vez; lo guardaba en casa e iba gastando hasta que tenía que sacar de nuevo. Ahora que vivo solo quiero poder gestionar el dinero con autonomía; pero no es fácil. El principal escollo es que no puedo utilizar ningún cajero automático. Los hay con escalón, los hay con puerta y los hay empotrados a una pared a demasiada altura. También se ven unos pocos a pie de calle y a una altura adecuada. Pero no me sirven.

Fíjense la próxima vez que saquen dinero. Hay que introducir la tarjeta en la ranura; yo, llego justo. Después, marcar el número secreto en los botones físicos de la parte inferior; de acuerdo, es factible. Pero en el siguiente paso la cosa se complica: hay que elegir qué operación realizar y cuánto dinero quieres sacar en la pantalla táctil. A ésa no llego. Fin de la historia. Me quedo sin sacar pasta.

Hace unos días me di una vuelta por el centro de Zaragoza. Pasé por delante de variassucursales a las que jamás podré entrar sin ayuda e intenté sacar dinero en 2 cajeros (de Santander y de Ibercaja). La pantalla táctil no respondía a la presión de un bolígrafo o de la cartera. Lógico.

La única alternativa es ir a las centrales. Edificios grandes en lugares destacados donde la gente va a realizar gestiones, no a sacar 30 euros. Tanto la de Ibercaja como la del banco Santander están adaptadas. En la primera hay un pulsador en un lateral y a una altura adecuada; la puerta se abre sola y luego hay una rampa. Perfecto. En el Santander hay una rampa y una puerta automática. Mejor todavía.

Entré en el Santander y un hombre de seguridad se me acercó y preguntó qué necesitaba. Le expliqué la situación y me dijo que fuera a un mostrador en concreto. Después de guardar unos 10 minutos de fila, me tocó el turno. Saqué mi DNI y mi tarjeta y cuando iba a lanzarlos a la bandeja vino el segurata para echarme un cable. Entregó las tarjetas, me dio el dinero, lo metió en mi cartera y me ayudó a firmar (en algunos sitios firman por mí; algo bastante ilegal pero muy cómodo).

Está muy bien que te ayuden los trabajadores del banco, pero sería mucho mejor que pudiera sacar dinero por mí mismo. Ahora me veo obligado a sacar dinero en esa sucursal y a ciertas horas. Si un sábado por la noche necesito sacar 20 euros para pagar un cubata, tengo que pedir ayuda. Puede parecer un detalle nimio pero, como dicen los hijos de la Gran Bretaña, el diablo está en los detalles.

Admito que no todos los retrones somos iguales y que lo que vale para uno puede no valer para otro. Pero sí hay unos mínimos que pueden servir a muchos. Para empezar, todos los cajeros deberían estar a pie de calle, sin puertas ni escalones. La altura debería ser de unos 90 centímetros, apta para todas las sillas de ruedas. Y todas las operaciones deberían poder realizarse con los botones físicos, (¿qué sentido tiene para un ciego poner botones con signos en braille si luego tiene que utilizar una pantalla táctil?).

Creo que con estos sencillos requisitos (y algún otro) buena parte de los retrones podríamos disponer de nuestro dinero con libertad y autonomía. Estoy por escribir a Botín y comprometerme a no abandonar su banco a cambio de un cajero así cerca de mi casa. Pero mejor sería que el Gobierno obligase a la banca a ser realmente accesible.

Mientras ese día llega, voy a hacer como los abuelitos, que cada principio de mes van al banco a sacar la mayor parte de su escuálida pensión y la guardan en un cajoncito de la cómoda.

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