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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Máscaras: Lo que no se ve no existe

Cartel promocional de la película Máscaras

Pablo Echenique-Robba

Poco antes de publicar su “Otras Voces” sobre el Trastorno de Déficit de Atención en este mismo blog, el psicólogo (y ya amigo) Manuel Calvillo, me recomendaba un proyecto denominado Máscaras, que han conseguido sacar adelante con muy pocas ayudas pero mucho trabajo e ilusión (entre otros) Iago González e Isabel Iglesias. Como todo lo que me recomienda Manuel, me faltó tiempo para investigarlo y me encantó.

Esta gente valiente y realista, sincera y generosa, tan diferente de los mentirosos indolentes que nos gobiernan, se lanzó a una piscina de aguas que a muchos parecerán complejas, pero que, como tantas otras aguas, después de que las pruebas, ves que está riquísimo el baño y agitas la mano para que se atrevan los que aún están en la orilla.

En el plano fáctico, en la primera capa de la cebolla, lo que hicieron fue, por un lado, grabar un cortometraje ambientado en un centro de trabajo especial para personas con discapacidad intelectual, con unas cuantas de esas personas en los papeles principales. En segundo lugar, grabaron, a la vez, una película que es el making of del corto.

Pero esto es sólo el proyecto en su superficie. Como dice Manuel Calvillo hablando concretamente de la película:

Lejos del fogonazo inmediato, fácil y efectista, al que se presta trabajar desde estos temas y con personas “del otro mundo”, la película te deja disfrutar de los personajes, de las imágenes y de la historia a salvo de la lágrima cómoda, tan sincera como pasajera e inútil. En el descuido del sentirte a salvo, es donde se cuela la vida normal de esos personajes normales. Se cuelan sin darte cuenta, para luego, ya desde dentro, asaltarte al día siguiente, al paso de un mes o dios sabe cuándo. Es ahí donde está el poder de innovación y uno de los secretos de los muchos que guarda Máscaras.

En efecto, también en mi opinión lo mejor de la película es cómo consigue que nos familiaricemos con los actores, que aprendamos a conocerlos, a entenderlos, a quererlos, a saber de que pie cojea cada uno.

Porque, no nos engañemos, la discapacidad intelectual “echa p'atrás”. El retrón que no camina, o no ve, nos mosquea un poco al principio pero, si habla “normal”, se expresa claramente y nos ayuda un poco con sus indicaciones, al final le pillamos el truco y, a cambio, podemos presumir de amigo retrón. La cosa es distinta cuando ese humano que tenemos delante no sabemos cómo piensa, no entendemos lo que dice, nos mira raro o reacciona de un modo inesperado todo el tiempo. Sentirse cómodo con la discapacidad intelectual lleva más tiempo... y no lo digo sólo por vosotros, sino también por mí.

Lo curioso del caso es que, como dice Manuel, una vez que te expones a esa realidad sin prejuicios y con naturalidad, es hasta incluso un poco decepcionante comprobar hasta qué punto esas personas que imaginabas como marcianos insondables son, de hecho, normales. Es eso lo que disipa el desconcierto, las reticencias o el miedo: su obvia, cotidiana, intensa —pero absoluta no, porque la de nadie lo es— normalidad.

Porque, como dice la gente de Máscaras, lo que no se ve no existe. Y claro, si no existe, tampoco se entiende.

Por eso, os recomiendo vivamente que veáis la película (sólo cuesta 2,95€ en filmin). Aprenderéis un montón de cosas y, cuando acabe, sabréis manejaros entre personas con discapacidad intelectual mucho mejor que la inmensa mayoría de la gente. En el fondo es tremendamente fácil hacerlo, pero sólo te das cuenta después del entrenamiento, después del curso acelerado. También, por supuesto, además de aprender, os reiréis mucho, os sorprenderá, os entretendrá y os dejará pensando.

Después de verla, podéis ver Calcetines, el corto que grabaron (yo, al menos, lo hice en ese orden y me resultó ameno e interesante). Si no os sorprende lo divertido que es, lo bien que se desenrolla la historia y la gran calidad de las actuaciones es porque, ahora, después de Máscaras, ya no sois tan inocentes como antes.

La sorpresa es más difícil cuando uno entiende las cosas.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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