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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Otras voces: La teoría del escote

Cristina Sáez Vallés

Cristina Sáez Vallés, paciente de Ataxia de Friedreich, nos cuenta su estrategia para evitar ciertas miradas y comentarios. Científicamente probadoAtaxia de Friedreich

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La gente nos mira. Y mira la silla de ruedas. Y nos mira con lástima. Y aún más...

Hace años, a mí, mejor dicho, a la persona que me acompañaba en ese momento, le decían: “¡Tan guapa, y en silla... qué pena!”. O sea, si eres fea, no importa que vayas en silla de ruedas.

Si iba con un chico, me decían: “¿Es tu hermano? ¿Verdad?” Y yo respondía: “Es un amigo”. Entonces, preguntaban: “¿Vais de paseo?” Contestaba que sí, aunque, en realidad, hubiera querido responder la siguiente grosería: “¡Sí, nos vamos al parque, a follar un ratito!”. Pero sólo decía, educadamente: “Sí”.

Cuando ya me habían visto varias veces con el mismo chico, empezaban a pensar que quizás fuera mi novio. “¿Tienes novio? ¡Qué bien!”. Entonces, continuamente me soltaban frases como ésta: “¡Qué buen chico!¡Admirable! ¡Qué suerte has tenido de encontrar a alguien así...!”. Yo pensaba: “¿Así... cómo? ¿Qué me quiera, qué se haya enamorado de mí, qué desee estar conmigo?”. El remate final venía cuando rompíamos, cuando dejábamos de ser novios: “Claro. ¡Es de comprender! Es una carga. No se lo reproches”.

Con el tiempo, me he ido acostumbrando a oír esta clase de cosas... y ya no me hacen tanto daño esas miradas ni esos comentarios. Sobre todo, desde que descubrí que hay “otras” miradas. Ahora quiero que me miren, y que me vean. Y me gusta mirar. No es nada malo. Lo malo es el motivo. Por eso, yo tengo una teoría: La teoría del escote.

Para evitar las miradas de lástima, hay que provocar. Que nos miren, sí, pero al escote, y luego, a la cara. Chicas, hacedme caso: Escotaros. Y poneos guapas. Labios rojos, perfume sensual, y mucho escote. Ellos y ellas, por distintas razones, os mirarán de otra manera.

(No hay que demostrar que somos inteligentes, ni cultas... No debemos acomplejar a los demás mostrándoles nuestras inmensas cualidades intelectuales...)

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