Vivir del arte sacro: la “magia” del bordador de oro que lo mismo cose para vírgenes que para diseñadores de moda

Paquili con uno de sus diseños en su taller.

Juan Miguel Baquero

Sevilla —

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Un oficio de hace seis siglos que está vivo, viste a vírgenes y conquista firmas de alta costura. Parecería una entelequia pero no es cosa irreal. “¿La relación de la Semana Santa con la moda? Muy fácil, hablamos de arte”, hilvana Francisco Carrera Iglesias (Sevilla, 1957), artesano del bordado conocido como Paquili. El secreto, confiesa, está en hacer vanguardia desde la tradición para lograr la excelencia. Y ahí sigue sacando piezas que dan la vuelta al mundo desde un taller cosido al centro de la ciudad hispalense.

“Se puede vivir del arte sacro”, asegura. Sumando, además, encargos terrenales. Como en su caso, capaz de bordar para hermandades religiosas, diseñadores internacionales o la bata de cola que Lola Flores lucía el fin de año de 1987. Unas “300 familias” sevillanas trabajan de forma directa en el gremio en todas sus vertientes: desde escultores a bolilleros, carpintería o imagineros, enumera Paquili, presidente de la Asociación Gremial de Arte Sacro de Sevilla.

Pero cuidado con la gallina de los huevos de oro, avisa. “Desde hace 20 o 30 años la Semana Santa ha vivido una eclosión tremenda” que unida al “boom turístico” genera un cóctel embriagador. “Hay que buscar el equilibrio” entre crear puestos de trabajo, proteger “al comercio tradicional como seña de identidad” y “que los vecinos no se tengan que ir de sus casas porque los propietarios las alquilen como pisos turísticos”.

“Sé que es muy complicado, pero hay que buscar fórmulas”, anima. De lo contrario, “acabaremos con una ciudad despersonalizada”. Una pena que “una capital del mundo” pase a ser “una más”, dice. “Cuando alguien me dice que va a venir a Sevilla lo que quiero es que encuentre a Sevilla, no Múnich ni Liverpool y los mismos comercios que en Madrid o Barcelona”, puntea.

Un cartel “nada indecoroso”

“La Semana Santa es moderna, sí”, sentencia Francisco Carrera con rotundidad. “No hay nada más vanguardista que hacer una pieza con las mismas técnicas de hace seis siglos”, explica. Pero claro, pasa que a veces saltan las costuras. “Yo no he visto nada indecoroso en el cartel, he visto arte”, corta Paquili. Y cose, a la frase siguiente: “Porque es arte y el arte es libre”.

“Otra cosa es que alguien piense que para él no representa la Semana Santa de Sevilla, eso es respetable y hasta ahí no hay ningún problema”, pero el caso “es que aquí han confluido otra serie de factores que no tienen nada que ver con la pintura”, continúa. “El mismo día que se presentó el cartel publiqué una foto con Salustiano y ponderé la técnica pictórica y a mí me encantó. Y lo sigo manteniendo”, amplía.

“Los que hemos apostado por defender el cartel también hemos sufrido las consecuencias negativas, aunque a mí eso me trae sin cuidado”, en palabras de Paquili. “Había gente que decía que el Cristo estaba muy desnudo. Bueno, ¿en el Renacimiento qué se hacía? ¿Qué hay en la Capilla Sixtina por ejemplo? Cuántas veces se han usado modelos humanos y no ha pasado nada”, prosigue.

“Las hermandades son fiel reflejo de la sociedad, otra cosa es que haya gente que quieran utilizarlas, que también los hay, y se confunden”, afina. La cuestión es “que hablamos de una Semana Santa universal”. Un patrimonio hispalense. De ahí la firma de la Asociación de Arte Sacro con la Universidad de Sevilla para realizar un estudio del impacto económico y turístico en la ciudad o el acuerdo “con las consejerías de Educación y la de Empleo [de la Junta de Andalucía] para intentar recuperar la figura del aprendiz” y que los talleres puedan “otorgar diplomas” como escuelas de artesanía.

Vivir del arte sacro

“Porque se puede vivir del arte sacro”, repite. “Las cosas han cambiado, acabo de entregar una cosa para Guatemala, trabajo para el resto de Europa… hace 40 años había artistas, pongo como ejemplo a Luis Ortega Bru (San Roque, Cádiz, 1916 - Sevilla, 1982), que murió en la ruina y acogido. Todo esto ha cambiado. Antes el artista parece que tenía que morir en la miseria. Ahora no, la gente está más preparada y tiene nociones a nivel empresarial aunque seas artista o artesano”, revela.

“E insisto, cuando lo que haces es con excelencia siempre vas a tener una cartera de clientes. Si no haces excelencia, tu triunfo puede ser pasajero”. Ahí está la clave. “A fin de cuentas el bordado que desarrollamos es lo mismo que hace seis siglos, se sigue ejecutando igual y en el taller tengo ocho personas y todo es manual, no hay máquinas”, cuenta Francisco Carrera.

La misma “excelencia” que las “firmas internacionales” buscan “en el bordado tradicional hecho a mano” que Paquili exporta aportando su propia “magia”. Ahí menciona a Victorio & Lucchino, con quienes arranca en la moda, para luego ser “durante 40 años bordador de cabecera de Loewe”. O la colaboración “con Gastón y Daniela en el diseño que decora el Palco Regio del Teatro Real de Madrid”. Y una colección que hemos bordado para Del Pozo en Nueva York y se ha presentado hace 15 días“.

“Y puedo enumerar cantidad de piezas que hemos hecho y se salen del contexto de lo que hacemos, porque trabajamos con grandes firmas de moda y abrimos otros mercados”, dice. “El diseñador que apuesta por un artista artesano, su pieza la convierte en una obra de arte”, concluye. La “eclosión tremenda” de la Semana Santa local amplía además esa “demanda de toda España de producción con marchamo de Sevilla”.

El arte sacro “tiene futuro” porque emana “una magia que atrapa”. Está “vivo” y en expansión “aunque hay gente que lo ha querido encapsular en una esfera determinada”, buscando reconocimiento incluso “dentro de la propia Historia del Arte”, reclama. Y lo dice Paquili, aquel niño del Cerro del Águila que “nunca” tuvo “la inquietud de ser bordador”, ahora es referente de oro del oficio, cose para diseñadores de moda y aprendió “de forma altruista” porque veía que la Virgen de su barrio “no se cambiaba nunca de ropa”.

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