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La normalidad pre-COVID volverá como pronto a finales del próximo verano, siempre que la vacunación funcione

Cientos de personas asisten a un concierto en La Habana (Cuba). EFE/ Ernesto Mastrascusa

Marina Estévez Torreblanca

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La “antigua normalidad”, la vida que conocíamos antes de que llegara la COVID en marzo de 2020, no podrá volver hasta que un porcentaje significativo de la población esté inmunizado, algo que como mínimo no ocurrirá en España hasta finales de verano o principios de otoño de 2021. Los expertos señalan una tasa del 70% de vacunados como necesaria para reducir significativamente los brotes de una enfermedad que ha saturado el sistema sanitario de los países occidentales en proporciones desconocidas en las últimas décadas. Este porcentaje implica una gran campaña de vacunaciones en la que deben implicarse voluntariamente más de 30 millones de personas.

Las primeras dosis contra el coronavirus parecen estar a punto de llegar, y el Consejo de Ministros ha firmado este martes la compra de 73 millones de ellas para empezar a aplicarlas en enero de forma gratuita. Para que esto ocurra, la UE deberá cumplir su previsión de autorizar el 29 de diciembre y el 12 de enero los sueros contra la COVID de Pfizer y Moderna, los dos laboratorios que van más adelantados en esta carrera científico-comercial. Primero tienen que recibir el visto bueno de la Agencia Europea del Medicamento, un requisito que según médicos y científicos garantiza la seguridad de su administración tanto como la de cualquier otro fármaco que se suministre en Europa. Sin embargo, casi la mitad de los españoles, según la última encuesta del CIS al respecto, no estaría dispuesto a inocularse el suero inmediatamente. El Gobierno ha dispuesto 15 grupos de vacunación sucesivos y descarta por el momento hacer obligatoria la medida.

Las previsiones más halagüeñas, que implican que las vacunaciones comiencen en enero para sanitarios, usuarios de residencias y grandes dependientes, suponen que el próximo verano el proceso estaría completado, según el ministro de Sanidad, Salvador Illa. “Tendremos un verano que se acercará mucho a la normalidad, vamos a ver cómo va todo”, dijo el ministro en un programa de televisión emitido este lunes en el que calculaba que “en mayo, junio, podríamos tener 15-20 millones [de personas] inmunizadas”.

Algunos científicos son más cautos, y vaticinan que hasta finales de esa estación o principios de otoño, como mínimo, no será posible relajar las medidas de precaución contra los contagios, algunas de las cuales, como el uso de mascarilla, se podrían quedar entre nosotros mucho tiempo, incluso de forma voluntaria en ciertas ocasiones.

“Siendo muy optimistas y pensando que todo va a ir muy bien, probablemente hasta después del verano del año que viene no podrá haber una inmunidad lo suficientemente alta como para que podamos cambiar de forma significativa las prácticas de protección que estamos teniendo ahora”, afirma el doctor Luis Enjuanes, que dirige uno de los grupos españoles que está buscando una vacuna.

Su colega Vicente Larraga, que dirige otro laboratorio del CSIC con este mismo objetivo, coincide: “Se puede suponer que la gran vacunación, al menos en el mundo occidental, será entre el verano y el otoño de 2021”. A partir de ese momento “se prevé que haya un porcentaje bastante razonable de personas vacunadas, pero tiene que empezar y que no haya problemas”, afirmó en un debate esta semana en la Fundación Alternativas. A su juicio, “hasta que el sistema esté rodado va a pasar un tiempo”. 

El proceso de vacunaciones sin duda va a suponer una carga adicional para la Atención Primaria, que ya pide refuerzos y planificación para la campaña. El sistema está sobrecargado a pesar de que la actual tendencia de los contagios es lentamente descendente tras un preocupante final del mes de octubre. El 4 de noviembre se llegaron a notificar 20.400 nuevos casos, y el primer día de diciembre han sido 8.257. La incidencia acumulada se sitúa este martes en 265,76 casos por cada 100.000 habitantes, y hace un mes (30 de octubre) era de 485,28. Pero la velocidad es lenta y los niveles de incidencia siguen situando a nuestro país en un nivel de “riesgo extremo”, según el semáforo de Sanidad. Estamos a un mes de que comiencen las fiestas navideñas y los expertos advierten del peligro de un rebrote aún más explosivo que el que sucedió a la relajación del verano pasado. Ha habido 1.636.465 casos confirmados de COVID en España desde que empezó la pandemia y 45.511 muertos con coronavirus. En lo que llevamos de año, el “exceso de muertes” respecto a otros años, por COVID y otras causas, es de 63.345, según el Instituto Carlos III.

Control de la enfermedad o de los contagios

Para la viróloga Margarita del Val hay otro aspecto que debe tenerse en cuenta para poder dar plazos de “vuelta la normalidad”: que las vacunas protejan o no del contagio, es decir, que no se limiten a reducir o a eliminar los efectos de este virus en quien se vacune, sino que además impida que esa persona, en caso de portarlo, lo pueda transmitir. “Que proteja del contagio o no es determinante para saber si esto se va a ir solucionando o si beneficia en exclusiva a las personas vacunadas”. Es posible que las personas vacunadas puedan infectarse y seguir siendo infecciosas para otras, aunque no experimenten síntomas, y esto es algo que por ejemplo en los ensayos de Pfizer, que habla de un 90% de eficacia, no queda claro, ya que no se somete periódicamente a los voluntarios a pruebas PCR para saber si están infectados o no por el virus SARS-CoV-2.

En todo caso, para Del Val “el objetivo no debe ser volver a la normalidad anterior, debe ser ir a una situación mejor”. Por ejemplo, espera que evolucionemos hacia costumbres como que si experimentamos síntomas de enfermedades infecciosas, “aunque nadie nos obligue, nos pongamos voluntariamente una mascarilla para no toser al resto en la cara, ahora que ya sabemos el impacto que tiene”.

Pero además, otra de las grandes incógnitas de esta gran campaña de vacunación es el porcentaje de población que tiene dudas por la rapidez inusual con la que se han desarrollado los sueros. Los tiempos de elaboración de una vacuna se acortan por varios motivos. En primer lugar, porque las compañías desarrollan en paralelo varias fases que normalmente se realizarían de manera secuencial. En segundo lugar, porque las farmacéuticas empiezan a fabricar “a riesgo” –apoyados por los pagos anticipados de los acuerdos de compra– de forma que pueden disponer de dosis desde el mismo momento en que son autorizadas. Por último, porque para agilizar el proceso de evaluación en una situación de emergencia sanitaria como esta, la Agencia Europea del Medicamento revisa los datos según estén disponibles, en un examen continuado que permite evaluar con rapidez las solicitudes y, al mismo tiempo, garantizar dictámenes científicos sólidos. “De este modo, se acelera en gran medida el proceso de evaluación de la vacuna sin comprometer en ningún momento las condiciones de seguridad para su autorización”, incide el Ministerio de Sanidad.

El Gobierno dice confiar en que el alto porcentaje de otras vacunaciones sea preludio de lo que finalmente pasará con la de la COVID, aunque en muchos casos tiene más que ver con inmunizaciones infantiles que de adultos. Por ejemplo, apenas un 53% de los mayores de 65 se vacuna de la gripe a pesar de ser un grupo de riesgo con esta enfermedad, al igual que los profesionales sanitarios, de los que solo lo hace un 35%. Estos grupos son, precisamente, los primeros en la estrategia de vacunación que se está diseñando.

La epidemióloga Victoria Zunzunegui cree que para llegar a un 70% de cobertura en vacunación “debes tener un sistema de salud pública muy fuerte, del que carecemos”. Recuerda que la Ley General de Salud Pública de 2011 preveía la creación de una Agencia Estatal de Salud Pública con competencias como la vigilancia y promoción de la salud en todo el territorio, algo que aún no existe.

“Hasta que no alcancemos al menos un 70% de inmunidad la probabilidad de brotes no disminuirá drásticamente”, asegura, tal y como se ha demostrado en las residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid que monitoriza a través del grupo ActuarCovid. Estos centros residenciales, en toda España, serán los primeros a los que lleguen las primeras vacunas en enero si no hay contratiempos. Junto a ellos se ha definido como prioritaria la vacunación de sanitarios y grandes dependientes. A continuación, y en los siguientes meses, la campaña se irá dirigiendo sucesivamente a la población general mayor de 64 años; personas con patologías; trabajadores en entornos cerrados; vulnerables por su situación socioeconómica; trabajadores esenciales; docentes; niños; adolescentes; adultos y a quien esté previamente inmunizado por haber pasado ya la enfermedad. Una campaña inédita que durará gran parte del año y cuyos resultados podrían suponer el fin de las restricciones para evitar los contagios de COVID que han cambiado la vida cotidiana de prácticamente todo el planeta.

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