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“Me he gastado 5.000 euros para comprar el tratamiento en Egipto y curarme de la hepatitis C”

Afectados por la hepatitis C reclaman tratamientos / EFE

Laura Galaup

María (nombre ficticio) ha vivido 20 años sin que nadie de su entorno supiese que tenía hepatitis C. “Anímicamente me destrozaba sufrirlo en soledad pero era incapaz de contarlo. Llegaba al psicólogo y me echaba a llorar por la angustia”, recuerda esta vecina de Badajoz de 51 años.

Ni sus padres ni su hija sabían que estaba infectada, solo su pareja. Él compartió con María la ilusión al conocer que el Gobierno español iba a suministrar fármacos de última generación, como el Sovaldi, y la desilusión al saber que ella quedaba excluida de la estrategia del Ministerio de Sanidad porque se encontraba en una fase inicial de fibrosis, F1.

“En el Servicio de Salud de Extremadura me recetaron el tratamiento pero no me lo dispensaron. Así que decidí ir por mi cuenta con esa prescripción a Egipto para conseguir la medicación”, recuerda. El mismo médico que se lo prescribió porque “clínicamente lo necesitaba” le advirtió, según la versión de la afectada, que no se lo iban a suministrar “por motivos políticos”. Y así fue, se lo denegaron en la subdirección general de Farmacia del Hospital Infanta Cristina (Badajoz).

“En ese momento mi pareja comenzó a buscar información, concertamos citas con dos especialistas de hospitales privados para poder contrastar opiniones y volamos a El Cairo el 28 de febrero”, apunta. Allí la pareja pasó cuatro días. No visitaron las pirámides ni montaron en camello, a diferencia de la agencia que organiza viajes con el mismo fin, en los que combinan turismo de ocio y sanitario. “Lo organizamos por nuestra cuenta, iba tan angustiada que no me apetecía nada salir del hotel”.

Excluida del plan nacional

La afectada quedaba excluida del plan nacional impulsado por el Ministerio de Sanidad para suministrar el tratamiento, ya que por ahora abarca a pacientes que se encuentran en las fases más graves de fibrosis (F4, F3 y F2). La hepatitis C se produce por un virus y provoca un trastorno inflamatorio en el hígado que con los años puede desembocar en una cirrosis.

“En los estadios iniciales solo se les trata si cumplen alguna excepción. Por ejemplo, una mujer joven que quiera quedarse embarazada, una persona que en su trabajo se exponga a contagiar a otras personas o si tienen alguna enfermedad asociada: diabetes, problemas renales...”, indica Miguel Ángel Simón, jefe de sección de Digestivo del Hospital Clínico de Zaragoza.

Tras aportar todas las pruebas que le pidieron a la afectada en la capital egipcia, los dos hepatólogos le recomendaron el mismo tratamiento: Ledipasvir y Sofosbuvir. Coincidía con el prescrito por su médico de referencia en Badajoz. En España se comercializa bajo la marca de Harvoni pero en Egipto se vende como genérico debido a un acuerdo suscrito entre el Gobierno y la farmacéutica. Una estrategia para combatir la hepatitis C en uno de los países más azotados por el virus: el 10% de la población padece esta enfermedad.

Frente a los 30.000 euros que le cuesta a las arcas públicas cada tratamiento, según afirman las plataformas de afectados ya que ni administración nacional ni regional han confirmado la cifra oficial, María hizo frente a un precio más reducido. “Lo adquirí por 500 euros. En total entre los billetes de avión, noches de hotel y las citas en los hospitales privados nos gastamos 5.000 euros en el viaje para poder curarme de la hepatitis C”, afirma.

Así que, satisfecha, voló de vuelta con el bote de pastillas que iba a eliminar de su cuerpo la carga vírica. Tras su aterrizaje en Badajoz se acercó al Servicio de Patología Infecciosa del Hospital Infanta Cristina, donde acude desde que le diagnosticaron la infección. “El doctor que me había recetado la medicación no me quiso ver y una de sus compañeras me dijo que habían llegado a la conclusión de que el seguimiento lo tenía que hacer en la clínica de Egipto, porque allí me habían dado el tratamiento”. Esta extremeña recuerda esa respuesta como una “humillación”.

Fue entonces cuando decidió emprender acciones legales contra los dos médicos que tomaron esa decisión, les denunció por omisión del deber de socorro. También se querelló contra el Servicio de Salud por no suministrarle la medicación, acusa a sus responsables de dejación en la entrega de medicamentos. La denuncia presentada por su abogado, Enrique González de Vallejo, ante un juzgado de guardia ha sido archivada, según explica el letrado a esta redacción. Él y la Fiscalía han recurrido esta decisión.

“La paciente no ha recibido el seguimiento adecuado. Las pruebas analíticas que le han hecho para saber si tenía carga vírica han sido ordenadas por médicos de cabecera y digestivo, ellos no son especialistas en estas infecciones. Desconocen cuáles son los efectos secundarios”, apunta González de Vallejo.

“No podemos hacernos responsables”

La Consejería de Sanidad no se ha querido pronunciar sobre este caso. “No comentamos asuntos que están en manos de la justicia”, ha señalado un portavoz a esta redacción. Sin embargo, el responsable de Sanidad, José María Vergeles, respondió a preguntas de los periodistas que la afectada fue atendida a su vuelta por profesionales de la sanidad pública. Además advirtió de que cuando alguien decide por su cuenta y riesgo irse a otro país “sin que ese tratamiento esté indicado por nuestros profesionales, está corriendo el riesgo primero de no saber qué medicación le están dando, por lo tanto no podemos hacernos responsables”.

Ésta no era la primera vez que María se sometía a un tratamiento. “En el 2007 lo intenté durante un año con el interferón, una inyección subcutánea semanal. Lo pasé fatal y no dio resultado. Se me cayó el pelo, siempre tenía fiebre, los dolores musculares no me permitían levantarme de la cama”, explica. Doce meses de los que no guarda buen recuerdo, el sufrimiento no sirvió de nada: formaba parte del 40% de los pacientes que no se curaban.

En esta ocasión el porcentaje de éxito de los medicamentos de última generación, como el adquirido en Egipto, es mucho mayor, cercano al 90%. Sus efectos secundarios han sido muy leves durante las doce semanas en las que diariamente se ha tomando uno de sus comprimidos. Y una vez finalizado, ha recibido la gran noticia: no tiene carga vírica en su cuerpo.

“Ahora tendrá que esperar a finales de agosto, doce semanas después de que haya terminado el tratamiento, para saber si definitivamente se ha curado y si la respuesta viral es sostenida. Seguramente el resultado sea positivo, solo en el 2% o 3% de los casos no es satisfactoria”, señala Simón.

Aunque todavía no es un resultado definitivo, esa comunicación ha empoderado a María para “salir del armario”. Hace un par de semanas se sinceró ante sus mejores amigas y les contó lo que ha vivido durante estas dos décadas. “Soy otra persona, ya no tengo la obsesión de saber que convivo con el virus. Me noto superbien y muy positiva”, finaliza esta extremeña que confía en que la justicia reconozca su derecho a acceder a la medicación.

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