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“Para cuando llegue la ambulancia ya nos hemos muerto”

Una mujer entra en el ambulatorio de Tembleque (Toledo) poco antes de la hora del cierre. PEDRO ARMESTRE

Susana Hidalgo

“¡Atención, faltan cuatro minutos para que se cierren las puertas¡”. Un megáfono frente al centro de salud de Tembleque (Toledo, 2.300 habitantes), anunciaba a las 19.56 el cierre del ambulatorio que deja sin servicio médico nocturno, por primera vez en 20 años, a los habitantes de este municipio. Medio millar de vecinos, convocados en manifestación, se arremolinaban ante las puertas con pancartas y cacerolas. Hasta que Ángel, el policía local del pueblo, haciendo aspavientos con los brazos, echó a los vecinos. “Vamos, Jesús, aprieta que eres el alcalde…”, le gritaba el agente a Jesús Fernández, alcalde de la localidad (PSOE).

A las 20.00 las puertas del ambulatorio se cerraron a cal y canto, llegaron los gritos de “¡fuera, fuera¡” y los lloros de algunas vecinas. Luego salieron las dos doctoras, que tuvieron que hacerse paso entre los manifestantes. Alguien las defendió de los abucheos: “¡Ellas no tienen la culpa¡”. Las profesionales se pararon un momento y dijeron a los presentes que sentían lo que ocurría, pero que no podían hacer nada.

Todo esto sucedía anoche, después de una manifestación que recorrió el pueblo y terminó en el ambulatorio, donde reza esta esquela: “RIP. Nombre: No me gustaría ser yo. Falleció en Tembleque (Toledo) a partir del día 14 de enero de 2013 por encontrarse cerradas las urgencias”.

Ahora, el ambulatorio nocturno más cercano para estos vecinos está en Ocaña, a 32 kilómetros, pero muchos de los afectados son personas mayores que no tienen vehículo ni capacidad para desplazarse. Los vecinos han decidido movilizarse bajo la plataforma “Urgencias Tembleque” y, según su portavoz, Sagrario Gallego, seguirán protestando hasta que el Gobierno regional de marcha atras con la decisión.

Los vecinos de Tembleque (y de El Romeral y La Guardia, que tienen también este ambulatorio como referencia) han tomado la iniciativa en las protestas, pero en total, más de 120.000 vecinos de Castilla La Mancha, según cálculos del PSOE, se han visto afectados por la supresión de 21 puntos de emergencias nocturnas. Esta comunidad no ha sido la primera en implantar esta medida para ahorrar. En Castilla y León el gobierno regional también ha suprimido una veintena de puntos de este tipo de emergencias.

Benita Mera y su marido se construyeron la casa al lado del ambulatorio de Tembleque porque su hija Beatriz, de 15 años, es asmática y ya lleva un largo recorrido en crisis respiratorias, la última el pasado 6 de diciembre. “Ese día, no hubiésemos llegado a llevarla a Ocaña”, señalaba Benita. Ahora, con la supresión de las urgencias nocturnas está asustada por lo que le pueda pasar a su hija. “Yo estoy en el paro, y mi marido es peluquero y tiene su negocio aquí, ¿dónde vamos a ir? No podemos mudarnos”, afirmaba esta mujer. Los 32 kilómetros que les separan de Ocaña se le hacen un mundo.

Porque ahora para muchos Ocaña es un referente lejano y maldito, y en sus hipótesis suman y restan minutos de cuánto hubiesen tardado en llegar en un caso u otro. “Mi hijo se puso una vez enfermo en carnaval, se ahogaba, si tenemos que llevarle a Ocaña se muere”, ejemplificaba también Rosario, otra vecina. Otra mujer, también llamada Rosario, se preocupaba por su corazón, ya débil, y se mostraba partidaria de seguir luchando “hasta donde haga falta”.

Ayer, una hora antes del cierre del ambulatorio, se presentaba una mujer mayor con la cabeza ensangrentada por una caída. “¿Pero qué es esto de cerrar la consulta?”, gritaba la mujer, al cruzar la puerta del centro de salud. Los presentes la pusieron como ejemplo de que, si le llega a pasar un poco más tarde, nadie la hubiese podido atender. “Nos podría haber pasado a cualquiera”, decían varias mujeres en un corrillo.

La palabra “soledad” recorre Tembleque, porque muchos de sus vecinos son personas mayores, que se sentían tranquilos conociendo que tenían el médico al lado de casa. Si les pasaba algo por la noche sólo tenían que cruzar la calle o la plaza. “Me encuentro sola y tengo muchas alergias”, se angustiaba Carmen Cebrián, de 70 años. “No tenemos hijos, si nos pasase algo, para cuando llegue la ambulancia ya nos hemos muerto”, añadían Ángel Delgado y Ángela Anguita , matrimonio de jubilados, que emigraron hace muchos años a Madrid. “Yo de asistenta limpiando casas, el de conductor y habíamos vuelto al pueblo a jubilarnos, porque nos gusta nuestro pueblo, y ahora mira, sin médico que estamos”, se quejaba ella.

A Enrique, de 66 años, toda la vida trabajando en una gasolinera, le podía más la rabia que el miedo. “Nos ha costado mucho luchar para tener médico y ahora nos lo quitan”, denunciaba. Porque muchos temen que la desaparición de las urgencias médicas termine también llevándose la vida de estos pueblos, muy mermados ya demográficamente. “No somos números, somos personas”, fue el cántico que más se pudo escuchar ayer, al paso de los vecinos, entre las calles de Tembleque.

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