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La difícil búsqueda de las “niñas” violadas y asesinadas por franquistas en El Aguaucho

Una de las "niñas" ejecutadas por franquistas en el cortijo de El Aguaucho. | JUAN MIGUEL BAQUERO

Juan Miguel Baquero

Se han llevado “a las más nuevas”, dicen en el pueblo. Los franquistas han violado a las “niñas”. Luego les pegan “cuatro tiros” y arrojan sus cuerpos inertes a un pozo. Ebrios de muerte, los asesinos rompen el silencio de la madrugada regresando con sostenes y bragas ensartados en la punta de los fusiles. “Esta noche hemos tenido carne fresca”, gritan.

El terrorífico relato corresponde al caso de las mujeres de El Aguaucho. Varias jóvenes de Fuentes de Andalucía (Sevilla) que fueron vejadas y ejecutadas por golpistas durante la guerra civil. Ocurrió en agosto de 1936. Más de 81 años después, arranca la exhumación del macabro y sádico crimen. Un ejemplo extremo de la represión de género ejercida por el franquismo.

El trabajo arqueológico presenta una “especial complejidad”. Los restos estarían sepultados a una profundidad de unos 10 metros. Una máquina excavadora de grandes dimensiones se afana en mitad del campo para rebajar la tierra. El primer día, ya ha aparecido la “boca” del pozo donde fueron a acabar los cuerpos mancillados de las muchachas.

La tumba ilegal alberga los restos de al menos cinco mujeres: Coral García Lora (16 años) y su hermana Josefa García Lora (18), María Jesús Caro González (18), Joaquina Lora Muñoz (18) y María León Becerril (22). Según los testimonios orales mantenidos durante décadas, las víctimas podrían ser incluso nueve: Josefa González Miranda (17), Dolores García Lora (25, hermana de Coral y Josefa), María Caro Caro (35) y Manuela Moreno Ayora (40).

“Se divirtieron, luego las mataron”

“Me llevaba a todos sitios con ella, siempre en brazos, me acuerdo cuando me cogía de la mano...”. A Pablo Caballero González (87 años) se le entrecorta el habla cuando recuerda a su tía, Josefa González, “hermana de mi madre”. Recuerda, con los ojos inundados en lágrimas, cómo los asesinos hicieron “lo más malo del mundo”, dice.

“Llegar, estar comiendo ellos, y las tenían en cueros... Lo que hacían con ellas... yo qué sé. Eso es lo que decían los más viejos del pueblo, que se divirtieron todo lo que quisieron y luego las mataron. Yo me he enterado de todas esas cosas. Sí, sí. Desnudas”, cuenta a eldiario.es.

Es lo que refiere la crónica popular. Que los fascistas buscaron “carne fresca”. Que obligaron a “las niñas, las más nuevas”, a hacerles de comer y servirles sin ropa, sometidas a todo tipo de vejaciones. Abusadas. Usados los cuerpos femeninos como campo de batalla.

“¿Que por qué fueron a por ella? Qué se yo... el novio dicen que era de izquierdas, tenía 20 años y ella, claro, iba a todos lados con él”. Se llamaba “Manuel o Antonio, tenía los mismos apellidos que yo” y los franquistas lo matan “el 5 de agosto y a ella el 17 o 18”, afina Pablo a escasos metros de una máquina que araña la tierra bajo un ruido ensordecedor. “¿Que si hubo guerra aquí en Fuentes? Guerra ninguna. Llegar [los fascistas] y hacerse los amos”.

A por las “mujeres jornaleras”

“Tiene un claro componente de género y de clase, porque son mujeres pero mujeres jornaleras, que en el año 36 tomaron conciencia de su condición de persona y se rebelaron contra la vida que llevaban”, relata Juan Morillo, de la comisión memorialista Fontaniega.

Los delitos de las “niñas de El Aguaucho”, precisa, eran “que iban a la casa del pueblo a leer y escribir, bordaban banderas republicanas, participaban en las manifestaciones del Frente Popular y organizaron una huelga como respuesta al hecho de que los señoritos dejaran las tierras sin sembrar para boicotear a la República”.

Eso fue suficiente justificación para que el “grupo de jóvenes” fueran “raptadas el 27 de agosto del 36 por falangistas y miembros fascistas y golpistas y traídas a este lugar, el cortijo de El Aguaucho”. Aquí, señala, “las vejaron, violaron, les hicieron de todo y echaron sus cuerpos a un pozo”.

Hace falta que la historia “se reconozca”, apela Juan Campos, otro familiar de estas mujeres presente en el inicio de la exhumación. Que la “gente joven” sepa “lo que aquí se hizo y que los familiares descansen en paz, que es lo que se merecen”.

“Prudencia” por un caso “complejo”

Todos los agentes implicados en la exhumación mantienen una “especial prudencia” sobre el resultado final por la “complejidad” del caso. “No nos encontramos ante una fosa al uso, las víctimas fueron arrojadas al interior de un pozo lleno de agua y si los cuerpos están puede ser bastante compleja tanto su exhumación como el estado de los restos”, relata la directora arqueológica del proyecto, Elena Vera.

La Junta de Andalucía, promotora de los trabajos, subraya el mensaje de cautela. “Hay que insistir en la prudencia”, dice el director general de Memoria Democrática, Javier Giráldez. Y en el “significado muy especial” que tiene la exhumación. “Es un episodio muy significativo y que se ha repetido en varios espacios de Andalucía, como la fosa de Grazalema, de las mujeres de Guillena o de Puebla de Guzmán”, asegura.

Una tipología criminal “que pone en evidencia que hubo una represión de género y esto se ve en el número de mujeres que hay en las exhumaciones y en el trato especializado que los verdugos tuvieron con ellas”, en palabras de Giráldez. “Hay que tener en cuenta un tema terrible”, continúa: “los testimonios los tenemos a través de los propios asesinos, que fueron vejadas, asesinadas y arrojadas a un pozo”. Relatos orales que deben quedar corroborados “con metodología científica”.

La intervención ha sido reclamada durante años por familiares de víctimas y apoyada por la Asociación Memoria Histórica Fontaniega. Y cuenta con la colaboración de los ayuntamientos de Fuentes de Andalucía y La Campana, en cuyo término municipal está ubicado el cortijo donde estaba el pozo. La Junta también destaca la colaboración del actual propietario de la finca al facilitar la realización de las tareas exhumatorias.

“Aquí se asesinaron a 117 personas en 3 meses”, explica el alcalde de Fuentes de Andalucía, Francisco Martínez. En un pueblo, recalca, donde “no hubo guerra, hubo represión y es verdad que es una represión que tiene una connotación de género muy llamativa”. Y la finca del Aguaucho fue “desgraciadamente uno de los escenarios donde practicaron esos crímenes, donde asesinaron, de 5 a 8 mujeres”.

La actuación específica en el cortijo de El Aguaucho supone el acometimiento de una nueva intervención de las 37 aprobadas el pasado año por parte del Gobierno andaluz. De igual forma, se encuentra entre las 20 actuaciones cuyos expedientes fueron autorizados en julio de este mismo año, “y que responden al principio de recuperación física de los cuerpos de las víctimas, como de reparación moral de sus familias, y a través del principio de colaboración entre todas las partes implicadas”, indica la Junta de Andalucía.

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