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Por qué no se puede comparar la curva de julio con la de marzo aunque los contagios no paren de aumentar

Curvas marzo y julio

Belén Remacha

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En la cifra de contagios de COVID-19 de estas semanas se está viendo un inequívoco repunte: han sido 2.944 diagnósticos en los últimos 7 días, 333 notificados entre el jueves y el viernes. La curva está en ascenso desde el que fue su suelo del último mes, alrededor del 21 de junio, día que terminó el estado de alarma y también se abrieron las primeras fronteras. El número diario multiplica por 8 el del 14 de junio, cuando hubo 40 confirmados, y el semanal es el más alto desde el 31 de mayo. Hay quien ve un paralelismo con la onda de principios de marzo, que desembocó en el confinamiento general de la población el día 14. Tanto que en la rueda de prensa del jueves, el portavoz del Ministerio de Sanidad Fernando Simón aseguró tajante que la comparación no tiene sentido: “El sistema de vigilancia es completamente diferente al de entonces”.

La primera diferencia entre situaciones no es por el sistema de vigilancia, sino de notificación. El Ministerio de Sanidad lo cambió a partir del 11 de mayo, coincidiendo con el inicio de la desescalada. Desde entonces, pide a las comunidades unos datos distintos; entre ellos, la fecha de inicio de síntomas de sus diagnosticados, el acumulado de los últimos 14 días y el número de contactos estrechos rastreados. Eso ha permitido hilar más fino en el seguimiento de la pandemia, pero también rompió la serie histórica y volvió imposible relacionarla con periodos anteriores. El “salto cualitativo” de la semana del 5 al 12 de marzo se produjo de un día para otro –del 8 al 9–, recordó Simón, no se medía por semanas como ahora. Los retrasos en la notificación de entonces “no permitían valorar la situación actual”, sino que presentaban la foto fija de, al menos, 5 días atrás.



Además de eso, y principalmente, los protocolos de Sanidad también han ido cambiando durante todo este tiempo. En la segunda semana de marzo de 2020 se registraron en España alrededor de 2000 casos, pero entonces solo se hacía PCR a las personas con sintomatología que venían de una zona de riesgo –Italia, Wuhan e Irán, entre otros, en ese momento– o que tenían contactos estrechos diagnosticados, y a personas con neumonías graves de origen desconocido –por esa vía, que se inició a finales de febrero, se comenzó a destapar que el virus estaba más extendido de lo que parecía–. Entre marzo y abril, no se hicieron pruebas incluso aunque se presentasen síntomas si estos eran leves, para evitar el colapso. Ahora, según los protocolos, se hace una PCR a todo aquel que reporta síntomas aunque sean leves, y que en estos momentos están mucho más definidos, a todo aquel que haya estado en contacto con un positivo aunque sea asintomático, y también a muchos de los que pasan por el hospital por otros motivos, por seguridad.

“Antes solo detectábamos gente que iba al hospital. Estábamos viendo la punta del iceberg. Ahora es posible que no veamos todo el iceberg completo, pero sí mucho más. Hay que fijarse en que entre el 60 y el 70% de los nuevos casos son asintomáticos: eso quiere decir que muchos se detectan por el rastreo de contactos, nunca irían al centro de salud sin síntomas. Son situaciones muy, muy diferentes”, sintetiza el médico e investigador Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE). También se detectan ahora más asintomáticos, como señalaba Gullón son más del 60% del total, que a finales de mayo, cuando eran menos de la mitad.

La cuestión es: ¿debemos preocuparnos porque aumenten los datos? “Desde luego. Pero también mirarlos con finura”. Los datos que importan ahora para hacer el análisis más “fino”, sigue Gullón, “son otros”: “Antes mirábamos la evolución de forma bruta. Ahora hay que ir a mirar si, por ejemplo, están asociados a brotes y de dónde salen los casos”. La mayoría de los 333 casos de este viernes son entre Aragón y Catalunya, donde están dos de los brotes más graves de los más de 70 que hay, algo que a pesar de todo es relativamente bueno porque significa que están localizados. Lo que sí que crearía alarma si ocurriese, mirando los números, según Gullón, es “el aumento de la transmisión comunitaria” incluso dentro de un brote. Lo que ha ocurrido en Lleida, que sí parece “más preocupante” porque la Generalitat ha reconocido que ha observado esa transmisión comunitaria.

“No tiene sentido epidemiológico ni social”

Mario Fontán, coordinador de la Asociación Ares, de residentes (MIR) de Medicina Preventiva y Salud Pública, también pone el foco en que “no es lo mismo tener casos repartidos por todo el estado o una comunidad autónoma, como al principio”, que “un número igual pero en brotes concretos, identificados y controlados. Las cifras nacionales están sesgadas por brotes como los de Lleida, Galicia y Aragón”. “No tiene sentido epidemiológico ni social compararlos. Cualquier incremento en la cifra hay que analizarlo con cuidado por si supone un descontrol. Pero no hay que alarmarse porque aumenten los casos en sí”, repite. “A mí un indicador claro me parece el del inicio de síntomas de hace entre 7 y 14 días, mucho más que las notificaciones”, y a nivel de salud pública, “que se escapen de un vínculo concreto. Entiendo que por eso se han aplicado las medidas de Lleida”.

Se juntan dos cosas, continúa, “que como sistema tenemos cada vez más capacidad para llegar antes”, es decir, de hacer rastreo de asintomáticos y dar resultados antes, y también que ha habido un cambio de comportamiento: “El confinamiento de estos meses ha hecho concienciarse a mucha gente y muchos a la mínima que tienen síntomas llaman al centro de salud. A veces en el hospital detectamos casos y, antes de hacer PCR a sus contactos estrechos, ya han avisado y ellos mismos se han puesto en aislamiento hasta tener el resultado. Eso obviamente no ocurría en febrero. También conocemos mucho más del virus: entonces no sabíamos casi ni lo que buscábamos”.

Además de las explicaciones epidemiológicas y sociales, las dos curvas no están evolucionando igual tampoco matemáticamente. En el blog especializado en estadística Picanúmeros hicieron el cálculo no solo para una semana de marzo, sino para 20 días, entre el 25 de febrero y el 15 de marzo y entre el 19 de junio y el 8 de julio, y tomando el logaritmo de los nuevos casos diarios para verlo visualmente, detallan a elDiario.es. La primera sale exponencial, la segunda es lineal: es decir, el crecimiento de marzo era explosivo, y hoy es “constante un poco por encima del cero”, “cada día crecen un poco los nuevos casos diarios, pero sin la misma explosión que vimos entonces”.

En definitiva, termina Gullón, “aunque aumenten los casos, no es de la misma forma y no tenemos que mirar lo mismo. La nueva normalidad también hace que todo sea distinto: menos grandes eventos que hacen menos peligroso un repunte como el de marzo, gente con mascarillas… debemos vigilar muy estrechamente y no transmitir el mensaje de que los datos dan igual”, pero a la vez “no crear alarma antes de lo necesario. Hay gente que lo ha pasado muy mal con el confinamiento, y en situaciones muy precarias. No es responsable insinuar todo el rato la posibilidad de volver a la situación tan grave que teníamos antes”.

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