La pandemia de los no vacunados: solo el 5% de los contagiados en España tenía la pauta completa
El coronavirus está evolucionando. “Seguramente vamos a una pandemia de dos velocidades”, auguran los epidemiólogos, en la que los países se dividirán entre vacunados o no. Incluso dentro de muchos países habrá dos grupos de población, inoculados o no. Es lo que la directora del CDC estadounidense (el Centro de Control y Prevención de Enfermedades), Rochelle P. Walensky, definió hace unos días como “una pandemia de no vacunados”.
Los datos en España confirman esta tendencia: el 83% de los actuales contagios los sufren personas sin vacunar, frente al 5,5% de vacunados con las dos dosis y un 11,4% con una sola dosis, según el desglose que facilitó la ministra de Sanidad Carolina Darias el pasado martes. Los de Madrid, facilitados este viernes por la consejería, ahondan en esta realidad: el 80% de los nuevos contagiados no están vacunados, el 15% tiene una dosis y el 5% las dos. La buena noticia (para nuestro país) es que probablemente España esquive esta división porque la aceptación de las vacunas es masiva (por encima del 90%, según las últimas encuestas) y, aunque actualmente la situación sí responde a esta idea, es cuestión de tiempo, y no mucho, que deje de serlo, explican los expertos.
“Es verdad que es circunstancial en España, pero también es verdad que está pasando”, explica Pedro Gullón, epidemiólogo. “La quinta ola está afectando sobre todo a menores de 40 y de 30 (la edad media de contagio en Madrid es de 27 años y la de ingresados de 37): la vacuna funciona en ese sentido. Tenemos un contexto muy bueno, con poca reticencia vacunal, que hace que aunque tengamos una IA (incidencia acumulada) alta el impacto en ingresos y fallecimientos sea menor”.
Es igualmente cierto que aún hay un 5% de personas que pese a tener la pauta completa se contagian, acaban ingresando en el hospital e incluso algunos pocos han fallecido. No hay que alarmarse por esto, piden los científicos. Es lo que se conoce como brecha vacunal: “Significa que no hay vacuna perfecta que proteja a todo el mundo de una enfermedad para toda la vida”, resume Antoni Trilla, investigador de ISGlobal y jefe del Servicio de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona. De hecho, las eficacias de entre el 92% y el 95% que están mostrando las vacunas contra la COVID-19 son todo un éxito, explican los científicos, pero siempre habrá personas que se queden sin inmunizar.
“Hay casos en los que se está ralentizando la vacunación porque hay países con mala tradición y gente reacia a vacunarse. Son las dificultades que están encontrando países como EEUU o Canadá. Pero en España es difícil que pase, hay cobertura muy alta de las vacunas y es residual la gente reacia a hacerlo”, coincide Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS) y exdirector General de Salud Pública del Gobierno.
Otros países no pintan tan bien. En EEUU, que empezó la vacunación con muy buen ritmo pero se ha estancado, preocupa que el país se parta en dos. El doctor Antony Fauci, el Fernando Simón nacional, ahondó en esta idea. “Cuando tienes un nivel tan bajo de vacunación superpuesto a una variante que tiene un alto grado de eficiencia de propagación [la delta], lo que verás entre las regiones subvacunadas, ya sean estados, ciudades o condados, son estos tipos de repuntes”, dijo. “Es casi como si fueran dos Estados Unidos”.
Aunque la aceptación de la vacuna está creciendo con carácter general, según datos del centro de estudios británico YouGov que se van actualizando regularmente, hay países donde los niveles de personas que se declaran vacunadas o dispuestas a hacerlo no alcanzan –ni se acercan– al 90% que los expertos consideran necesario para alcanzar la inmunidad de grupo con la variante delta. Es el caso por ejemplo del citado EEUU, que presenta una tasa de aceptación del 71%. Australia, Francia o Italia llegan el 80%; en los países asiáticos, como la India, los porcentajes sí rondan el 90%. España está en la parte alta de la tabla con un 92% de aceptación de las vacunas (YouGov no tiene datos de países africanos).
Sube la aceptación
La noticia positiva de esta estadística es que en todos los países de los que YouGov ofrece datos la estadística está subiendo desde que empezaron las campañas de vacunación, en enero. Mucha gente está observando que la vacuna funciona y cambia su actitud hacia los preparados. Francia, un país con problemas de reticencias, ha pasado del 24% en enero a un 80% en julio. EE UU, de un 47% al actual 71%.
El problema es que en muchos países, explica Gullón, las dificultades son de acceso. En muchos porque no hay vacunas disponibles (países africanos, sudamericanos), en otros porque hay desconfianza hacia el Estado, como puede suceder en ciertos lugares de EEUU.
Y esto plantea retos. El más acuciante, destacan los epidemiólogos, es que en países sin vacunas la gente se está muriendo. Pero es que incluso desde un punto de vista egoísta, a los países que sí se están vacunando les interesa que el resto también lo haga. Alcanzar la inmunidad de grupo como país, que en España ocurrirá probablemente en algún momento del otoño, ahorra muertes e ingresos en el corto plazo, pero puede resultar insuficiente. Que el virus siga circulando por el mundo “nos puede afectar, porque cuanto más lo haga por más lugares más opciones habrá de que surja una variante que sea muy transmisible y además tenga escape vacunal”, explica Gullón, algo que de momento parece que se está evitando (las vacunas actuales responden bien ante la variante delta). “No es que pueda ocurrir con tanta frecuencia, pero aumentarán las posibilidades si dejamos el virus circular”, argumenta.
¿Y el resto de países?
Por estas razones se elevan las voces que exigen que las vacunas empiecen a llegar a los países que no tienen. En España se llegó a plantear el debate, el pasado mes de junio, acerca de si era más conveniente empezar a vacunar a los menores de edad –un colectivo menos propenso a sufrir las consecuencias graves del coronavirus– o donarlas a terceros países. La dicotomía no pareció durar mucho: algunas comunidades, y Ceuta y Melilla, ya están inoculando a mayores de 16 o, al menos, han abierto el plazo para ello, y se prevé bajar hasta los 12 años como prioridad.
Respecto a las donaciones, la situación empieza a recordar un poco a las cumbres internacionales extraordinarias para financiar la recuperación en países que han sufrido catástrofes naturales: mucha promesa inicial, pocos hechos. La exministra de Exteriores, Arancha González Laya, afirmó el pasado 8 de julio que empezaría a donar vacunas en “una o dos semanas”, plazo que se cumple este mismo sábado. Antes, el presidente Sánchez había anunciado que España aportará 15 millones de vacunas para terceros países, que se suman a la donación de 7,5 millones para América Latina que nuestro país anunció en abril, lo que eleva la cifra total a 22,5 millones de vacunas para finales de 2021. Este diario ha preguntado a Sanidad si ya han empezado las donaciones o cuándo lo harán, pero no ha obtenido respuesta.
El de la donación de vacunas es un asunto que está levantando polémica, no solo en España. Primero los países occidentales rechazaron levantar las patentes de los preparados, y hay expertos, como el presidente de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (FICR) que sostienen que esa medida sería más efectiva que la donación. Y luego está el mecanismo Covax. Esta “herramienta multilateral” se supone nació para garantizar un reparto equitativo de las vacunas, pero ha acabado siendo un banco de donación ante el acaparamiento de dosis que han realizado los países ricos. Es el caso de España, que se plantea qué hacer con todas las vacunas, especialmente de AstraZeneca, que van a sobrar.
Palo y zanahoria
La siguiente línea de actuación, aventura Ildefonso Hernández, serán las medidas para impulsar la vacunación, que de hecho ya están implementándose en algunos países. Explica Hernández que hay dos vías para lograrlo: el estímulo y la imposición, como ya están haciendo Gobiernos como los de Francia o Italia.
“Las medidas de estímulo empezarán cada vez a ser más intensas”, augura este epidemiólogo. “Francia ya ha empezado con la obligatoriedad para algunos colectivos”, recuerda en alusión a que el país galo ha impuesto a los sanitarios la vacunación antes del 15 de septiembre bajo amenaza de no pagar a quién no esté inmunizado. Funcionó: al anuncio del presidente Macron siguió una avalancha de peticiones de citas para vacunarse: un millón de personas solicitaron turno. En el país vecino también es necesario tener un documento acreditativo de vacunación para asistir a teatros, cines, festivales, cafés, bares o restaurantes. Estímulos.
En esa misma línea, Italia ya había cruzado la línea con los sanitarios y el certificado de inmunidad o de ser negativo para acceder al interior de bares o restaurantes y también Grecia lo va a imponer. Según el British Medicine Journal, el Reino Unido se lo está planteando. “Tiene cierto sentido”, valora Hernández. “Si tienes derecho a la salud, el personal que te tiene que atender tiene que garantizar que no te va a contagiar, y no se puede hacer a base de pruebas porque un negativo nunca es 100% fiable”, argumenta. España, de momento al menos, no se plantea estas medidas.
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