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La próxima vez que los científicos evalúen el cambio climático, la suerte estará echada

Una fábrica lanzando humo en Kawasaki, a las afueras de Tokio.

Raúl Rejón

5 de abril de 2022 22:58 h

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El margen para evitar el desastre climático se ha estrechado tanto que cuando los científicos hagan la próxima evaluación en 2029, las suerte sobre cuánto podrá limitarse el recalentamiento de la Tierra al final del siglo estará echada.

Evitar un cambio climático desbocado exige recortar un 43% para 2030 los gases invernadero lanzados por los humanos al quemar carbón, gas y petróleo, según ha avisado la ONU el 4 de abril de 2022. Quedan menos de ocho años. “La ventana se cierra”, han explicado los científicos del IPCC.

Los tres avisos que ha lanzado este VI Informe del Panel de expertos han supuesto un salto respecto al anterior trabajo de 2014. Entonces, los científicos escribieron que “la influencia humana en el clima está clara”. Ahora han ido mucho más allá: “Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, los océanos y el terreno”. El cambio climático es causado por las personas.

Este trabajo podría ser el último que recoge la posibilidad de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC. Es una bofetada de realidad

Javier Andaluz, responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción

Pero ¿en qué se diferencia este “ahora o nunca” de otros avisos? “Este trabajo podría ser el último que recoge la posibilidad de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5ºC”, responde el responsable de cambio climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz. “Es una bofetada de realidad”.

Hace ocho años, el análisis técnico afirmaba que las emisiones entre 1970 y 2010 no habían dejado de crecer y que “limitar el cambio climático requeriría una reducción sustancial y sostenida de las emisiones de gases invernadero en las próximas décadas”.

Este lunes, el informe 2022 atestigua que “las emisiones de gases invernadero generadas por los humanos se han incrementado en todos los sectores desde 2010”. Y continuaba: “Todos los caminos para limitar el calentamiento, ya sea en 1,5ºC o 2ºC, implican un rápido, profundo e incluso inmediato recorte de las emisiones”.

Tan rápido y profundo como para llegar al máximo permisible antes de 2025 y casi dejarlas en la mitad para 2030. En 2050 deben ser casi nulas. Si no, la acumulación de gases invernadero en la atmósfera haría físicamente imposible que la Tierra no siguiera calentándose más allá de los umbrales estimados como seguros.

Cientos de años atrapado en la atmósfera

La cuestión es que, por ejemplo, el dióxido de carbono (CO2), que es el principal responsable del efecto invernadero, se mantiene siglos presente en la atmósfera. Según se degrada, es sustituido por el CO2 que ha absorbido el océano y mantiene ese efecto invernadero. “Muestra una persistencia que hace que su calentamiento sea casi irreversible durante más de 1.000 años”, afirma una investigación de la Agencia para el Océano y la Atmósfera de EEUU. La liberación de gas y su larga vida hace que la concentración del CO2 atrapador de calor no pare de crecer.

Por eso, cuando llegue el siguiente informe dentro de siete años, deberían haberse alcanzado esos hitos o la propia inercia climática se haría imparable. “En agosto pasado, el IPCC alertó de que se están activando procesos de degradación planetaria que acelerarán el cambio climático y llevarán a atravesar importantes puntos de no retorno”, abunda Andaluz. Aunque “estas advertencias de la ciencia han servido de poco”, el informe “es una nueva llamada a reaccionar porque ya está empezando a ser demasiado tarde”, remata.

“Es el primer informe de esta magnitud que se publica desde que se aprobó el Acuerdo de París en 2015 y, probablemente, sea el último que defina nuestro camino hacia un mundo solo 1,5°C más caliente”, afirman en la Fundación Europe Climate. “Antes del final de esta década el mundo debería haber alcanzado el importantísimo punto de referencia de una reducción del 45% de las emisiones”.

Para conseguirlo hay que pasar de los combustibles fósiles a “fuentes de energía limpias o de muy bajas emisiones como las renovables o las que permitan capturar el carbono”. En este sentido, también existen metas volantes: dejar el 95% del carbón, el 60% del petróleo y el 45% del gas actual en 2050. “Se acabó el juego para los combustibles fósiles”, considera Kaisa Kosonen, de Greenpeace.

“¿Cuántas advertencias hacen falta?”

Si en 2014 la alerta técnica explicaba que “los recientes cambios en el clima tienen impactos extendidos sobre las personas y los ecosistemas”, en agosto de 2021 ya pasaba a afirmar que “la escala de las alteraciones recientes del clima y su estado actual no tienen precedente en siglos e incluso milenios”.

“Este último informe es una letanía de promesas rotas”, ha afirmado el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Se refiere al incremento de la cantidad de gases que ha experimentado la Tierra desde el aviso de 2014 y al hecho de que los planes de los países para explotar petróleo, gas y carbón en los años venideros impliquen más CO2 del que es matemáticamente compatible con la limitación del calentamiento global por debajo de los 2ºC.

Los científicos no albergan dudas sobre que el cambio climático inducido por los seres humanos ha causado ya impactos, pérdidas y daños en la naturaleza y las personas. Pero lo que han constatado además es que “la extensión y magnitud de los impactos son mayores de los previstos”.

“¿Cuántas advertencias más necesitamos antes de tomar las medidas necesarias para evitar la crisis climática?”, se pregunta el responsable de las campañas de gas de la organización Global Witness, Murray Worthy. “Los combustibles fósiles contaminan el planeta, empobrecen a la gente y llenan los bolsillos de [el presidente ruso] Vladímir Putin”, remata.

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