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Las víctimas del franquismo en la Audiencia Nacional: “Es el día más feliz de nuestras vidas”

Dos víctimas del franquismo, felices al ser escuchadas en la Audiencia Nacional. /EFE

Pedro Águeda

“Tengo muchas esperanzas en la jueza. Aunque yo no lo vea, porque soy muy mayor, creo que la justicia llegará algún día”. La que habla es Teresa Alonso, 93 años, tras declarar ante la magistrada argentina María Servini de Cubría y el Fiscal General Ramiro González. Ella y Faustina Romeral, dos mujeres represaliadas por las fuerzas golpistas de Franco, han contado sus historias por primera vez ante un juez. Las preguntas las hacía Fernando Andreu, el magistrado que ha abierto las puertas de la Audiencia Nacional a las víctimas del franquismo, escenificando una colaboración de la justicia española que no se había visto hasta ahora en este caso.

Servini está de viaje en España para recoger testimonios e indagar para nutrir la causa que investiga posibles delitos de lesa humanidad desde la Guerra Civil hasta el final de la dictadura. Como en el caso de Teresa, que ha relatado cómo cuatro miembros de su familia fueron represaliados desde octubre de 1937.

Además de la toma de declaración conjunta, Andreu ha gestionado, a pedido de Servini, la visita de la delegación argentina al Archivo Histórico Nacional y a la Dirección General de Seguridad (DGS), centro de detención y tortura durante la dictadura y sede en la actualidad del Gobierno de la Comunidad de Madrid.

“La valoración que hacemos de este momento es altísima. Hace muy poco tiempo comparecieron dos torturadores ante esta misma audiencia. Esta vez la comparecencia no responde a un pedido de la justicia argentina sino de un un juez español. Esto mismo ha ocurrido en el País Vasco y en Andalucía. Los jueces españoles están prestando plena colaboración a solicitud argentina. Esto es una pauta de aque algo profundo está cambiando. Nos acercamos cada vez más al momento del fin de la impunidad”, ha asegurado uno de los abogados de los querellantes, Carlos Slepoy.

La Audiencia Nacional ha decidido recientemente sobre la solicitud de extradición que ha enviado Servini de dos imputados en la querella argentina: el ex policía Antonio González Pacheco y el exagente de la Guardia Civil Jesús Muñecas. En ambos casos la petición fue rechazada, apoyada por la posición del fiscal.

“Estamos convencidos de que estos mismos jueces y muchos otros están muy determinados a que se haga justicia. Tienen dificultades por la doctrina del Tribunal Supremo, pero todo esto nos va haciendo avanzar poco. España, donde se ha cometido una de las masacres del siglo XX, las víctimas permanecen en las cunetas, en las fosas, no hay ninguna posibilidad de reparación, ni el más mínimo acto de justicia. Esto es inaguantable. Los organismos de derechos humanos se han pronunciado reiteradamente en este sentido, y lo volverán a hacer pronto. Esto que ha ocurrido hoy es una manifestación de un avance enorme de la lucha por la justicia de las víctimas”, ha asegurado Slepoy.

“Alguien me ha escuchado”

Faustina Romeral, de 90 años, ha hecho su relato en primera persona. Tenía 15 años cuando fue detenida por los franquistas. Iba junto a sus padres. Él fue asesinado y ella fue ingresada en prisión. Faustina es liberada, pero sola en el mundo y despojada incluso de su casa. Aunque las represalias franquistas no acabaron ahí: Faustina volvería a ser detenida años después: permaneció en prisión entre 1947 y 1953.

“Hoy ha sido una fiesta para mí. Le he dicho al juez que es el día más feliz de mi vida porque alguien me ha escuchado”, ha asegurado emocionada, al borde de las lágrimas, Teresa Alonso. “No tengo memoria, pero eso lo tengo grabado. He contado todo lo que me pasó a mi familia cuando acabó la guerra”.

Su abuelo paterno, Evaristo Álvarez Iglesias, murió confinado en la Isla de San Simón (Galicia). Su padre, Francisco Álvarez Miranda quedó sordo después de qie los falangistas le metieran una varilla de un paraguas por el oído. Uno de los hermanos de Teresa, Sancho, sigue desaparecido. Se supone que lo fusilaron, pero no se sabe ni siquiera dónde fue enterrado. El otro, José, pasó por varios centros de detención y un batallón de trabajo forzado en Barcelona. Al cumplir su condena, se exilió. Curiosamente, en Argentina.

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