El ADN contradice 65.000 años de historia: ¿cuándo llegaron los primeros humanos a Australia?
Un reciente análisis de ADN mitocondrial ha desafiado una de las hipótesis más arraigadas en la historia de la humanidad en Oceanía: la llegada de los primeros humanos al supercontinente de Sahul, la masa de tierra que unía Australia, Nueva Guinea y Tasmania durante la última glaciación. Hasta ahora, se creía que esa migración se había producido hace unos 65.000 años, una fecha respaldada por hallazgos arqueológicos como los del yacimiento de Madjedbebe, al norte de Australia. Sin embargo, el nuevo estudio, publicado en la revista Archaeology in Oceania, sitúa esa llegada entre 45.000 y 50.000 años atrás, planteando interrogantes sobre la solidez de las dataciones arqueológicas existentes.
La investigación
Sahul no era un destino fácil de alcanzar. Colonizar esa enorme masa terrestre requería cruzar al menos 90 kilómetros de mar abierto desde el sudeste asiático, una hazaña sin precedentes en la historia de la humanidad primitiva. Precisar cuándo se produjo este salto oceánico no es un asunto menor: implica redefinir el grado de sofisticación tecnológica, cognitiva y organizativa de las primeras poblaciones humanas que abandonaron África. Cada año añadido o restado a esa cronología tiene implicaciones sobre cómo entendemos la evolución cultural y el desarrollo de habilidades como la navegación o la planificación a gran escala.
El estudio ha analizado más de 1.600 secuencias de ADN mitocondrial procedentes de poblaciones indígenas actuales de Australia y Papúa Nueva Guinea. Según los investigadores, los linajes genéticos más antiguos presentes en la región no superan los 50.000 años de antigüedad. Para que la teoría de una llegada hace 65.000 años siguiera siendo válida, deberían haberse perdido o reemplazado todos los linajes anteriores, algo que los autores consideran improbable a la luz de los datos actuales.
Difiere de las teorías vigentes
Esta revisión genética entra en conflicto con algunas de las principales pruebas arqueológicas de presencia humana temprana en Australia. El caso más emblemático es el de Madjedbebe, donde excavaciones han identificado herramientas de piedra y restos de carbón datados mediante luminiscencia y radiocarbono en más de 60.000 años. Los autores del nuevo trabajo genético no niegan estos hallazgos, pero sugieren que podrían estar afectados por errores de datación debido a desplazamientos de sedimentos o a contaminación del material analizado, como ya se ha planteado en otros debates metodológicos en arqueología.
Desde el campo contrario, arqueólogas como Zenobia Jacobs, una de las principales defensoras de la cronología larga, han advertido que cuestionar la antigüedad del poblamiento humano puede tener efectos sociales y políticos. Para muchas comunidades aborígenes, los datos científicos que prueban su conexión ancestral con la tierra son clave en sus reclamaciones territoriales y su identidad cultural. Aunque el nuevo estudio no niega esa continuidad histórica, sí pone sobre la mesa la necesidad de revisar algunos supuestos sobre los orígenes de esa presencia.
Hay que tener varios elementos en cuenta
Más allá de la polémica, el estudio destaca por su amplitud de muestra y por el uso de herramientas genéticas cada vez más precisas. Sus autores reconocen, sin embargo, que el ADN por sí solo no puede ofrecer una imagen completa del pasado humano. La genética y la arqueología deben trabajar de forma complementaria: una aporta evidencia biológica sobre linajes y migraciones, la otra permite reconstruir contextos culturales, tecnologías y modos de vida.
Este debate no es nuevo, pero se intensifica en un momento de avances técnicos sin precedentes. El equipo responsable del estudio insiste en que su intención no es descartar décadas de trabajo arqueológico, sino abrir una vía de diálogo interdisciplinar más rigurosa. En última instancia, proponen que el modelo aceptado de poblamiento de Sahul se convierta en una hipótesis revisable, sujeta a nuevas evidencias genéticas y arqueológicas.
Mientras tanto, la historia de cómo y cuándo llegaron los primeros humanos a esta remota región del planeta continúa reescribiéndose. Con cada nuevo hallazgo, ya sea en un laboratorio genético o en una excavación arqueológica, se amplía nuestra comprensión de un pasado que, aunque lejano, sigue planteando preguntas esenciales sobre nuestra propia especie.
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