Descubren un fósil de una especie inédita de dinosaurio con vela en Inglaterra

Ilustración del Istiorachis macarthurae

Ada Sanuy

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La isla de Wight, en la costa sur de Inglaterra, vuelve a situarse en el mapa de la paleontología con el hallazgo de una nueva especie de dinosaurio. Se trata de Istiorachis macarthurae, un iguanodóntido que vivió hace unos 125 millones de años y que se caracterizaba por poseer espinas vertebrales muy alargadas que formaban una posible vela sobre su lomo y cola. El estudio, firmado por investigadores del Museo de Historia Natural de Londres y la Universidad de Portsmouth, aporta además nuevas pistas sobre la evolución de este rasgo anatómico en los dinosaurios herbívoros.

Localidad y estratigrafía de Istiorachis macarthurae gen. et sp. nov.

Una “vela” en los iguanodontes

Los autores del estudio, publicado en Papers in Palaeontology, describen un esqueleto parcial hallado en el yacimiento de la Formación Wessex, dentro del grupo Wealden. El ejemplar, catalogado como MIWG 6643, conserva varias vértebras, costillas y elementos de la pelvis. El rasgo más llamativo es la hiperalargación de las espinas neurales, estructuras óseas que se elevan desde las vértebras dorsales y caudales y que en este caso alcanzan más de cuatro veces la altura del centro vertebral. Esta característica sugiere que el animal pudo exhibir una vela dorsal, similar a la de otros iguanodóntidos como Ouranosaurus en África o Morelladon en España.

La investigación sostiene que este tipo de adaptaciones no respondía a una única función. Podrían haber servido como soporte para musculatura adicional, como reserva de grasa o, más probablemente, como estructuras de exhibición visual. El paralelismo con reptiles actuales que presentan crestas o velas, como los basiliscos o los lagartos de vela del género Hydrosaurus, apunta a un papel en la comunicación visual y la selección sexual.

Holotipo de Istiorachis macarthurae gen. y sp. nov. (MIWG 6643). Tres cabezas costales dorsales izquierdas.

Un linaje en plena diversificación

El descubrimiento de Istiorachis coincide con un periodo de gran diversificación de los iguanodóntidos en el Cretácico inferior. Durante esta etapa, los ornitisquios herbívoros pasaron de una diversidad relativamente baja en el Jurásico a convertirse en un grupo dominante en Laurasia, antecedente directo de los hadrosaurios o “dinosaurios pico de pato”. La variación en la altura de las espinas neurales aparece precisamente en este contexto, con ejemplos tan espectaculares como Hypselospinus en Inglaterra o Ouranosaurus en Níger.

El análisis filogenético realizado por el equipo muestra que la elongación moderada de estas estructuras comenzó en el Jurásico tardío, dentro del grupo Ankylopollexia, y se hizo más común a partir del Berriasiense, hace unos 140 millones de años. La hiperalargación, como la que exhibe Istiorachis, se repitió de manera intermitente en distintos linajes del Cretácico, lo que sugiere que surgió de forma independiente varias veces.

Un fósil con nombre propio

El nombre de la nueva especie rinde homenaje a la navegante británica Ellen MacArthur, célebre por batir en 2005 el récord de la vuelta al mundo en solitario y fundadora de un proyecto benéfico para jóvenes con cáncer en la isla de Wight. El género, Istiorachis, combina las palabras griegas para “vela” e “espina”, en alusión a la silueta que habría mostrado el animal.

El ejemplar fue excavado en un nivel de la Formación Wessex conocido como Black Band, famoso por la abundancia de restos de dinosaurios. No obstante, parte del esqueleto se perdió debido a expolio antes de que pudiera ser recuperado por completo. Pese a ello, la preservación de las vértebras permite identificar varios rasgos diagnósticos únicos, como unas protuberancias en la cara ventral de una vértebra dorsal posterior que lo diferencian de otros iguanodóntidos.

La función de las velas en los dinosaurios

El debate sobre el papel de las velas en los dinosaurios lleva décadas abierto. En algunos casos, como el del carnívoro Spinosaurus, se ha propuesto un papel en la termorregulación o en el almacenamiento de grasa. Sin embargo, estudios recientes señalan que estructuras tan altas y poco vascularizadas difícilmente pudieron funcionar como “radiadores biológicos”. En el caso de los iguanodóntidos, el nuevo estudio insiste en que la explicación más plausible es la comunicación visual, ya fuera para atraer a posibles parejas o para diferenciarse de otras especies con las que convivían en la misma región.

Los investigadores subrayan que la aparición recurrente de espinas hiperalargadas en momentos de aumento de la diversidad de iguanodóntidos refuerza esta hipótesis. Unas velas prominentes habrían permitido a los animales reconocerse a distancia, marcar diferencias de especie o exhibir su tamaño frente a competidores.

Espina neural sacra y fragmento ventral de la vértebra sacra posterior.

Un fenómeno repetido en la evolución

El trabajo también revisa cómo la elongación de las espinas neurales ha aparecido en distintos grupos de vertebrados a lo largo de la historia. Desde los sinápsidos del Pérmico como Dimetrodon hasta dinosaurios tan dispares como los terópodos Concavenator o Acrocanthosaurus, pasando por saurópodos como Amargasaurus, la solución anatómica de elevar espinas vertebrales y generar estructuras visibles ha surgido en múltiples ocasiones. Esta convergencia evolutiva apunta a que las velas resultaban útiles como señales visuales, aunque las funciones precisas pudieron variar según el grupo.

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