La Fuente de la Juventud nunca existió, pero la historia decidió que uno de los conquistadores españoles más célebres la había buscado

Juan Ponce de León no buscó nunca la fuente

Héctor Farrés

7 de junio de 2025 14:30 h

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El barco ya había abandonado la costa cuando las órdenes del rey llegaron por fin. Juan Ponce de León se adentraba en aguas desconocidas sin saber que su nombre quedaría atado para siempre a una historia que no le pertenecía. No se mencionaba en su contrato ni en sus planes. Tampoco en sus mapas. Sin embargo, siglos después, acabaría protagonizando uno de los relatos más famosos de la exploración española en América: la supuesta búsqueda de la Fuente de la Juventud.

Aquel mito se le impuso con el tiempo, sin que pudiera defenderse. En vida, Ponce de León había perdido la gobernación de Puerto Rico por una maniobra política que favoreció a Diego Colón. Para compensarlo, la Corona le prometió el control sobre una isla sin cartografiar, Bimini, siempre que lograra hallarla por su cuenta y riesgo. La expedición partió en 1513 con el objetivo de ampliar los dominios españoles y encontrar nuevas riquezas, no de hallar aguas rejuvenecedoras.

Oviedo cambió los hechos con un relato que ridiculizaba a Ponce

Varios cronistas posteriores decidieron lo contrario. El más influyente fue Gonzalo Fernández de Oviedo, que plasmó en su obra Historia general y natural de las Indias un relato que ridiculizaba a Ponce como un conquistador crédulo, engañado por los relatos indígenas.

El relato del conquistador que buscaba el secreto de la juventud resultó más atractivo que los hechos comprobables

En sus palabras, Ponce habría oído hablar de unas aguas milagrosas en el norte del Caribe y, cegado por el deseo de juventud, emprendió una expedición inútil: “Y así, con gran diligencia buscó aquellas aguas, aunque de ellas nunca halló cosa alguna”.

No hay constancia de que se lo creyera. Ni en los contratos reales ni en sus escritos personales aparece ninguna mención a esa fuente. Según ha explicado el historiador J. Michael Francis, “todas las referencias que vinculan a Ponce con la Fuente de la Juventud aparecen años después de su muerte y nacen del desprecio que Oviedo sentía hacia él”.

Una historia inventada funcionó mejor que la verdad documentada

El origen de la historia tuvo más que ver con la sátira política que con un interés real por el rejuvenecimiento. Oviedo, aliado de los Colón, intentó desacreditarlo ante la Corte. Así, construyó el perfil de un explorador viejo, ingenuo y fácil de manipular, que perseguía fantasías en lugar de conquistas estratégicas.

A pesar de su falsedad, la historia del conquistador en busca de la juventud eterna ha sobrevivido gracias a su atractivo narrativo

La historia, sin embargo, prosperó. El relato resultó más atractivo que los documentos oficiales. En palabras de Ryan K. Smith, profesor de historia en Virginia, para National Geopgraphic “la gente se siente más atraída por la idea de buscar y no encontrar que por la posibilidad de que la fuente exista realmente”. Aunque no fuera cierta, la historia sobrevivió a los hechos.

En 1513, Ponce llegó a lo que hoy es Florida. Pensó que era una isla. La bautizó La Florida, por coincidir su llegada con la Pascua Florida. No fundó ninguna ciudad, pero dejó constancia del territorio para la Corona española. Años después, en 1521, regresó con la intención de establecer una colonia. Una flecha indígena le hirió en la pierna y murió poco después en Cuba. No tenía más de 47 años.

La leyenda terminó en un parque temático lejos del desembarco real

El mito siguió creciendo. A finales del siglo XIX, St. Augustine, la ciudad más antigua de Estados Unidos, construyó un parque alrededor de un manantial de aguas sulfurosas. Lo llamaron el Parque Arqueológico de la Fuente de la Juventud.

En realidad, Ponce de León jamás pisó ese terreno. Es más probable que desembarcara cerca de la actual Melbourne, a más de 200 kilómetros al sur y cerca de Orlando. Según ha señalado la arqueóloga Kathleen Deagan al mismo medio, “el lugar tiene relevancia histórica, pero no por la fuente, sino por los restos de una antigua misión española que se encuentran allí”.

Alguien decidió montar un negocio sobre algo completamente falso

La historia funcionó mejor que la verdad. El relato encajaba con una visión romántica de la conquista: la del explorador que, en lugar de oro, perseguía el secreto de la juventud eterna. Aunque carecía de base, ofrecía un relato más digerible y legendario para las generaciones futuras.

Actualmente, cientos de turistas beben cada día del pozo de St. Augustine con la ilusión de formar parte de aquella historia. El agua huele a azufre y no tiene efectos visibles, pero el hábito persiste. Lo cierto es que la Fuente de la Juventud nunca existió, aunque la historia haya decidido que uno de los conquistadores más célebres de España la buscó con esmero. Esa decisión convirtió una burla en mito y un mito en parte del imaginario histórico de América y España.

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