Tan lejos como se puede llegar sin salir de la Tierra: así queda Antigua Zelanda frente a Nueva Zelanda
Nueva Zelanda representa uno de los ejemplos más claros de un país remoto, separado de Europa por más de 17.000 kilómetros y casi un día completo de vuelo. Desde España, el viaje requiere combinar varios trayectos, esperas largas y cambios de huso horario que exigen paciencia y organización. La lejanía no solo se mide en horas de vuelo, sino también en la sensación de aislamiento que produce encontrarse en el extremo opuesto del planeta.
Esa distancia física y simbólica ha convertido al archipiélago en sinónimo de fin del mundo, de un lugar al que se llega tras cruzar medio globo. Con ello se entiende por qué su propia denominación, nacida en los mapas del siglo XVII, está ligada a otra tierra mucho más cercana a Europa.
Abel Janszoon Tasman incorporó esas costas a las rutas neerlandesas
El navegante neerlandés Abel Janszoon Tasman fue el primero en ver las costas de la actual Nueva Zelanda en diciembre de 1642, durante una expedición de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Tasman bautizó el territorio con el nombre de Zeeland, provincia marítima situada al noroeste de Amberes, en los Países Bajos. La distancia entre ambas zonas, de más de 17.700 kilómetros, ilustra la escala de los viajes coloniales de la época, que pretendían extender la presencia neerlandesa en el hemisferio sur.
Tasman, nacido en Lutjegast hacia 1603, había entrado al servicio de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales en la década de 1630. Tras varios viajes por el sudeste asiático, recibió del gobernador general Anthony van Diemen el encargo de explorar el hemisferio sur y determinar si Australia formaba parte de un continente mayor. Su travesía de 1642 a 1643 le llevó a recorrer el océano Índico, Tasmania y el Pacífico Sur, y a identificar por primera vez los archipiélagos de Tonga y Fiyi.
La Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, fundada en 1602, fue la primera gran empresa mercantil moderna. Tenía monopolio sobre el comercio entre el cabo de Buena Esperanza y el estrecho de Magallanes, y contaba con autoridad para firmar tratados, construir fuertes y mantener ejércitos propios. Bajo el mando de gobernadores como Jan Pieterszoon Coen y Van Diemen, la compañía consolidó el dominio neerlandés en el sudeste asiático y desplazó a los portugueses y británicos de las rutas más lucrativas.
El nombre se mantuvo tras el dominio británico como herencia histórica
La práctica de bautizar nuevos territorios con nombres europeos fue común durante la expansión colonial. Así surgieron lugares como Nueva Holanda, Nueva Ámsterdam o Nueva Orleans, reflejos de la proyección de los imperios comerciales. En este contexto, Nueva Zelanda conservó su nombre neerlandés incluso después de pasar a manos británicas, como recuerdo del alcance mundial de aquellos primeros exploradores.
Tasman realizó una segunda expedición en 1644, esta vez centrada en cartografiar las costas norte y oeste de Australia. Aunque no halló las riquezas que buscaba la compañía, su labor confirmó la separación entre Australia y el continente imaginado del sur. Con ello completó una de las primeras vueltas al hemisferio austral, dejando su nombre ligado a Tasmania y al descubrimiento de Nueva Zelanda, que sigue siendo uno de los lugares más apartados del planeta.
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