¿Cómo pasó un simple saludo impreso a convertirse en una tradición navideña mundial? Todo empezó con un británico que quería evitar largas cartas
En un escritorio lleno de sobres abiertos y plumas secas, un hombre revisaba una pila interminable de cartas que se acumulaban cada día antes de Navidad. La tinta manchaba sus dedos y los sellos se apilaban en el borde de la mesa, recordándole los compromisos que no podía atender. Aquel funcionario británico, llamado Henry Cole, se dio cuenta de que ninguna jornada bastaría para responder a todos sus remitentes.
En medio de ese momento de agobio, comprendió que necesitaba una fórmula que le permitiera mantener la cortesía sin dedicar horas a cada carta. Con esa preocupación en mente, comenzó a buscar una alternativa rápida y elegante para felicitar las fiestas sin dejar de cumplir las normas sociales de su tiempo.
Una idea pensada para salir del paso terminó marcando una costumbre en todo el mundo
Ese hombre impulsó en 1843 la primera tarjeta navideña como solución a la correspondencia festiva, un gesto que acabó originando una forma estable de saludo y una industria internacional. El funcionario británico afrontaba cientos de cartas sin responder en un contexto social donde el silencio epistolar se interpretaba como descortesía. Para resolver ese problema recurrió a un mensaje único reproducido en serie, que permitía mantener la formalidad sin dedicar horas a cada envío. Esa decisión convirtió una necesidad personal en un modelo replicable.
La adopción de la tarjeta fue lenta en sus primeros años porque el precio limitaba su alcance a círculos acomodados. La mejora de las técnicas de impresión y la reducción de costes a partir de la década de 1860 permitieron que el formato llegara a capas sociales más amplias. Con ello, el envío dejó de ser una costumbre reservada para unos pocos para convertirse en una práctica habitual durante las fiestas. El uso repetido consolidó la tarjeta como parte del calendario postal anual.
Ese paso abrió la puerta a una transformación económica que superó el marco doméstico. La tarjeta navideña dio origen a un mercado especializado en felicitaciones para distintas ocasiones, desde cumpleaños hasta aniversarios de todo tipo de acontecimientos. Empresas dedicadas a ese negocio comenzaron a producir diseños en grandes volúmenes y a distribuirlos a escala internacional.
La industria moderna tomó forma en 1915, cuando la empresa Hall Brothers, más tarde Hallmark, introdujo el formato plegado con sobre, que ofrecía más espacio para escribir sin recurrir a una carta completa. Ese estándar se consolidó a lo largo del siglo XX y dio lugar a una producción a gran escala, apoyada por sellos navideños y campañas postales específicas.
El diseño original sentó las bases de un mercado que acabaría siendo global
El contexto en que surgió la idea estuvo marcado por la reforma del correo británico. Cole participó en la implantación del sistema de tarifa única conocido como Penny Post, que facilitó el envío de cartas a un coste reducido. También colaboró en proyectos culturales como el Victoria and Albert Museum, lo que muestra su interés por la difusión pública de iniciativas útiles. Esa combinación de administración y divulgación favoreció la aceptación del nuevo formato postal.
La primera tarjeta se materializó gracias al encargo a John Callcott Horsley, que se decantó por la forma de un tríptico con una escena familiar central y dos imágenes laterales de ayuda a personas necesitadas. La tarjeta, impresa en cartón rígido de algo más de 13 por 8 centímetros, incluía espacios para escribir el destinatario y el remitente, junto a un saludo genérico de Navidad y Año Nuevo. Cole mandó imprimir 1.000 copias y utilizó parte de ellas para responder su correspondencia. El resto se ofreció a la venta, aunque el coste frenó su éxito inicial. Aun así, el modelo quedó establecido.
Con el tiempo, la tarjeta se difundió fuera del Reino Unido y se adaptó a contextos distintos, incluido el español, donde su uso se generalizó a finales del siglo XIX. La práctica se mantuvo al margen de referencias religiosas explícitas y priorizó el saludo social. Coincidió además con la popularización de obras como A Christmas Carol de Charles Dickens, que ayudaron a fijar la Navidad como un periodo de intercambio de mensajes y regalos.
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