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Unas elecciones a vida o muerte para Facebook: “Es imposible que lo de Cambridge Analytica nos vuelva a pasar”

Vista del logo de la red social Facebook. EFE/Julien De Rosa/Archivo

Carlos del Castillo

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Facebook sabe que no se puede permitir un nuevo escándalo electoral como el que protagonizó hace cuatro años con Donald Trump, Cambridge Analytica, el Gobierno ruso, la desinformación y las estrategias de supresión del voto de la población negra. Al menos, si quiere seguir manteniendo la estructura que la ha convertido en la quinta empresa más valiosa del mundo y evitar ser despiezada o intervenida por los poderes públicos que supervisan desde entonces sus movimientos. La batería de medidas para “anticiparse a los malos” anunciada hoy por Nick Clegg, vicepresidente de Facebook, está diseñada con ese objetivo.

“Es imposible que eventos como el de Cambridge Analytica vuelvan a pasar”, ha asegurado Clegg en una conversación con periodistas en la que ha participado elDiario.es. “Hace cuatro años teníamos menos recursos. Ahora tenemos un programa con 75 medios independientes de verificación de datos, más alertas para los usuarios y políticas claras que nos permiten interferir el discurso del odio y las redes de cuentas falsas”, ha enumerado el ex viceprimer ministro británico, fichado por Mark Zuckerberg en 2018 para gestionar la crisis política de Cambridge Analytica, la consultora que trabajó para la campaña de Trump.

Uno de los puntos más criticados de la estrategia del equipo de campaña Trump fueron sus tácticas para desincentivar el voto de la población negra y los colectivos que, a su juicio, eran menos proclives a apoyarle. En vez de intentar conseguir su apoyo u olvidarse de ellos para concentrarse en su público afín, Trump desató durante meses una campaña de propaganda opaca y desinformación para conseguir que tampoco votaran a su rival, Hillary Clinton. Gran parte de los fondos que invirtió en las redes se volcaron en Facebook con el solo objetivo de impedir que fueran a las urnas o votaran por la candidata verde (que no tenía ninguna opción de ganar) mediante cuentas y páginas falsas que fingían ser parte de esos colectivos e intentaban generar desafección política.

Para impedir que ocurra de nuevo Facebook ha aplicado mecanismos de transparencia de los anuncios políticos, que obligan a todo aquel que publique esta propaganda a identificarla como tal y revelar quién la financia, ha asegurado Clegg. También ha reforzado el equipo que persigue estos comportamientos con 35.000 personas y la colaboración de expertos independientes.

Facebook prohibirá a su vez la publicación de nuevos anuncios políticos en la semana previa a la cita con las urnas o la creación de un “centro de control electoral para dar una respuesta más rápida a las amenazas que lleguen”. Otra medida a la que conceden la máxima importancia, ha asegurado Clegg, es el acuerdo con la agencia de noticias Reuters y otras organizaciones para impedir que se generen bulos sobre los resultados durante la noche electoral: “También recordaremos a la gente antes de las elecciones que no deberían confiar en que se publiquen instantáneamente los resultados”.

Lo que Facebook no está dispuesta a cambiar es su política sobre los mensajes basados en desinformación. No los eliminará ni borrará, pero sí los etiquetará como bulos cuando los verificadores independientes hayan identificado como tal la información que reproducen, algo que disuade de pinchar en ellos al 95% de los usuarios. Aquí Clegg ha citado expresamente el bulo que Trump ha agitado en los últimos meses sobre un supuesto fraude en el voto por correo. “Pondremos una etiqueta que recuerde que el voto por correo es fiable”.

“Disuadir” a 3,5 millones de americanos negros a través de Facebook

Las declaraciones de Clegg llegan horas después de que el canal público británico Channel 4 accediera, en exclusiva y tras dos años de investigación, a la base de datos que utilizó la campaña de Donald Trump para hacer anuncios personalizados en Facebook y otras plataformas en 2016. Con cinco terabytes y más de 5.000 archivos con información sobre 200 millones de votantes de Estados Unidos, así como sobre los algoritmos que los segmentaban en ocho categorías diferentes, es una de las mayores filtraciones periodísticas hasta la fecha.

Esa categorización buscaba diseñar mensajes personalizados y lograr que los impactos con anuncios políticos o desinformación fueran lo más efectivos posible en cada grupo. Una de esas categorías empleada por la campaña de Trump recibía el nombre de “Deterrence” (“disuasión”, un término que en inglés se usa también en terminología militar). Contenía datos de 3,5 millones de estadounidenses afro-americanos y de otras minorías. El objetivo de los republicanos era desmovilizarlos: convencerlos de que no fueran a votar con mensajes sobre el racismo estructural de la democracia estadounidense y otros diseñados para provocar escepticismo sobre el proceso electoral.

Facebook fue clave tanto para que la campaña de Trump consiguiera los datos personales de los votantes de EEUU con los que diseñar y orientar esos mensajes como para distribuirlos entre los usuarios. Se estima que los republicanos lanzaron unas seis millones de versiones distintas de anuncios personalizados a través de Facebook. La red social les cobró 40 millones de euros por ello.

En el equipo que desarrolló esa estrategia digital para el presidente de EEUU se integraba incluso un trabajador de Facebook, recuerda Channel 4. Los demás integrantes pertenecían a la firma británica Cambridge Analytica y al partido republicano. La Casa Blanca, el partido republicano y el equipo que trabaja para la reelección del presidente estadounidense se han negado a hacer declaraciones para la cadena, que recuerda que “dos miembros del equipo de Cambridge Analytica están trabajando en la campaña Trump 2020”.

La aplicación de estas estrategias al contexto político español es un buen ejemplo de lo que pretenden conseguir. Justo antes de las elecciones de noviembre de 2019, una investigación de elDiario.es reveló cómo una trama a favor del PP en Facebook se hizo pasar por simpatizantes de otros partidos para desmovilizar a su electorado. A través de múltiples páginas que fingían estar gestionadas por votantes de PSOE y Unidas Podemos, pero también de Ciudadanos y de Vox, personas con vínculos con el PP resaltaban las debilidades de sus líderes y las incongruencias de su discurso político, pero sin llamar en ningún momento al voto para el partido de Casado.

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