Juanjo Tara, ingeniero informático: “El siguiente paso de la tecnología es pasar la pequeña gran frontera que es la piel”
Juanjo Tara, ingeniero informático, diseña dispositivos implantables en humanos desde 2016. Él, en concreto, tiene dos implantados, uno en cada mano. Cada vez que pasa una de sus manos por su teléfono, como hace durante la entrevista para hacer una demostración, se enciende una luz LED parpadeante debajo de la piel, indicando que el dispositivo está siendo usado. Pero utiliza un reloj analógico, porque considera que la utilización de la tecnología es una decisión personal y libre.
Con 19 años salió de Almería para empezar a formarse. Desde entonces, ha vivido en Madrid, Bruselas, Oslo, Estocolmo y China. Ahora, con 35, ha vuelto a la ciudad en la que nació para establecer la oficina de ingeniería de su empresa, DSruptive, que se dedica a vender implantables tecnológicos para humanos desde su lanzamiento, hace un año, y desde Suecia, donde tiene su sede.
Con su tecnología, que por ahora solo venden a empresas, el usuario puede entrar en su edificio de oficinas, hacer fotocopias o abrir su cuenta de LinkedIn en un móvil al que acerque su mano. Juanjo Tara asegura que esto es solo el principio. En la actualidad están desarrollando dos proyectos en paralelo, uno de ellos directamente relacionado con la sanidad, como por ejemplo, para que el dispositivo sea capaz de medir la temperatura corporal del usuario. El emprendedor y mentor de Open future de Telefónica contesta a las preguntas de elDiario.es días después de haber cerrado una ronda de financiación de 400.000 euros para seguir con el proyecto. “Podría usarse para monitorear la propagación de una epidemia como el virus COVID-19”, se puede leer en la página web de DSruptive.
Además, la pandemia de COVID-19 hizo viral la pregunta sobre si era posible que a través de una vacuna se implantara un chip en las personas. Juanjo Tara fue uno de los expertos que lo desmintió.
¿Cómo empezó a interesarse por este tipo de dispositivos?
Pienso mucho en la evolución tecnológica. Al principio, se necesitaba un ordenador de mesa. Luego, se pasó a la era del ordenador personal y se convirtió en una herramienta más. De eso hemos pasado al móvil, coche y relojes inteligentes… Cada vez la tecnología se acerca más al cuerpo. El móvil lo puedes separar, pero un smartwatch ya está sobre el cuerpo. El siguiente paso de la tecnología es pasar la pequeña gran frontera que es la piel.
Yo creo que va a llegar, aunque la pregunta es cuándo. Si preguntamos a la gente, puede contestar que en veinte años, pero si tenemos la tecnología ahora, se puede empezar a desarrollar. Va a llegar porque cada vez queremos saber más de nosotros, queremos más información. Será nuestro dispositivo u otro, pero va a pasar.
En España eso puede sonar un poco a ciencia ficción.
En Suecia hay unas 10.000 personas con un dispositivo implantado. Estamos vendiendo miles de unidades a Japón y Estados Unidos. En Londres empieza a moverse también. Es cuestión de tiempo. Requiere un esfuerzo para que en cada país haya empresas que promuevan, vendan, distribuyan… y cada país tiene una legislación diferente. Pero va a llegar y, mientras llega, nosotros hemos decidido apostar por la parte médica. Estamos trabajando en un dispositivo nuevo que todavía no podemos decir qué va a hacer, pero podemos decir que ya estamos haciendo los ensayos clínicos en el hospital de Estocolmo. Entendemos que por ahí, por la sanidad, puede haber mucho más impacto a nivel sociedad.
¿Cuáles son las actuales funciones del dispositivo?
Este dispositivo fue una prueba de concepto, mi demostración de que podemos hacer una tecnología nueva o que todavía no estaba desarrollada. En Suecia, el tren lo tiene integrado, puedes llevar el billete en el dispositivo y pasar la mano para entrar. En el centro de oficina de negocios donde estamos, no se lleva tarjeta, se entra pasando la mano. Igual que en las máquinas de vending, para entrar al despacho, hacer fotocopias o traspasar información. Puedo poner información de mi LinkedIn y pasarlo por tu móvil y que lo lea. Es como una tarjeta, que utiliza tecnología NFC.
¿Se puede utilizar para pagar? Suecia espera operar “sin efectivo” para el año 2023.
Ahora mismo, para pagos tradiciones como con Visa o Mastercard no, porque hace falta hacer una certificación con ellos, aunque imagino que llegará un momento en el que se consiga.
¿Cómo funciona el dispositivo? ¿Qué tipo de información almacena?
La información se la mandas tú a través de una aplicación de móvil. Se puede encriptar y poner contraseña o que una parte sea pública y otra privada. Tiene muchas configuraciones. Es un dispositivo pasivo, de dos kilobytes de memoria, que solo funciona cuando lo acerco al NFC. Mientras, está apagado, como si no existiese. No tiene botones y nosotros no queremos que sea un dispositivo que esté constantemente encendido. Queremos que se active cuando el usuario lo decida, para que no pierda el control de la tecnología. Tenemos una serie de valores éticos que no queremos pasar.
Ningún dispositivo puede ser implantado forzosamente. Es decir, ninguna empresa puede obligar a nadie a ponérselo. Intentamos que el proceso sea super transparente para que quien lo tenga sea porque él ha decidido tenerlo. Es la base de nuestro trabajo, como entendemos que estos dispositivos tienen que funcionar. Que no nos suene a la serie Black Mirror.
¿Cómo ha afectado la COVID-19 a vuestro proyecto?
El coronavirus ha conseguido poner la salud en el punto de mira de la opinión pública, que haya una conciencia de que la salud es lo más importante. A largo plazo, la pandemia va a marcar una generación.
Lo que ha hecho esta situación ha sido acelerar la digitalización, porque con el confinamiento hubo una hipernecesidad de comunicación a través de la tecnología, y eso ha hecho que la curva de aprendizaje fuese exponencial, aunque la brecha digital se ha notado bastante. Al final si la tecnología cubre una necesidad que realmente tenemos, la vamos a usar, el problema es que estamos sobresaturados de tecnología sobre cosas que no necesitamos.
Por ejemplo, si el día de mañana tenemos que usar unas lentillas o gafas de realidad virtual porque es el siguiente paso para comunicarnos como es el Whatsapp de ahora, vamos a aprenderlo, porque al final lo que te aporta es mucho más que las desventajas. Ahora, continuamos haciendo un juicio de valor sobre la tecnología, pero el esfuerzo cuando es natural está bien.
En vuestro campo, ¿cómo se conectan la parte de tecnología y la salud?
Si empezamos a usar tecnología implantable electrónica que dura de entre 30 a 50 años, lo mismo podemos aportar nuevas soluciones frente a las medidas temporales actuales. Si conseguimos desarrollar un dispositivo que puede estar toda la vida contigo, que te va a medir parámetros médicos cuando los necesites… podemos llegar a una salud 2.0. Un tipo de tecnología que aprende para ti.
Ahora, por ejemplo, si una persona necesita hacerse una prueba médica, la prueba se realiza en un lugar y momento determinados. Y ya está. Es una fotografía en un instante, pero lo mismo, por lo que sea, puede que esa no sea la imagen real. No hay un dispositivo que haga un seguimiento a diario. Por ahí es por donde nosotros queremos enfocarnos. Pero, como he dicho antes, sin que sea algo invasivo.
¿En qué punto de vuestro nuevo proyecto os encontráis?
Ahora estamos en el foco de sanidad. Primero queremos certificar todo, que sea compatible con el cuerpo humano, hacer todas las pruebas de compatibilidad que necesitamos… Pasar las certificaciones de calidad. El cristal es biocompatible, la cápsula donde está la tecnología es un cristal médico de implantes, solo que nosotros lo diseñamos y hacemos a nuestra medida. No tiene ningún tipo de rechazo porque está probado médicamente y se usa desde que se empezaron a hacer implantes médicos.
¿Si los dispositivos están relacionados con la salud de las personas serán más fácilmente aceptables por la sociedad?
Un marcapasos por ejemplo. Un marcapasos lo tenemos asumido como normal. Es curioso porque mucha gente piensa que vamos a ser cíborg. Pero, ¿cuál es el concepto del cíborg? Porque si tu tienes un marcapasos, ¿eres un cíborg o no? ¿Dónde está el límite? ¿En si usas algo porque estás enfermo o si solo lo usas para ampliar tus capacidades? Hay preguntas que todavía no están resueltas. Todavía queda mucho trabajo por hacer y al final va a ser una decisión personal usarlo o no.
¿Cómo podría ayudar vuestro dispositivo a la salud? ¿Qué ventajas tendría?
Yo soy muy optimista con esto, porque entiendo lo que puede ayudar, no solo en los países más desarrollados. Imagina un implante low cost para detectar enfermedades en países con menos potencial económico. Yo creo que puede ayudar muchísimo el tener a una persona con un dispositivo a través del cual se le pueda tratar o diagnosticar determinadas enfermedades durante 30 años. Aunque sea detectarlo, yo creo que tiene muchas posibilidades y mucho potencial para mejorar la salud de todo el mundo.
¿Cuál es el público objetivo de vuestro actual dispositivo?
En 2017, hicimos una prueba en un centro comercial en Gotemburgo. Ofrecimos 500 euros de crédito para gastar en los comercios a cualquier persona que quisiera ponerse un implante. Pusimos nuestros terminales, que no eran de pago real pero valían como dinero que luego se canjeaba. Esperábamos que el resultado iba a ser: 90%, hombres jóvenes de 20 a 40 años. Y luego vimos el mismo porcentaje entre hombre y mujeres, con edades comprendidas entre los 22 a los 67 años. Cada uno le ve su ventaja al dispositivo. Uno decía que era muy cómodo, otro que podía vacilar… cada uno tiene su objetivo, su concepto. Esa fueron otras de las razones en las que dijimos “igual esto no es solo para nerds”.
Ya ha pasado el momento del “wow” a pensar que es usable, cómodo y práctico. En este momento, yo lo veo muy parecido a cuando se inventaron los ordenadores, que era una tecnología muy primitiva. Siento que ahora está en esa etapa y que es el primer paso para profesionalizar todo y estar dentro del mercado.
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