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Sobre este blog

En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

Transdisciplinariedad: una asignatura pendiente

Historiador ambiental de la Universitat de Barcelona
Científicos.

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A pocas semanas de conocerse la primera entrega del último informe del IPCC, filtrada por anónimos miembros de Scientists Rebellion, y a la espera de los que seguirán, es buen momento para recordar que entre los siete grandes retos definidos por la estrategia europea de investigación hay cuatro directamente relacionados con la emergencia climática y la crisis ambiental global (acción por el clima, transición energética, transporte sostenible, bioeconomía y agricultura sostenible). Resolverlos es condición ineludible para conseguir los otros tres (salud, y sociedades inclusivas, seguras y libres).

Esa lista no responde a las disciplinas académicamente establecidas, y para abordar tales retos la Comisión Europea pide a la comunidad científica que se ponga a trabajar en equipos multidisciplinares. Por ejemplo, la economía sólo se menciona en la acepción de “bioeconomía”, lo que requiere que economistas, biólogos y agrónomos trabajen conjuntamente. Para abordar esos problemas sistémicos y transdisciplinarios, la nueva ciencia de la sostenibilidad debe reunir equipos amplios y publicar conjuntamente resultados. No es otra nueva disciplina más, sino donde todas las demás deben encontrarse para abordar proyectos comunes.

Pero subsiste una gran aversión hacia eso. Cada disciplina permanece encerrada en sí misma, publicando y leyendo sólo las revistas de su especialidad. Y cuando se trata de incorporar nuevo talento, se reacciona penalizando a quienes se atreven a cruzar líneas disciplinarias y adentrarse en terrenos ignotos para quienes les evalúan. La ciencia de la sostenibilidad ha dado origen a subdisciplinas híbridas con sociedades científicas, congresos internacionales y revistas de impacto como en economía ecológica, agroecología, ecología industrial, ecología humana, ecología del paisaje, ciencias ambientales, sociología ambiental, geografía ambiental, historia ambiental, psicología ambiental, educación ambiental, etnoecología, o ecología política. Pero salvo institutos singulares como el ICTA en Barcelona o el BC3 en Bilbao, no existen departamentos ni áreas de conocimiento con tales nombres en las universidades y centros de investigación en España. 

La única posibilidad de desarrollar una carrera académica en esos nuevos campos es la benevolencia y apertura de miras de esos departamentos unidisciplinares heredados del siglo pasado. A veces eso ocurre, como ha sido mi caso como historiador ambiental que aplico análisis bioeconómicos a los sistemas agrarios del pasado y el presente en un departamento de historia económica de una Facultad de Economía y Empresa. Pero aun sintiéndome muy afortunado y agradecido, no dejo de vivir mi condición de historiador ambiental como un ostracismo académico. La historia ambiental no existe como tal en el sistema de ciencia en España. Vamos a congresos y publicamos, pero no existimos.

El problema es que eso se paga. Lo pagan los jóvenes investigadores que se sienten atraídos por esos nuevos campos, y cuando se presentan a contratos o concursos públicos se encuentran con evaluadores que les cierran el paso con el argumento de “eso no es de mi disciplina”. En la última convocatoria de contratos postdoctorales Juan de la Cierva tres jóvenes investigadores avalados por nuestro proyecto han sido rechazados pese a que las puntuaciones del equipo han sido muy altas. En un caso, la candidata presentaba su propuesta por geografía ambiental y acabó siendo puntuada por la subárea de “comunicación”. Otro candidato se presentó por economía aplicada y fue evaluado por la subárea de “agricultura y forestal” en “ciencias agrarias y agroalimentarias”. La tercera candidata entró en el área de “ciencias y tecnologías medioambientales” y fue derivada a la subárea de “ciencias de la tierra y el agua”.

En la economía ese comportamiento puede llegar a extremos preocupantes, como cuando se excluye a candidatos por publicar en Ecological Economics u otras revistas cuyos factores de impacto las sitúan entre el 25% de esa área con mayor número de citas (el primer cuartil), con el argumento de que “en nuestra área sólo cuenta publicar en esas cinco revistas” (las de la cuerda ideológica del grupo correspondiente). Esos mismos economistas predican que la ausencia de una estructura de incentivos claros e iguales para todos conduce a la ineficiencia y la corrupción, pero cuando se atribuyen unas reglas distintas a las de toda la comunidad científica para reproducir sus ortodoxias no se aplican el cuento. 

En las humanidades hay un profundo rechazo a los criterios bibliométricos de impacto académico. Pero salvo contadas excepciones, como en prehistoria y arqueología, la aversión al trabajo en equipo es tal que publicar en coautoría se considera un demérito. A quienes presentan currículums con publicaciones firmadas por varios autores se les penaliza, ignorando que para publicar en esas revistas de gran impacto científico y relevancia social hay que trabajar en equipos de investigación multidisciplinares. Y si se trabaja en equipo, se publica en coautoría tal como establecen las normas europeas e internacionales al respecto. Tanto en las humanidades como en la economía el trabajo en equipo brilla por su ausencia y está mal visto.

Nadie duda que cada disciplina debe seguir sus propios programas de investigación, y que las disciplinas híbridas deben interaccionar con sus disciplinas-madre. Pero la sociedad que paga nuestra tarea tiene derecho a pedirles que dejen espacio a recursos humanos y proyectos que estudien los grandes retos sociales de nuestro tiempo. Cuanto más interaccionen con sus nuevas disciplinas híbridas, más aire fresco entrará en las disciplinas-madre ayudándolas a descubrir nuevas metodologías para tratar la complejidad de los sistemas naturales y sociales de forma conjunta. Y viceversa, conviene que los grupos de investigación pluridisciplinares interaccionen con cada disciplina que les acoja (por lo que a largo plazo no es buena solución que la ciencia de la sostenibilidad se limite a algunos institutos de investigación punteros al margen del resto del sistema universitario, aunque su existencia siga siendo necesaria). Los Ministerios de Ciencia e Innovación, y de Universidades, deberían considerar ese problema y poner medidas que ayuden a romper la cerrazón académica unidisciplinar que padece todo el sistema de ciencia en España. No ponerle coto significa perder muchas oportunidades para participe en la búsqueda de soluciones a las transiciones ecológicas que necesitamos abordar urgentemente, como la transición agroecológica que ya está en el tintero de próximas convocatorias de programas europeos de investigación. 

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En este blog se agrupan intelectuales, académic@s, científic@s, polític@s y activistas de base, que están convencid@s de que la crisis de régimen que vivimos no podrá superarse si al mismo tiempo no se supera la crisis ecológica.

Queremos que la sociedad, y especialmente los partidos de izquierda y los nuevos proyectos que hoy se están presentando en nuestro país, asuman alternativas socioeconómicas que armonicen el bienestar de la población con los límites ecológicos del crecimiento.

Coordinan este blog José Luis Fdez. Casadevante Kois, Yayo Herrero, Jorge Riechmann, María Eugenia Rodríguez Palop, Samuel Martín Sosa, Angel Calle, Nuria del Viso y Mariola Olcina, miembros del grupo impulsor del manifiesto Última Llamada.

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