UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
Una vida queriendo existir
“Gracias por haber venido hasta aquí a escuchar mi historia. Nunca pensé que podría interesar a nadie”.
Hiam Abu Suareh saluda agradeciendo. Lleva años siendo invisible y casi haciendo esfuerzos por serlo, sobre todo desde que se convirtió en una mujer divorciada a cargo de sus dos hijos, una etiqueta complicada de sobrellevar en la franja de Gaza.
“Tengo 50 años, soy divorciada y vivo en Gaza. Se acabó. Aquí es como si mi vida se hubiera terminado”.
Hiam parece pensar en voz alta mientras vuelve a concentrarse en el bordado de un mantel que recibió como encargo y que está casi terminando. Es una mujer menuda, vestida con colores oscuros y con la mirada siempre baja. Su rostro diminuto, demacrado y con gesto melancólico asoma tras su velo, su bufanda y su túnica.
Esta madre de familia no está acostumbrada a hablar de su vida ni a ahondar en sus problemas. La entrevista se realiza en un “lugar seguro”, un centro de apoyo y promoción de la mujer en el que Hiam trabaja desde hace varios años haciendo dulces y bordando.
“Llego todos los días a las ocho de la mañana, arreglo un poco la cocina y espero a que vengan los clientes a hacer sus pedidos. Cocinamos y preparamos todo y a las 2 hemos terminado. Al final de mes reunimos todo el dinero que hemos ganado y lo dividimos. A veces recibo 100 euros, otras veces, como el pasado mes de Ramadán, 300”.
El centro, financiado con la ayuda de diversas organizaciones extranjeras, es para los lugareños solamente un sitio donde pueden encargar dulces, pero para Hiam, las otras 20 mujeres asalariadas y las cerca de 1.000 que han recibido en los últimos años algún tipo de ayuda o formación en este lugar, es mucho más que eso.
“A mí me ha salvado la vida y me ayuda a subsistir. Si no hubiera existido estaría en casa sola, cosiendo, ayudando a mi madre… No podría ni salir a respirar. Por eso pienso que este centro me estaba de alguna manera esperando”.
Hiam va desgranando las dificultades diarias a las que se enfrenta desde hace 15 años cuando decidió abandonar a su marido tras incontables palizas y vejaciones. “Nadie me hubiera contratado por ser divorciada, no puedo ni salir a hacer la compra sola ni mucho menos pensar en vivir independizada. Todo el mundo sabe quién soy y así es la vida aquí”.
“Aquí” es el pueblo palestino de Zawaida, al sur de la ciudad de Gaza, una comunidad tradicional de unas 15.000 personas donde todos conocen la vida de sus vecinos y donde el divorcio es una mancha para la familia entera.
“Es una sociedad injusta. El problema muchas veces no es la familia, sino el vecino, los conocidos y lo que dirán de mujeres como yo. Hay días en que termino de trabajar y espero aquí cerca un taxi colectivo que me lleve a casa. A menudo me encuentro con algún vecino o conocido en la parada. Me ven y miran el reloj como diciendo: ‘son las tres de la tarde y una mujer divorciada como tú debería estar en su casa’. Me miran mal por haber dejado a mi marido”.
Nadie en su familia sabe que Hiam ha dado esta entrevista y probablemente nunca se enteren. Con el paso de los años y su trabajo diario en este centro, esta mujer ha logrado perder parte de su miedo, comenzar a tomar pequeñas decisiones sola y reparar su maltrecha autoestima. Aun así, sigue siendo una mujer profundamente triste.
“Yo tuve suerte porque pude volver a casa de mi madre con mis dos hijos después del divorcio. Pero me recibieron porque también les soy útil. Mi madre apenas puede andar y mi hermano está en una silla de ruedas después de un accidente. Necesitan a alguien que les cuide y además yo empecé a traer dinero a casa. Si no, las cosas hubieran sido diferentes”.
Toda la familia de Hiam vino de Jordania a principios de los 90. Hiam había nacido y crecido en un campo de refugiados de Amman después de que sus padres salieran de un pueblo palestino cercano a la actual ciudad israelí de Ashdod. Un tío estaba viviendo en Gaza y toda la familia se instaló en la Franja, con un anhelo de tranquilidad y prosperidad. Al poco tiempo, Hiam se casó y tuvo dos hijos que hoy tienen 24 y 21 años. A sus desgracias y preocupaciones se añade que el menor recibió una bala perdida en la cabeza en el patio del colegio hace ocho años. Salvó la vida, pero tiene secuelas que le hicieron dejar la escuela y pasar buena parte de sus días encerrado en casa.
La familia nunca recibió una indemnización porque el incidente no se aclaró ni se considera una herida de guerra. Probablemente la bala fue disparada al aire durante un funeral o una manifestación y alcanzó al chico por error. “Nadie se ha hecho responsable”, lamenta Hiam.
Por ser divorciada, Hiam recibe una pequeña pensión de 2.100 shekels por trimestre (525 euros). Con esa pensión, una ayuda alimentaria de UNRWA y su salario sobrevive toda la familia: desde su madre, hasta su sobrino pequeño. En algunos momentos del año, su hijo mayor ayuda en las granjas cercanas y trae dinero a casa. No tienen ningún contacto con su ex marido, que vive en la que fue la casa familiar, a poca distancia. “Al decidir divorciarme, perdí todos los derechos sobre esa casa. Él se ha desentendido totalmente de nuestros hijos, que se han olvidado del rostro de su padre. Pero mejor así, estaba loco, solo nos hizo daño”, resume Hiam.
El 74,5% de las mujeres están desempleadas en Gaza
Según cifras oficiales palestinas, el desempleo en la franja de Gaza fue de 52% en 2018 pero supera el 67% entre los jóvenes de menos de 26 años y el 78% entre los palestinos con estudios universitarios. El paro afecta también al 74,5% de las mujeres en edad de trabajar. Sin embargo, el porcentaje de mujeres gazatíes que se han incorporado al mercado laboral en los últimos años va en aumento pese al contexto social y económico complicado de la franja. Algunas de ellas también dirigen, gracias al apoyo de ONGs, pequeños negocios como abastos, tiendas de ropa o talleres de costura. El objetivo es que puedan ser lo más independientes posible en una franja de Gaza donde los derechos de la mujer son a menudo eclipsados e ignorados.
Dentro del laborioso proceso de restauración de su autoestima, Hiam quiso, hace algunos años, realizar su sueño de joven: convertirse en maestra. Gracias al apoyo de organizaciones humanitarias pudo estudiar cuatro años en la universidad, gran parte de ellos a distancia, porque no podía acudir a clase cada día. “Incluso a los exámenes tenía que ir acompañada por uno de mis hijos porque está mal visto que una mujer divorciada vaya sola”, recuerda. Logró su título en 2011 y desde entonces se esfuerza para ser contratada en alguna escuela, aunque sea para realizar una suplencia, pero por ahora no ha tenido suerte.
Después de preparar varios kilos de galletas rellenas con pasta de dátil, bizcochos y tartas por encargo, la hora de irse a casa ha llegado. Hiam ha trabajado casi ocho horas, pero tiene por delante otra larga jornada: limpiar la casa, ocuparse de su madre y de su hermano, cocinar y cuando todos duerman, seguir cosiendo un rato. La perspectiva le produce un gesto de cansancio y resignación.
“¿Qué vida me gustaría tener?”. Repite la pregunta dirigida a ella y se echa a llorar. Tarda en responder y dice que hace tiempo no sueña con cosas bonitas o piensa únicamente en ella. “Me encantaría tener mi casa, mi propia casa. Y vivir en ella sola con mis hijos, lejos de las miradas de la gente”.
Sobre este blog
UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.
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