La isla brasileña donde hay tantas serpientes venenosas que nadie puede pisarla sin un médico al lado

Además del aislamiento, la degradación del hábitat, la endogamia y el tráfico de fauna han mermado la población de Bothrops insularis

Héctor Farrés

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A simple vista, las aguas cristalinas que rodean la isla no dan pistas de lo que hay dentro. Bajo el azul del Atlántico, los restos del barco Rio Negro yacen entre corales, visibles incluso desde la superficie. La embarcación se hundió en 1893, arrastrada por el mal tiempo, sin dejar más huella que su esqueleto oxidado. No fue la única: cuarenta años después, el Tocantins acabó igual, con sus 4.000 toneladas atrapadas frente a la misma costa. El paisaje apenas ha cambiado desde entonces, y eso incluye también a los habitantes de tierra firme.

Una serpiente letal y única ha convertido la isla en un enclave cerrado al mundo

El trozo de selva que forma la isla de Queimada Grande, en la costa de São Paulo, se mantiene cerrado al mundo exterior por una razón concreta: es el único lugar donde habita la Bothrops insularis, una serpiente venenosa cuya mordedura puede provocar fallos renales, necrosis de tejidos y hemorragias internas. Según datos recogidos por la UICN, este reptil está clasificado en peligro crítico de extinción y se estima que quedan entre 2.000 y 2.500 ejemplares. Su veneno es hasta cinco veces más potente que el de sus parientes del continente y ha despertado el interés de laboratorios que investigan su uso en tratamientos para enfermedades cardiovasculares.

En sus 43 hectáreas de vegetación espesa, Queimada Grande alberga hasta una serpiente por metro cuadrado

El origen de esta especie se remonta a hace unos 10.000 años, cuando un aumento del nivel del mar separó el actual islote del continente. Confinadas en un ecosistema sin mamíferos, las serpientes se adaptaron para cazar aves migratorias. Esa presión evolutiva modificó tanto su comportamiento como su biología. Al no disponer de muchas oportunidades para alimentarse, necesitaban que el veneno actuase con rapidez. Así lograron sobrevivir a un entorno con recursos limitados y gran competencia entre ellas.

El espacio es reducido: solo 43 hectáreas de vegetación densa. Por eso, aunque el número total de serpientes no es tan alto, la densidad puede resultar llamativa. Se ha llegado a calcular que existe una por cada metro cuadrado. Sin embargo, no siempre resulta fácil verlas, ya que se camuflan con facilidad entre hojas, ramas y troncos. En ese entorno aislado, las amenazas no solo vienen del exterior. Las enfermedades, la degradación del hábitat y la endogamia también han afectado a la población, reduciendo sus cifras a la mitad en pocas décadas.

Otra de las razones que ha empujado a la especie a este punto es la caza ilegal. Algunas redes del mercado negro pagan entre 10.000 y 30.000 dólares por un solo ejemplar, lo que ha convertido a la isla en un objetivo para traficantes de fauna. En 1985, el Gobierno brasileño cerró el acceso al lugar con un decreto que lo declara Área de Relevante Interés Ecológico. Solo pueden entrar investigadores autorizados, con permiso explícito y acompañados por personal médico que pueda actuar de inmediato en caso de accidente.

El confinamiento natural de Queimada Grande ha protegido a la Bothrops insularis durante siglos

Aunque el acceso está restringido, una vez al año una brigada de la Marina visita Queimada Grande acude para hacer el mantenimiento del faro. Esta estructura fue automatizada en 1918, cuando se decidió retirar a los fareros que hasta entonces vivían allí. Hoy no queda rastro de aquellas casas, y tampoco hay agua potable, lo que hace aún más difícil cualquier permanencia prolongada.

Las condiciones del terreno y el mar han reforzado su aislamiento hasta convertirlo en un lugar casi inaccesible

La falta de puerto natural, el terreno abrupto y las condiciones meteorológicas complican aún más cualquier intento de desembarco. La isla no cuenta con playas, sino con acantilados y rocas puntiagudas que dificultan cualquier aproximación. A eso se suma el desconocimiento general que existe sobre su interior, ya que, por motivos de seguridad, apenas se han hecho documentales o estudios visuales a gran escala.

Las comunidades cercanas, como las de Itanhaém o Peruíbe, conocen bien las historias vinculadas al lugar. Algunas versiones hablan de fuegos intencionados para acabar con las serpientes y plantar cultivos, posiblemente plátanos. Otras relatan naufragios, pérdidas y exploradores que nunca regresaron. Aunque hay pocos datos verificables sobre estos relatos, sí se sabe que hubo intentos de modificar el uso de la isla en el pasado, todos ellos sin éxito.

El aislamiento ha sido su mayor barrera y también su salvavidas. Sin conexión con el continente, la Bothrops insularis ha podido sobrevivir, pero con un margen cada vez más estrecho. Su existencia depende de un equilibrio frágil entre conservación, investigación y protección. Y aunque el mundo exterior apenas sepa que existe, es uno de los reptiles más estudiados y codiciados del planeta.

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