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Encuestas, cloacas e intereses bastardos

Iglesias critica que "las cloacas eran una máquina de mentir"

Rosa María Artal

Un clásico en las elecciones son los sondeos de opinión, constituidos cada vez más como promotores de tendencias. Con cierto éxito como influencia, a pesar de sus muchas equivocaciones. Y entre ellos sobresale la macroencuesta del CIS, realizada con más de 16.800 entrevistas. Buena parte de las restantes suelen tener entre 800 y 600, aunque copen titulares. El Centro de Investigaciones Sociológicas nos avanza que… todo puede pasar, a tenor de las anchas horquillas que ofrece. Para cumplir el rito al completo, sus barómetros son ampliamente criticados y objeto de chanzas.

Sí llama la atención la espectacular bajada del PP: pierde uno de cada dos votantes. El PSOE crecería hasta obtener 138 diputados desde 85. En porcentajes el partido de Pedro Sánchez (30,2%) dobla al de Pablo Casado (17,2%). A Unidos Podemos y a Ciudadanos el CIS los deja en 13,9% sumadas confluencias y 13,6%. Y lo más impactante es la estimación que el CIS da a Vox que pasa de un voto directo expresado de 3,8% a una estimación del 11,9%, triplica la intención de los encuestados. Cuando la estimación  incluye el recuerdo de lo votado. Dado que en las últimas elecciones Vox no llegó a ni a las 50.000 papeletas y se quedó fuera del Parlamento parece un tanto excesivo. Subiría de la nada en línea vertical. Aunque sin duda influye la intensa promoción mediática de la que goza el partido de ultraderecha nata.

Las tendencias sí seguirán influyendo. El triunfo del PSOE  y la bajada del PP son más que probables, dentro de la más estricta lógica. Los primeros disponen de una excelente atalaya desde el gobierno que propició la moción de censura y la aprovechan con una acertada estrategia de moderación. El PP está inmerso en una alocada carrera al despropósito. Varios candidatos participan en ella. Suárez Illana haciendo continua proclama de su soñado paraíso franquista. Cayetana Álvarez de Toledo mirando por encima de sus hombros de marquesa a todos los plebeyos y castas inferiores que no están a la altura que cree tener. Y Pablo Casado en un puro delirio que debería desencadenar denuncias explicitas por injurias y calumnias.

Hablamos del partido que alojó, premió y condecoró a la policía sucia por hacer trabajos sucios contra sus contrincantes políticos a niveles inadmisibles en un país democrático –según la investigación–, y con dinero público. El partido de la Guerra de Irak, el del Yak 42, el del 11M y mucho más, y tiene el cuajo su presidente hasta de acusar a Sánchez de preferir las manos manchadas de sangre a las manos pintadas de blanco. Repasen los chanchullos gurtelianos para ver qué pasaba mientras toda la España con alma lloraba por los asesinados en Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Pablo Casado es un peligro público. Imaginen a esos cerebros de cabras montesas –a tenor de lo que andan soltando por sus bocas– al frente de un gobierno. Es raro hasta que haya un 17% pensando en votar al PP.

La triple derecha no obtendría mayoría absoluta, según el CIS. La querencia demoscópica por Ciudadanos es otra de las claves fijas. Pero Albert Rivera no debe ver nada claro su futuro cuando se ha situado en el mismo desvarío que Pablo Casado. “No se puede moderar a Sánchez, echarlo es una emergencia”, grita en El Mundo mientras el aludido sonríe. Los separatistas, rompedores de España y demonios varios, le salen a Rivera por los ojos en chiribitas. Ciudadanos remata con un vídeo pueril hasta el sonrojo en el que dicen y –lo que es peor para la pura estética– escenifican que los malos pueden esperar sentados que suene el teléfono para pactos. 

Todo está por ver. La guerra sucia contra Podemos sigue de alguna manera en las cloacas mediáticas. Aunque puede darles una sorpresa. La cámara de vigilancia para la protección de Pablo Iglesias e Irene Montero ante las amenazas sufridas ha terminado emitiendo en abierto para quien lo quisiera ver. La Guardia Civil no cifró la señal hasta después del hackeado. El famoso teléfono robado a la colaboradora de Iglesias acabó en manos de Eduardo Inda para su difusión –la policía requisó una copia en OkDiario el viernes–, se lo habría entregado el entonces director de Interviú, Alberto Pozas. Hasta su dimisión este lunes era director de información nacional de Moncloa. Dimitió al ser llamado por el juez de la Audiencia Nacional y salió imputado. 

Lo atronador es el silencio o la tibieza con la que el asunto pasa por los partidos y medios. No es un ataque a políticos, es un atentado contra la democracia. Hay que insistir en decirlo. Ha alterado ya el panorama político de forma irreversible como era el propósito. El remate llegó de una columna de la presidenta de la Asociación de la Prensa de Madrid, Victoria Prego, titulada El cuento chino de Pablo Iglesias. No ha sido la Audiencia Nacional, ni todos los procesos judiciales, nada. El culpable que se inventa todo para promocionarse en elecciones es Pablo Iglesias, según ella. Desde su posición en la APM es doblemente grave.

La prensa tiene clara su apuesta. Esa vuelta al españolismo de toros y procesiones, a recentralizar el Estado, a privatizar los servicios esenciales y proteger la tauromaquia a cambio. Las pensiones –complementadas, dicen eufemísticamente, con ahorro privado– o dejadas en el mínimo, según el programa de Vox que es quien dirige la orquesta de esta derecha. La mujer tutelada. Y sobre todo un 155 perpetuo para Cataluña. Casado y Álvarez de Toledo, Rivera y Arrimadas, Abascal y cualquier otro tipo de Vox lo tienen como acto prioritario.

Se llaman a sí mismos constitucionalistas, y solo ven en nuestra ley de leyes tres artículos: el 2 de la unidad de España, el 155 para anular las instituciones catalanas y someter  a sus ciudadanos al gobierno de Madrid. Y, desde luego, el 135 que prima el pago a los acreedores a cualquier necesidad de los ciudadanos. Unos constitucionalistas muy precisos y escuetos, pero constitucionalistas porque se han colgado esa etiqueta. No como otros.

Este martes, en una radio he escuchado al despertarme que Unidos Podemos había hecho un programa basado en cada artículo de la Constitución –para que se cumplan– a pesar de que cuestiona el Régimen del 78. Se ha instalado la costumbre. En mi opinión se puede estar de acuerdo con la Constitución y criticar la deriva del régimen que nació entonces. Actualmente, ofrece el panorama nauseabundo que vemos. Huele mal, apesta, viene el hedor de las múltiples cloacas y no lo quitan los continuos pasos por la lavadora, ni los perfumes caros.

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