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Estaréis contentos

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Antón Losada

Theresa May es la última gobernante que adelantó elecciones convencida de que era lo que más le convenía para ganar. Ya saben cómo ha terminado la historia y el enorme laberinto donde se encuentra encerrada hoy la primera ministra británica. Es otra más en esa larga lista de líderes, gurús y estrategas que empedran el camino al infierno de la política basada en las ideas geniales y los echadores de encuestas como si fueran adivinos de feria. Veremos si Pedro Sánchez será el siguiente.

El adelanto electoral cierra la oportunidad para detener la espiral de inestabilidad donde había entrado un sistema político que no sabe resolver los conflictos políticos más que convocando elecciones. Incapaces de negociar y asumir los riesgos de hacer política, partidos y dirigentes han cogido la peligrosa costumbre de devolvernos los problemas y solo son capaces de ofrecer una salida ante las dificultades: votar hasta que les demos la razón.

¿Se puede gobernar sin presupuestos? Por supuesto. Se puede gobernar hasta con la administración cerrada y sin que a nadie se le ocurra siquiera reclamar elecciones, pregúntenle a Obama o a Donald Trump ¿Se puede gobernar con una minoría de 85+71? Sin duda, a Mariano Rajoy lo tumbó una sentencia, no su minoría ¿Había que convocar elecciones porque lo reclaman los mismos que nos juraban que lo responsable era permitir gobernar a Mariano Rajoy porque no podemos estar votando cada tres meses? Desde luego que no.

Desconozco los cálculos que han llevado al presidente a comprar el relato de la derecha y convocar elecciones el 28 de abril. Si se parecen a los publicados estos días, resultan tan delirantes como estrafalarias han sonado las teorías sobre si la gente vota más o menos en Semana Santa o sobre el impacto de las procesiones en una campaña electoral. Es cierto que España está dividida pero eso no se arregla con unas elecciones. Es cierto que hay que dar la voz a la gente, pero cuando toca. Vamos a votar en generales tres veces en tres años. Resulta contradictorio e insostenible para una democracia representativa.

El cálculo a efectuar se me antoja mucho más sencillo que tantas elucubraciones sobre los votantes y sus cambiantes estados de ánimo. Se trataba de escuchar a la gente que quería elecciones porque están convencidos de ir a ganarlas o atender a la gente que prefería se siguiera haciendo política porque es lo que el país necesita ahora. El sonoro fracaso de la manifestación de Colón para reclamar elecciones parece sugerir que hay más partidarios de probar primero la política y votar después si no queda más remedio. Pero lo veremos el 28 de abril. Cuando la gente siente que la han llamado a las urnas porque le venía bien a los candidatos suele acudir cabreada y la dirección que puede acabar tomando ese cabreo siempre resulta imprevisible. De momento solo tenemos una certeza. Ha sucedido lo que quería la derecha.

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