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La parte dura

ETA reclamó 134 millones de euros en "impuesto revolucionario" de 2005 a 2007

Montero Glez

De la misma manera que conseguimos hacer rimar Logroño con moño, podríamos hacer un mal poema con las palabras próstata y ETA. Ya puestos con el mal gusto, también podríamos llenar de basura una de las pocas cosas buenas que nos trajo el gobierno de Zapatero. Me refiero al acuerdo de paz con la banda armada.

Desde que el otro día viniesen con la noticia de que el nombre en clave de Zapatero utilizado por ETA era Gorburu, los de la caverna han intentado sin éxito buscarle ripios al criptónimo. Todo indica que, para la caverna, conseguir una vía de diálogo con el fin de tratar un conflicto de raíz política es asunto cubierto de sospechas. De esta manera, los de siempre no han parado de señalar a Zapatero como si fuese el jefe de una banda criminal.

Siguen confundidos o, mejor dicho, siguen reaccionando ante el fin de un conflicto que rentaba sus beneficios. Ya sabemos, mientras se hablase de ETA, no se hablaba de otra cosa. No sé si me explico, pero estar a favor de los acuerdos de paz con ETA no significa comulgar con una caterva de criminales como fueron los de ETA.

Cualquier persona —de bien— siente verdadero rechazo hacia una pandilla capaz de secuestrar para después asesinar; léase Miguel Ángel Blanco. Hay que ser hijo de mala madre para descargar un arma contra una persona indefensa. También hay que haber sido parido por un vientre enfermo para atentar contra la población civil, léase el Hipercor de Barcelona. Entre otras cosas, la violencia desatada por ETA tiene su origen en la confusión de independencia con nacionalismo. Algo muy común, por otra parte, en territorios donde la clase dominante va a misa.

Otro claro ejemplo de confusión entre independencia y nacionalismo lo podemos ver ahora mismo en Cataluña, donde convergentes e indepes se presentan en la misma línea, obviando que el agua y el aceite no ligan. Por explicarlo grosso modo, la independencia es aspiración legítima de todos los pueblos, mientras que el nacionalismo aspira a la esclavitud de los pueblos. Son caminos diferentes aunque nos los presenten como lo mismo.

Pero no me quiero despistar con Cataluña, vine hasta aquí para hablar del proceso de paz, todo un acierto del gobierno de Zapatero que consiguió neutralizar el brazo armado del nacionalismo vasco. Años después, en vez de celebrar la paz, los de la caverna se siguen comportando como si hubiesen perdido una guerra que ellos mismos hubiesen montado. No sé si me explico.

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