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La sanidad pública y un Jaguar en el garaje

Marea Blanca en Madrid en 2012

Ruth Toledano

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Todo el mundo se está haciendo muchas preguntas sobre las consecuencias sociales del confinamiento mundial que ha provocado la pandemia del coronavirus. Las consecuencias a largo plazo, las que afectarán a nuestras vidas. Seguro que son muchas y diversas, hay especulaciones para todos los gustos. Pero hay una conclusión que a día de hoy ya ha quedado absolutamente clara: la sanidad pública es una prioridad para el conjunto de la sociedad, hay que considerarla como tal y como tal hay que defenderla.

Los gobiernos del PP se emplearon a fondo en externalizar, en privatizar, en fomentar el copago y el repago de medicamentos, en vender la sanidad pública para que se enriquecieran sus presuntos socios, cómplices y amiguetes, presuntos colaboradores en una corrupción que a muchos ha llevado ante los tribunales. A la sanidad pública la despreciaron, la humillaron, la desmantelaron, la recortaron, nos la cambiaron por otra de precariedad laboral y falta de personal, de listas de espera, de falta de material, de falta de camas y reducción de pruebas diagnósticas. En definitiva, nos robaron aquella sanidad con la que crecimos sabiendo que, nos pasara lo que nos pasara, tendríamos la mejor medicina, la mejor enfermería, los mejores hospitales al servicio de nuestra vida.

Se puede decir que la calidad y la universalidad de la sanidad pública española fue lo único en lo que estaba de acuerdo todo el mundo. Menos los usureros, claro, que no dudan en lucrarse con lo que sea, incluida la salud, y esos políticos de la derecha neoliberal que se lo permiten porque a lo mejor les aparece un Jaguar en un garaje. Esos políticos para quienes importa más un Jaguar que la salud y la moral.

En Madrid, la pandemia del coronavirus ha venido a demostrar lo que la Marea Blanca empezó a denunciar en 2012: que los planes de privatización de Esperanza Aguirre, Ignacio González y Javier Fernández Lasquetty, junto con los recortes de Rajoy, convertían ese servicio público prioritario, de calidad y universal en un escenario de impotencia y desbordamiento por falta de recursos materiales y humanos, de previsión, de garantías, de presupuesto. Seguimos aplaudiendo en los balcones a ese personal sanitario que se está dejando la moral, la salud y la vida, pero con cada aplauso ha de oírse un grito explícito a favor de la sanidad pública.

Pues en el colmo de la desfachatez presente, pasada y presumiblemente futura del PP, la Comunidad de Madrid, presidida por Isabel Díaz Ayuso, cachorra de aquellos, ha abierto una web para hacer donaciones a Sanidad a cambio de deducciones fiscales. Es el colmo desmantelar la sanidad pública y apelar después a la caridad para que funcione. No, la sanidad pública ha de mantenerse saneada con los impuestos que paga la ciudadanía precisamente para ello. Porque la sanidad pública y universal es un derecho y, como derecho que es, se paga con impuestos, no con limosnas, ahora llamadas donaciones porque suena menos clasista.

Pero es que, en el colmo de los colmos, será el PP del Gobierno madrileño quien gestionará esa web. Lo de una web ya resulta, para empezar, un tanto raro, pero que la web quede en manos del partido de la Gürtel, la Púnica o Lezo, es esperpéntico. Donar para que aparezca un Jaguar en un garaje. Si solo en su financiación ilegal el PP se llevó crudos tres millones de euros, robados a la sanidad pública madrileña al desviarlos de la construcción de hospitales y centros de salud. Nunca ha devuelto el PP esos millones a las arcas públicas y es posible que no lo haga jamás. Lo que es seguro es que no podrá devolver las vidas que ahora esos millones pueden estar costando.

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