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El impacto del referéndum griego en España

Seguidores del partido Syriza festejan el "no" en el referéndum del domingo en Grecia. FOTO: EFE

Andreu Missé

El aplastante apoyo del pueblo griego a su Gobierno expresado nítidamente en el referéndum de ayer abre una nueva etapa en Grecia y Europa. Los griegos no han participado en una oscura discusión técnico / económica sino más bien han abierto un gran debate político. El primer ministro Alexis Tsipras ha explicado por activa y por pasiva que su país no quiere salir del euro ni de Europa. El pueblo griego quiere mayoritariamente otro tipo de relaciones con sus socios tanto en economía como en política. El debate tampoco ha sido entre la UE y Grecia sino entre una determinada concepción de Europa que pregona cierta derecha europea, y el gobierno griego.

El referéndum griego se ha vivido en España y otros países europeos en clave nacional. El Gobierno del Partido Popular que preside Mariano Rajoy se volcó exageradamente en contra de Syriza y a favor de las políticas de austeridad que tanto daño ha causado al pueblo heleno. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha sido uno de los más duros en los debates del Eurogrupo con el representante heleno, olvidando las realidades comunes de ambos países. Todos los gestos de Rajoy daban la impresión de que su verdadera preocupación era que un triunfo de Syriza pudiera suponer un impulso para Podemos e Izquierda Unida. Partidos que han sido leales al Gobierno griego en los momentos más difíciles.

La ciega estrategia del PP ha sido asociar Podemos a Syriza y subrayar el riesgo de corralito en España. Su esperanza estaba en que se produjera un rechazo popular a la posición del Gobierno de Atenas y así de paso propinar un golpe a la izquierda española.

Pero el respaldo del No que pedía Tsipras ha sido tan clamoroso que ha descolocado al Gobierno español. El ministro De Guindos moderó ayer su tono y aseguró que aunque el “no” complica la situación, manifestó su apoyo a la permanencia de Grecia en el euro y se mostró partidario de negociar un tercer rescate.

Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, ha subrayado este cambio del Gobierno que “ha relajado el tono”. Iglesias ha abogado por “una reflexión sobre la democracia europea”, que sin duda no ha estado a la altura de los acontecimientos. Iglesias cree necesario un giro de los socialistas europeos y se ha declarado dispuesto a tenderles la mano. Para Iglesias “en Grecia ha ganado la democracia” y su partido Podemos aparece como el vencedor moral en España al ser el que más empatiza con Syriza en teoría y práctica.

Hay que tener en cuenta que la gran victoria de Syriza ha sido en buena medida por el apoyo abrumador de los menores de 34 años. En España, Podemos es un partido que nació del 15M un movimiento, forjado por los jóvenes, que ha vuelto a dar esperanzas de que otras opciones políticas son posibles.

El líder socialista Pedro Sánchez también es consciente de que hay un gran cambio en marcha y que tendrá que comprometerse. Deberá abandonar su calculada equidistancia ante el gran debate político que se va a producir en Europa. Sánchez va ganando espacio. Ha reconocido que hay que respetar la opinión del pueblo y que “Europa no puede dar la espalda a los griegos”.

La nueva etapa política que empezó ayer en Grecia tendrá amplias repercusiones en varios países europeos. España tiene unas elecciones generales a la vista, antes de fin de año y quizá unas autonómicas en Catalunya en septiembre.

A Grecia y España les esperan tiempos difíciles. Las elevadas tasas de paro y pobreza, que padecen ambos países no tienen fácil ni pronta solución. Desterrar una política equivocada no significa acertar automáticamente en la correcta. Pero ambos países comparten en común un gran potencial. En Grecia y España ha sido la ciudadanía la que está impulsando el cambio, la que está promoviendo una nueva manera de hacer política, la que está gritando que hay alternativas posibles. Nadie va a poder parar a estos jóvenes llenos de justos ideales y menos a quitarles el derecho a buscar otras opciones políticas. Europa debe tener la audacia de contar con la energía de estos jóvenes si quiere mantener el proyecto vivo en la próxima generación.

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