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El hombre invisible

Miguel Lorente

La noticia saltó hace unos días: “700 mujeres muertas por violencia de género en la última década”. Probablemente, si se hubiera referido a otro tipo de delincuencia, como por ejemplo el terrorismo, el racismo, el crimen organizado… el propio titular habría enfatizado el origen criminal de esas muertes, y habría hablado de 700 personas “asesinadas” por tal o cual violencia. Sin embargo, cuando se habla de violencia de género es frecuente presentar las muertes como un resultado indeterminado que podría moverse entre el accidente y la fatalidad…

No siempre se habla directamente de homicidio y, en consecuencia, menos aún se hace referencia al autor de esa muerte, el hombre que lleva a cabo la agresión, es decir, el hombre que comete el homicidio o asesinato. Y la cuestión no es baladí.

Y no lo es porque la realidad de la violencia de género en su expresión más grave (el homicidio), se presenta de manera incompleta al destacar a la víctima y a los hechos y ocultar al agresor, que queda como reserva ante los titulares que enfatizan el suceso objeto de la información y no su significado.

Cuando el titular dice “Una mujer muere a manos de su marido…” lo que significa es que “un hombre mata a su mujer con sus manos”; cuando se habla de “700 mujeres muertas por violencia de género…” quiere decir que “700 hombres matan a sus parejas o exparejas”; y al presentar la violencia de género como realidad social con “600.000 mujeres sufren violencia en sus relaciones de pareja” (Macroencuesta de 2011), lo que nos dice es que “600.000 hombres maltratan a las mujeres con las que mantienen o han mantenido una relación”.

Los hombres, presentes en cualquier espacio de la sociedad, aunque sea como actores secundarios, curiosamente desaparecen de su papel protagonista en la violencia de género para quedar envueltos por las circunstancias, cuando no liberados a través de las justificaciones más diversas (consumo del alcohol o sustancias tóxicas, trastornos psíquicos, celos y pasiones…). Y todo ello no es casualidad.

Cuando la realidad da oportunidad para corregir aquello que en un momento determinado se hace mal por los motivos mas diversos, y no se produce esa corrección, indica que lo sucedido no se interpreta como un error, sino como el resultado de la percepción que se tiene sobre lo ocurrido y del significado que se dan a esos hechos. Y eso es lo que sucede con la violencia de género, una violencia que se entiende como un problema de las mujeres en el que los hombres están ausentes. Son ellas las que son cuestionadas por lo que hacen o por lo que dejan de hacer, cuando denuncian porque denuncian y porque dicen que muchas de esas denuncias son falsas, y cuando no denuncian porque no denuncian y permiten que la violencia continúe. En cualquier caso, la responsabilidad se escribe en femenino.

En cambio nada se dice de los hombres en general ni de los maltratadores en particular. No hay un cuestionamiento claro y rotundo frente a los maltratadores, siempre y cuando que “no se pasen” con sus golpes, y tampoco lo hay ante los que se esconden detrás de un silencio liberador.

Los hombres y la cultura que han construido a su imagen y semejanza son los responsables de la desigualdad y de la violencia que se ejerce contra las mujeres en su nombre. Son los hombres violentos y los pasivos quienes están en el origen del problema, y deben ser los hombres quienes también estén en la solución.

La invisibilidad de los hombres sólo es factible por el camuflaje de la cultura. Una cultura y unos hombres violentos que utilizan al resto de los hombres para mezclarse entre ellos, y aparentar una normalidad de puertas afuera que los hace invisibles en el interior de las relaciones.

El 25 de noviembre se conmemora el 'Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres', o lo que es lo mismo, el 'Día Internacional para la eliminación de la violencia que ejercen los hombres contra las mujeres'. Si llamamos a las cosas por su nombre y a los hombres por su conducta, algún día no hará falta alzar la voz para pedir algo tan elemental y sencillo como Igualdad y que cese la violencia de género.

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