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Cuando los peces son huertos: el I+D de las Tres Mil Viviendas de Sevilla

Proyecto de acuaponia en las Tres Mil Viviendas. |

Juan Miguel Baquero

Más allá del proverbio (chino) que aconseja enseñar el arte de la pesca antes que regalar pescado. Y más acá del milagro bíblico de la multiplicación de los panes y los peces. En un punto intermedio y terrenal debe estar la acuaponía. Como ocurre en las Tres Mil Viviendas de Sevilla, barrio marcado por la exclusión social, por la marginación, donde un proyecto está convirtiendo a los peces en huertos.

Es El milagro de los peces, aventura alimenticia que desde hace dos años demuestra que el reto es posible: criar peces que paren plantas para alimentar a personas. Lo atestiguan frutos en forma de hortalizas y tilapias. La iniciativa de la Asociación Verdes del Sur con apoyo de la Universidad de Sevilla y la Oficina de la Comisionada para el Polígono Sur es una realidad que se verá multiplicada tras un micromecenazgo o crowdfunding que ha obtenido 6.500 euros para ampliar estas singulares plantaciones híbridas.

La acuaponía combina dos sistemas: la acuicultura tradicional o cría de animales acuáticos y la hidroponía o cultivo de plantas en agua. En un circuito cerrado, el líquido acumula desechos biológicos de los peces que luego son filtrados como nutrientes por las hortalizas. El agua sigue, una y otra vez, en ese ciclo acuapónico de la vida. Y la ciencia promueve una forma de sustento en una de las barriadas más desfavorecidas de Andalucía.

“Igual que en un huerto”

Es el caso de Soledad Nieto Molina y su familia. Que avisa, sonriendo: “a mis niños nadie los mata”. A sus peces, se refiere, tilapias cada vez más numerosas que viven ajenas a fogones y guisos. “No soy partidaria de que nadie los coma. Vinieron tan chiquititos y los tengo hoy tan grandes, que me da lástima”. Las verduras sí. “Pimiento, tomate, lechugas, acelgas, coliflor, berza, zanahoria, rábanos, fresas, melón, pimiento del padrón, guindilla, sandía, berenjena, calabacines, brócoli… igual que en un huerto”, enumera.

Los propios vecinos de esta parte del Polígono Sur han pasado de la estupefacción a la sorpresa. “¡Anda ya! Vas a criar tú peces”, reconoce un vecino que espetaba a Soledad cuando construían “esas piscinas”. Pero el fruto de esta suerte de huerto flotante es “riquísimo”, asienten. “El sabor es diferente a las de las tiendas” y la producción, a veces, da para repartir en algún portal de calles que perduran ajadas por el tiempo y la dejadez. En un barrio azotado por el paro y la exclusión.

En casa de Soledad, sin ir más lejos, el soporte económico es una pensión de 600 euros. El encargado del cultivo acuapónico es uno de sus tres hijos, Alejandro Ponce Nieto, que ha encontrado “un trabajo que hacer todos los días”. Cuidar de los peces, de las plantas… e innovar, como muestra con algunos filtros mejorados por él mismo. Relata orgulloso los éxitos del singular huerto de las Tres Mil. Como verduras o una planta de stevia: “pruébala, verás como sabe a cocacola”, invita.

20 kilos de pescado y 60 de vegetales al año

Los tres depósitos suman unos 1.000 litros de agua que producen cada año unos 20 kilos de pescado y 60 de vegetales. Un “alivio” para unidades familiares que en las Tres Mil “lo están pasando mal”, señala el coordinador de Verdes del Sur, Juan Manuel Blanco. Una forma de “meter pescado en la dieta” del barrio. Emprendimiento, autoempleo, “el I+D” del Polígono Sur. Una manera de producir “alimentos para familias que lo necesitan”, más allá “del asistencialismo”, plantea Blanco. “Con un litro de leche y cuatro paquetes de macarrones te conformas y no reclamas tus derechos, nos tienen dormidos”.

Con el dinero obtenido en el crowdfunding “se va a hacer una instalación más grande en el IES Joaquín Romero Murube que será también un centro demostrativo y de formación de acuaponía”, señala José Lobillo, técnico de la Oficina de la Comisionada para el Polígono Sur de Sevilla. Con una capacidad de 6.000 litros, multiplicará la producción lograda con el cultivo experimental, en torno a “50 kilos de pescado y 300 de hortalizas” para despensas del barrio. La idea es crecer. “Sigue habiendo algún goteo de donaciones”, apunta.

“Es una iniciativa pionera, novedosa y maravillosa como prototipo que nos gustaría se pudiera extender y fuera una de las marcas de identidad de Polígono Sur”, refiera la Comisionada, Mar González. Un proyecto que enmarca en el Plan Integral del barrio “con la bolsa de exclusión más alta de Andalucía”. Porque va más allá, dice, de una apuesta curiosa: “permite el autoabastecimiento de peces y vegetales, todo se recicla y se refuerzan las redes vecinales”.

Tras el empuje de la asociación hay logros como huertos ecológicos en seis centros educativos de la barriada. Las familias cultivan en espacios que fomentan la relación entre la comunidad y la escuela. “Son proyectos educativos con el apoyo de la Universidad” que serán ampliados en el parque Guadaíra de la ciudad. “Ahí estamos”, refiere la Comisionada, “culminando un proceso que se pondrá en marcha en varias fases” para ampliar las “estrategias de emprendimiento que hay en el barrio y en el particular en el ámbito ecológico y de lo sostenible”.

Para “ser los mejores hortelanos ecológicos”

“Me impresionó una frase: querían ser los mejores hortelanos ecológicos de Sevilla”, recuerda Itziar Aguirre, del departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de Sevilla (US). Y ante “ese reto”, continúa, “no lo pensamos”. Eran personas “con necesidades perentorias de comida” que sumaban inquietudes. Con un fin último, “conquistar los huertos del parque Guadaíra”. Ahora, la acuaponía es una realidad creciente y las Tres Mil empiezan a estar sembradas de parcelas cultivadas.

Ver una zona que era la de mayor concentración de prostitución en Sevilla convertida en una huertecita… Si cambiamos el tráfico de drogas y sexo por el de pimientos… Se están haciendo cosas muy positivas por el barrio. Esto es mejora del ambiente y de la alimentación, es clave. Y que el huerto de Sole les ahorre el 50% del gasto al año en frutas y verduras es algo de lo que podemos presumir”, relata. “Es una manera de demostrar que la agricultura ecológica es de los pobres y no de los ricos”.

Iztiar Aguirre no deja de señalar al “padre de la criatura”, Víctor Fernández, compañero de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Agronómica. Y sueña, con los pies en la tierra: “si consiguiéramos hacer de Polígono Sur un foco de transformación hacia una ciudad más sostenible… Aunque esto no es un camino de rosas, acabo de pasar por esa zona –mira a su espalda– y me he repetido, madre mía el basurero con el que conviven estas personas”. Mientras, Soledad ha sembrado en su patio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla uno de los granos, quizás, del futuro del barrio. Junto a sus peces, a los que ha puesto nombres como Pinta, Tigresa y Perla. Tilapias, por cierto, que nunca pasarán por su cazuela.

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