“El francotirador”, más allá de la propaganda

La película estrenada en enero del 2015 El Francotirador (American Sniper) dirigida por Clint Eastwood y basada en la novela escrita por su propio protagonista Chris Kyle títulada “American Sniper: The autobiography of the Most Lethal Sniper in U.S Military History”, ya se ha convertido en la cinta de cine bélico más taquillera de EE.UU superando, con más de 217 millones de dólares de recaudación, a Salvar al soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) de Steven Spielberg.

El Francotirador nos narra la vida, en su parte esencialmente militar, del soldado norteamericano Chris Kyle (Bradley Cooper) que ostenta el título de “El francotirador más letal de la historia de EE.UU” al que el departamento de defensa le atribuye un total de 160 bajas que, según otras fuentes, como el propio Kyle, llegan hasta las 250. La acción se desarrolla entre la guerra de Irak que comenzó en 2003 y los Estados Unidos, donde Kyle se encuentra con su familia y con otros veteranos de guerra.

La película es visualmente impactante, vertiginosa y propia de la calidad a la que nos tiene acostumbrados Eastwood, donde también la propaganda y el patriotismo se hacen evidentes y superficiales. Bajo esta conjunción de artificios y de mecanismos bien conectados que funcionan en el cine, subyacen otras cuestiones que no pasan desapercibidas relacionadas con conceptos humanos como la heroicidad, la moral, la glorificación de la fuerza, el uso de la violencia y el pensamiento y de cómo nos sitúan en el mundo.

La cuestión en mayúsculas ya no es tanto la visión unilateral, polarizada y propagandística común y corriente, la cuestión es cómo se continua con la manipulación de la heroicidad ya normatizada como masculina y violenta, para llevarla al siguiente nivel y vaciarla de sentido y de pensamiento que una vez más es utilizada para el ensalzamiento de los valores militares, de la industria de las armas y de la mercantilización de la violencia.

Kyle nos muestra el arquetipo de héroe social impuesto: frío, calculador, eficiente y violento, de esta manera aprieta el gatillo sin dudar, y es aquí donde, sutilmente, la construcción del héroe va más allá de la jerarquía y obediencia propia de los estamentos militares, es donde la persona renuncia a la reflexión que le es propia como ser humano, alienarse para matar le convierte en héroe. No es posible banalizar más la violencia, ni burocratizarse más como persona.

Hablar de la banalidad implícita en acciones de violencia extrema nos remite inevitablemente a Hanna Arendt y sus reflexiones en relación al juicio a Eichmann, criminal nazi encargado del transporte de judíos hacia campos de concentración. Las reflexiones de Arendt en torno al juicio a Eichmann, polémicas en los años 60 pero de gran valía moral para la sociedad de nuestro tiempo, nos conducen a reflexionar sobre el hombre burocratizado, ya que Eichmann se mostraba convencido de haber obrado correctamente acorde a las necesidades contextuales de su gobierno.

Arendt advertía de como un ser humano insertado en el sistema de la burocracia, del orden impuesto y de la jerarquización extrema puede llegar a perder ese espacio de su ser donde habita la moral, renunciando al pensamiento, a la reflexión y, por tanto, aceptando y llegando a colaborar en acciones terribles. Eichmann en Jerusalén de Arendt nos aporta duras reflexiones sobre el origen del mal pero, sobre todo, acerca de las terribles consecuencias de la renuncia al pensamiento y a los sistemas que lo legitiman.

Las personas que pasan frente al gatillo de Kyle, son trámites por los que hay que pasar, carne y huesos armados y hostiles, no siempre agradables de abatir, pero se nos muestran como necesarios para que la maquinaria siga funcionando.

Chris Kyle lejos de ser un héroe, es el ejemplo histórico de que la guerra no es más que un ejercicio de burocracia letal, bien engrasado, bien ajustado y bien organizado, que cuando es desplegado no deja lugar a preguntas ni reflexiones.

El mensaje de la película es penetrante, devastador y peligroso; los héroes son aquellos que simplemente ejecutan, aquellos que renuncian a su capacidad de reflexionar.