Ocho consejos para hacer turismo en Tailandia de un modo ético y responsable

Imagen: Jordi Sabaté

Jordi Sabaté

Es un hecho que Tailandia es la gran potencia turística del sudeste asiático y una de las principales del mundo, a un nivel equiparable al de España. Gran parte de su paradisíaco litoral y archipiélagos están densamente explotados, algunos de ellos a un nivel similar al de las islas Baleares, Canarias o la Costa del Sol.

También es innegable que entre la fuerza laboral que contribuye a este enorme desarrollo turístico se encuentran numerosos refugiados de origen birmano que viven y trabajan en condiciones de esclavitud, sin apenas derechos y sin reconocimiento legal por parte del estado tailandés como refugiados de guerra.

Se trata de personas pertenecientes a etnias minoritarias en Birmania, generalmente musulmanas pero también cristianas, que fueron tradicionalmente perseguidas y masacradas por el anterior régimen de los generales y que actualmente no son mejor tratadas por el actual gobierno, que lidera la premio nobel Aung San Suu Kyi, rehen del apoyo que recibe de los mojes budistas, deseosos de “purificar religiosamente el país”. A las étnias musulmanas, procedentes de regiones cercanas a Bangladesh, se las conoce en conjunto como rohingyas, y son las que sufren las peores condiciones.

Sin embargo, otras etnias cristianas, animistas o incluso budistas, como los karen, arraigados en toda Birmania y progresivamente expulsados a la región tailandesa de Chiang Mai, o los Hmong, desplazados de Laos y Vietmam por su apoyo al ejército estadounidense durante la contienda de los años sesenta y setenta, tampoco tienen en muchos casos reconocidos sus derechos y son sensibles a la explotación por traficantes de personas, ya sea para durísimos trabajos en la construcción, su colaboración en el tráfico de drogas o la esclavitud sexual.

Su presencia en todos los sectores de la economía tailandesa corresponde siempre a las capas y trabajos más bajos y degradantes, por lo que es fácil adivinar que en el sector turístico, tal como relata este reportaje, se encargan de las tareas más penosas, como limpiar habitaciones durante jornadas interminables o construir y remodelar hoteles con métodos pedestres a pleno sol y 40ºC, durante más de catorce horas, que es lo mismo que decir mientras dure el día.

Duermen, además, en rudimentarias tiendas de campaña en la misma obra, o en el suelo en los sótanos de los hoteles; no se duchan ni lavan si no tienen agua corriente cerca -o trabajan de cara al público- y suelen recibir la comida muy racionada de sus patrones. Es decir, son auténticos esclavos.

Hay alternativas

¿Significa todo lo relatado que hacer turismo en Tailandia es contribuir de forma inevitable a la explotación de todos estos refugiados? Aunque es muy difícil discriminar totalmente hasta dónde llega la explotación de refugiados en Tailandia, hay formas de viajar y hacer turismo por este país que la esquivan en gran medida.

Puede que estén alejadas del modo occidental de atender al lujo, basado en resorts de habitaciones impolutas y grandes piscinas tropicales, pero no carecen de las mínimas comodidades y, además, nos permiten conocer el país más de cerca, contactando con la gente, la gastronomía real o los paísajes verdaderos, con sus contrastes, grandezas y miserias. Es sin duda la manera más emocionante y enriquecedora de viajar.

A continuación te ofrecemos ocho consejos para hacer turismo en Tailandia de un modo ético y respetando los derechos humanos.

1. Alójate en albergues

El gran desarrollo turístico de Tailandia tiene sus ventajas, y una de ellas es que existe una amplia oferta mochilera con albergues de todo tipo y en prácticamente todas las ciudades. Todos ellos cuentan con aparatos de aire acondicionado -imprescindibles en el trópico- y baños y sábanas limpias.

Los albergues suelen estar gestionados de un modo familiar, donde los miembros de la familia asumen todas las tareas. A veces son los propietarios, pero otras trabajan a cambio de un domicilio en el establecimiento, con todos los servicios en condiciones y la alimentación a cargo de la empresa, algo con que lso refugiados no pueden ni soñar.

En todos ellos la atención es máxima, ya que dependen mucho de las opiniones que los viajeros dejen en internet de cara a futuras reservas. En este enlace puedes consultar la lista de albergues en todo el país, y en portales como Booking o TripAdvisor y otros puedes leer opiniones de viajeros que te permitirán hacerte una idea. Los hay muy humildes pero otros tienen más servicios e incluso piscina -como en estos- o vistas únicas sobre Bangkok, como es el caso de este.

2. Haz turismo rural

Una oferta creciente en Tailandia es la del turismo rural, no solo en el sentido del alojamiento sino también de desviarnos de las rutas más concurridas para ver otros lugares también interesantes. Ciudades como Lopburi, con sus palacios de arquitectura Jemer y sus monos, pueden regalarnos unos días fascinantes sin recurrir al turismo masivo.

En localidades como esta es posible comer deliciosamente en restauradores locales y alojarse en casas de particulares, que normalmente disponen de habitaciones o bungalows que gestionan ellos mismos. Tal es el caso de esta casa de huéspedes.

3. Come en la calle

En Tailandia son raras las cocinas, incluso entre las clases medias; las reducidas dimensiones de los apartamentos y la dificultad de conservar los alimentos por el calor, obliga a cocinar en el exterior y comer fresco a diario. Para ello no hay mejor solución de los puestos callejeros, donde la persona que cocina y sirve es la dueña del carro, sigue estrictos protocolos higiénicos y cuenta con una licencia municipal por la que paga unos impuestos.

Los puestos callejeros pasan de padres a hijos y algunos llevan más de cincuenta años funcionando en la misma esquina de la misma manzana de Bangkok -sobre todo en China Town- o Chiang Mai. A ellos acuden los vecinos tras salir del trabajo para comprar su cena, que se comerán en casa, en el parque o sentados en un banco.

4. No cojas por costumbre un tuk-tuk

Esta premisa es válida sobre todo para las grandes ciudades, donde la presencia turística es notable y los tuk-tuk tienen dos precios: uno para los locales y otro, hasta diez veces superior, para los turistas. Como experiencia, es interesante tomar un tuk-tuk al menos en una ocasión, y a veces incluso no te quedará otra opción, pero además de ser estafado contribuirás a la ruina del gremio de los taxistas, que se quejan amargamente de que los turistas desconocen que están entre los más baratos del mundo.

Los taxistas en Tailandia tienen unos precios que muchas veces no están al alcance de los locales pero que para un turista se pueden resumir en: 6 euros del aeropuerto al hotel y dos euros por un trayecto que en España te puede costar doce. Es decir que son muy asequibles y además tienen las tarifas muy reguladas, con lo que no pueden recurrir a los engaños de los conductores de tuk-tuk.

5. No vayas a un ping pong show

Es un espectáculo penoso y degradante de corte sexual en el que mujeres utilizan su vagina para realizar determinadas funciones como lanzar pelotas de ping pong o simular que fuman un cigarrillo. Tras estos espectáculos subyace un trasfondo de explotación y prostitución camuflada que, a pesar de haber descendido en los últimos años, sigue presente en determinados barrios de las grandes ciudades. Por descontado muchas de las mujeres son de etnias refugiadas.

6. No vayas a ver a las mujeres jirafa

Si viajas al norte, a las provincias de Chiang Mai y Chiang Rai, los operadores locales te ofrecerán tours para ver a las etnias de las montañas, en especial las llamadas “mujeres jirafa”, que se caracterizan por sus altos cuellos estirados artificialmente a base de colocarse arandelas durante toda su vida.

Son mujeres de la etnia padaung, que apenas viven de la agricultura y los beneficios que puedan reportar los turistas que van a verlas. Si eres uno de ellos o ellas, contribuirás a su explotación. Porque la realidad es que muchas de estas mujeres no desean deformar sus cuellos con arandelas, sino que son forzadas a ello por sus familias, porque saben que así atraen los ingresos de los turistas.

7. Contrata visitas éticas

Si quieres contactar con etnias de las montañas, puedes encontrar operadores tanto locales como españoles que te ofrecerán visitas solidarias en las que podrás comprar productos Hmong o viajar por la selva con guías karen. También podrás comprar el café que cultivan desde que el gobierno expulsó a las mafias locales y les ofreció a los pueblos refugiados el cultivo del café como alternativa al opio. Incluso existe la opción de hacer travesías de varios días en los que te alojarás en los poblados y podrás compartir su modo de vida.

8. No montes en elefante

Cada vez es menos frecuente, pero todavía existe la oferta de motar un elefante en Tailandia, un animal tan totémico como maltratado y esclavizado. Los elefantes que se dejan montar generalmente han sido domados con tácticas crueles y terribles y quedan traumatizados para toda la vida.

Si quieres entrar en contacto con elefantes puedes optar por un santuario de elefantes de los varios que hay en el norte y centro del país, pero asegúrate bien antes de que sean un auténtico santuario y no en reclamo para turistas. Si hay espectáculo o exhibición, o te permiten contactar con el animal, no estás en un santuario.

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