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Cuando Alicia abandonó el País de las Maravillas y se hizo sufragista

Belén Remacha

Cuando la Alicia de A través del espejo, dirigida por James Bobin y heredera de la de Tim Burton (productor del filme), se despierta de su sueño en la cama de un sanatorio, su diagnóstico no deja lugar a dudas: histeria. En la Inglaterra victoriana, no quedaban muchas más opciones para toda aquella mujer que se atreviese a salirse en algo de la norma, o siquiera a dar una opinión.

“Era muy importante para nosotros subrayar eso. Recordar que eso pasaba. Y que no estaban locas. Esa secuencia estaba escrita desde el principio”. Habla Bobin, pero la responsabilidad de la escena se la atribuye Linda Woolverton, guionista de Alicia a través del espejo. También fue suya, y estaba tomada desde el principio, la decisión sobre cuál seria la última palabra que se pronunciase en esta secuela: “mujer”.

“Mi versión sí que es feminista”, indica Bobin sin prejuicios. “Alicia ha crecido. Ella nace a mediados del XIX y representa a una generación de mujeres que luego fueron las sufragistas, que consiguieron el voto, que comenzaron a cambiar las cosas. El mensaje del personaje es muy fuerte. La Alicia que crece y se convierte en capitana de barco es el camino lógico a seguir si no estás aplastada por la sociedad”. Suma así a Alicia a la reivindicación del feminismo de la Primera Ola. Ese que, por otra parte, resulta ser el que menos incomoda.

No está demasiado convencido de que Lewis Carroll pensase igual al escribir A través del espejo y lo que Alicia encontró ahí: “No creo que lo escribiese pensando en los derechos de la mujer y en la igualdad, sino que simplemente lo escribió para una niña. Cuando la conoció, Alice tenía 7 años y la sociedad victoriana no la había machacado todavía lo suficiente, así que era inteligente, valiente, quería hacer otras cosas. Él retrató a esa niña, que aún escapaba del peso de la sociedad, esa que le ordenaría primero que se callase, y luego como mucho que se casase”.

Una adaptación libre

Aunque es difícil, efectivamente, que Carroll (por otra parte, y como es sabido, acusado histórica y culturalmente de pedofilia) escribiese aquel libro pensando en ningún derecho de ninguna mujer (si acaso el de divertirse y volar de Alice), sí que el libro se ha convertido en un referente cultural para millones de niñas, a las que que ha inspirado para vivir sus propias aventuras. 

“Alicia no es un libro más en Reino Unido. Está en la casa de mis padres, en la de mis abuelos, en la biblioteca de mis hijos, en mi propia casa”, cuenta Bobin ante lo que implicaba tener detrás no sólo la sombra de Burton, sino todo un emblema cultural de su país. “Y una de las cosas que más me gustan es lo mucho que me ha hecho reír. Se puede trazar una línea recta desde ese absurdo surrealismo de Carroll hasta Burton, pasando por los Monty Python”.

De Alicia a través del espejo, narrativamente, lo han cambiado todo. “Es que creo que a Carroll no le interesaba la narrativa, el lenguaje, la estructura y la palabra. No parece que le importase mucho lo que le pasase a Alice, al menos no de una manera razonable. No hay nexos, no hay línea temporal. Se podría haber rodado eso tal cual, pero era arriesgado y tampoco era lo que queríamos. Y no pasa nada”.

Basándose, eso sí, en el original, el guion es más triste y melancólico que el de Alicia en el País de las Maravillas. “Para cuando él lo escribe, Alicia ya es una mujer, ya es adulta. Está esa melancolía de hacerse mayor, mirar hacia atrás, crecer”. Lo describe como un partido de ajedrez, en el que cada paso es importante para alcanzar la meta.

“Lo que más me interesaba era, por una parte, la relación entre Alicia y su madre, que no se oyen ni se escuchan; cada una tiene una opinión sobre lo que es ser mujer. Y por otra, ese paso del tiempo, los veranos dorados pasados. Alicia, al principio, echa la culpa al tiempo por haberle robado a su padre, pero luego cambia su postura. Primero, porque conoce al Tiempo, que es un personaje, y segundo, porque comprende que el tiempo le va a dar tanto como le va a quitar. Esa es la moraleja: si eres capaz de vivir el momento y apreciar el paso del tiempo y el momento, no habrá lugar para arrepentimientos” explica Bobin.

Un personaje sin historia de amor

Con esa evolución está de acuerdo Mia Wasikowska, la propia Alicia, quien pasa algo desapercibida entre un elenco formado por Johnny Depp, Anne Hathaway, Sacha Baron Cohen y Helena Bonham Carter; hablamos de una protagonista absoluta que aparece la tercera en los títulos de crédito.

“Alicia ha pasado dos años como capitán de barco, sabe muy bien que es independiente, tiene expectativas y vale mucho más de lo que la gente espera”, cuenta. “En la primera película la notaba más incómoda, no tan segura de sí misma. Sabía cómo quería ser, pero no estaba tan segura como para mostrarlo. Ahora es más adulta, sabe lo que quiere y no deja que otros la influyan. Se conoce”.

Esta australiana, que leyó los libros de Alicia de niña y vio tres veces la versión animada de Disney antes de rodar (aunque la que más le marcó es una stop motion checa que le puso su madre y que le traumatizó, “Alicia tiene algo de eso, de dar un poco de miedo”), confiesa que “no es muy común en este tipo de películas tan comerciales encontrar un papel relevante para una mujer. Incluso en las de superhéroes, con ellas como protagonistas, el peso lo llevan los hombres. Alicia me gusta porque no depende de una historia de amor”, confiesa. Y quizá por esa dificultad, dice que sueña con protagonizar un guión de Jane Campion.

Bobin también está orgulloso de que la suya sea “una de las pocas películas de Hollywood con un papel principal femenino y fuerte”. “Es que es una lástima y una pena, pero la sociedad es como es. Los guiones ya están planteados así, los recibimos así”. Las películas las hace y las piensa para su hija de ocho años, con quien se sienta en el sofá a verlas. Y sólo querría que, como Alicia, le aportaran más ejemplos de mujeres fuertes: “Como mínimo, personajes que no dependan de un hombre. Eso quiero que vea”.

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