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'In the same boat': remar para evitar el abismo del sistema actual

David Sarabia

“En 100 años, la economía dejará de ser un problema para la humanidad”, predijo John Maynard Keynes en Madrid el verano de 1930. Tenía entonces 47 años y creía fervientemente en el siglo XXI, en la tecnología que facilitaría la vida de los seres humanos del futuro y en la jornada laboral de 15 horas semanales. También, que en épocas de crisis había que estimular la economía, no estrangularla.

El viernes se estrenó en cines In the same boat. Es un documental dirigido por Rudy Gnutti y producido por Films 59 que aborda el problema de la escasez. O más bien del exceso. Franco Modigliani, que ganó el Premio Nobel de Economía en el 85, estaba convencido de que ahorramos durante nuestros años productivos para después gastar el dinero en la vejez o en la jubilación. A esto lo llamó Teoría del Ciclo Vital. El ahorro solo aparece cuando hay capacidad financiera; sin embargo, según datos del propio documental, más del 40% de la riqueza de los EEUU está en las manos del 1% de los estadounidenses.

No aparece Modigliani en la cinta de Gnutti. Murió en 2003 a los 85 años, pero nunca habría desarrollado la teoría si Keynes no hubiera existido. De estar vivo, seguro que el cineasta hubiera contado con él.

In the same boat nos recuerda lo que hicimos para entender cómo somos. Es una crónica social y económica de los últimos 25 años y una mirada al futuro. Precisamente por eso habla uno de los sociólogos más influyentes del siglo XX, Zygmunt Bauman; el expresidente de Uruguay, José Mujica; la eminencia del MIT Erik Brynjolfsson o economistas de la talla de Serge Latouche, Mauro Gallegati y Tony Atkinson.

La tecnología: ¿salvación o condena?

“Los gobernantes de los países centrales tendrían que gobernar tres o cuatro días para sus países y dos o tres días para el mundo”, dice Mujica. En esa idea está contenida toda la tesis argumental de In the same boat. Las sociedades de hace 100 años no son las mismas que ahora, pero los modelos sociales, sí. ¿Qué nos diferencia de entonces? La tecnología que viene: lo que decía Keynes, otra vez.

Las máquinas no hacen huelgas ni piden aumentos de sueldo. Son más rápidas, seguras y baratas. “La tecnología afecta a la distribución de los salarios, pero también ha afectado al balance entre el trabajo y el capital”, puntualiza Atkinson. ¿Mejor con o sin máquinas? Los países desarrollados no crean empleos tan rápido como deberían, por eso cada vez hay más gente sin trabajo.

“Hemos pasado del pleno empleo al desempleo. Y ahora a la redundancia”, explica Bauman. “La redundancia significa que no eres necesario, no contiene la promesa del pleno empleo”. Nos enseñaron en el colegio que la economía organizaba los recursos limitados para administrar unas necesidades ilimitadas. Pero la realidad hoy es que la productividad también ha crecido más que el empleo y la renta media de los trabajadores, falseando la teoría aprendida en la escuela y, de paso, demostrando que algo no funciona.

(Casi) todos en el mismo barco

Aquel lema, “no somos antisistema, el sistema es antinosotros”, lo adopta Mujica en el documental. Y en mitad de la vorágine, pequeñas chispas de Nick Hanauer, un alto directivo de Amazon que parece preocuparse tremendamente por los pobres del mundo: “Me duele andar por una ciudad llena de gente sin techo sabiendo que yo voy a ir por ahí en mi propio jet”. El tipo se define como un capitalista que no dudará luego en reconocer que las desigualdades en el mundo son lo que a él le hace ganar dinero.

In the same boat está dividido en cinco capítulos que van desde la globalización hasta las ideas para crear un nuevo Estado del bienestar. Es en este punto donde se rompe el esquema tradicional al que estamos acostumbrados introduciendo la idea de la renta básica universal. “Una cantidad mensual para pagar tus necesidades básicas como comida, vivienda y educación. Ya está”, dice el periodista Rutger Bregman.

La intervención de los expertos en el documental se completa con testimonios de gente en mitad de las calles de Rusia, España, Nigeria o Argentina, que teorizan sobre cómo sería el mundo sin trabajar, o trabajando menos. “Seríamos gordos”, dicen en el continente africano. “Con dos días de fiesta a la semana, yo estaría contenta”, apunta una ciudadana rusa. “Yo estoy ahora mismo en el paro y si te soy sincero, estoy como Dios”, sentencia un español.

Apunta Bauman que “ya estamos todos en el mismo barco, pero lo que nos falta son los remos y los motores que puedan llevar este barco en la dirección correcta”. Toca pensar sobre el futuro y hacia dónde queremos encaminarnos. Remar para evitar el abismo.

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