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Las esponjas ecológicas

Imagen de las esponjas que cultivan en la empresa gallega. / Ibérica de Espojas Vegetales

María Muñoz

Unas parcelas familiares, la experiencia en cultivos de biogenética y el deseo de acabar con los residuos de plástico fueron los ingredientes principales para el nacimiento de Ibérica de Esponjas Vegetales, una empresa dedicada al cultivo y comercialización de esponjas vegetales. Tras siete años en marcha, emplea a 12 personas en la localidad pontevedresa Caldas de Rey y ha extendido la producción al norte de Portugal y Navarra en pequeñas fincas que siguen los criterios de sostenibilidad y crecimiento ordenado de las fincas originales gallegas.

“Estaba a punto de marcharme fuera pero empezamos a ver con mi ahora ex novia qué podíamos hacer en unas tierras familiares para poner en marcha unos cultivos sostenibles”, explica Juan Carlos Mascato, responsable de Ibérica de Esponjas. Licenciado en Ciencias Forestales, su experiencia en crear cultivos de biogenética con cruces naturales le dio las herramientas para dar con el tipo de luffa -la planta cuyo fruto es la esponja vegetal- que finalmente empezaron a cultivar, y la única de este tipo que existe en Europa. “Logramos una cuya fibra es más fina y por tanto más versátil e incluso más suave que la sintética”, señala.

Comenzaron a cultivarla en una pequeña finca de apenas una hectárea, y a regarla y a cuidarla de forma manual y la planta empezó a dar su primeros frutos: esponjas 100% vegetales, biodegradables y cultivadas en fincas sostenibles. “Somos una empresa agroforestal de plantaciones de luffa cuyas espalderas no distorsionan el paisaje y además están fabricadas con madera de eucalipto”, subraya Mascato. Ampliaron los cultivos a seis hectáreas pero ahí se han quedado de momento. “Queremos tener un crecimiento ordenado de cultivos no extensivos”, aclara.

Materiales biodegradables

“En los cultivos no empleamos nada de plástico -a excepción de los tubos para el riego con goteo-”, subraya. El resto de materiales que emplean son biodegradables o reciclables, no generan ningún residuo e incluso las malas hierbas las retiran a mano para no emplear ningún herbicida. Cultivan tres especies de luffa y en función de la variante que quieran obtener crean las semillas y las incuban en un laboratorio. Después las trasplantan una a una.

Los procesos de cuidado de las plantas “son muy laboriosos pero nuestra apuesta ha sido también por las personas y no por las máquinas como forma de dinamizar el rural”, indica Mascato. No solo contratan a personas de la zona sino que también están introduciendo nuevos cultivos. Tienen empleadas entre 10 y 12 personas dependiendo de lo que vaya requiriendo la finca, la gran mayoría son mujeres, personas con alguna discapacidad o desempleadas de larga duración.

Hace menos de un año empezaron a cultivar en una localidad del norte de Portugal -Paredes de Coura- donde el Ayuntamiento les cedió un laboratorio para que pudieran trabajar en él. “ ”Nos abrieron las puertas como forma de dinamizar el empleo de la zona“, subraya. La finca portuguesa tiene tres hectáreas, sigue los criterios de sostenibilidad de la gallega y emplea a seis personas. Recientemente, también se asociaron con una finca navarra. ”Nos gusta la colaboración entre los territorios pero el crecimiento es en base a la demanda y la asociación entre los tres sirve para responder a ella“, explica.

Subraya, sin embargo, que el tipo de luffa que cultivan no puede crecer en cualquier lugar. “Todo influye, como el tipo de suelo, que puede ser bueno, pero si no hay una temperatura constante de unos 25 grados durante la floración no será posible un fruto de calidad”, señala para contar que por ejemplo en la vecina Asturias, unas temperaturas mas bajas de las requeridas de forma continua impide los cultivos.

De momento comercializan tres tipos de esponjas -dos de diferentes tamaños para el cuerpo y discos faciales- que se pueden comprar en su tienda online. Cada pieza con un uso diario viene a durar un año. Trabajan para sacar próximamente estropajos para limpiar cocinas de vitrocerámica. “El plástico siempre deja residuo y estas esponjas son el medio para no tener que emplearlo”, sostiene.

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