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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

¿El capitalismo empieza a ceder terreno... ideológico?

La directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. / Efe

Carlos Elordi

En las altas esferas de la economía mundial, cuando menos en algunos de sus sectores y personajes, empieza a atisbarse un cambio de actitud respecto de cuales han de ser las prioridades de la política económica. Es difícil valorar su profundidad, saber si es meramente formal o si, dentro de pocos meses, se habrá olvidado. Lo que sí parece claro es que el malestar generalizado en las sociedades occidentales, y tal vez también el temor a estallidos de ira popular, empieza causar impacto en algunos poderosos del mundo.

El economista norteamericano Joseph Stiglitz, poco sospechoso de simpatizar con el mundo del dinero y con la derecha económica, subraya esos nuevos aires en un artículo que publica hoy el diario francés Les Echos y que empieza con esta frase: “Antes del desastre de 2008, los capitanes de las finanzas y de la industria alardeaban de las virtudes de la mundialización, de la tecnología y de la liberalización de los servicios financieros, que se suponía que abrían una era de crecimiento sin fin y en beneficio de todos. Ya no estamos en eso. Es muy sintomático que el tema del debate de la reciente reunión de Davos [que hasta hace poco se consideraba la cumbre del capitalismo mundial] haya sido el de las desigualdades económicas. Y que en ese debate nadie se haya atrevido a decir que lo que es bueno para los ricos termina por beneficiar a los pobres”.

Otra novedad imprevista que Stiglitz destaca en su artículo es lo que Christine Lagarde dijo en Davos. Porque la directora del FMI, prácticamente transfigurándose, expresó una “verdadera”- dice Stiglitz- preocupación por el derecho de las mujeres. Puso, “de nuevo”, el acento entre desigualdad e inestabilidad y reconoció el papel esencial de la negociación colectiva y de un salario mínimo para reducir las desigualdades. Hasta parecía de izquierdas, ella, que hace no mucho fue ministra de Economía de Sarkozy.

Como era de esperar, Stiglitz tiene muchas dudas de que las palabras de la señora Lagarde vayan a propiciar cambios significativos en la posición del organismo que ella dirige: “Sólo con que los programas del FMI en Grecia y en otros países reflejaran realmente ese discurso…”, dice el economista que, con todo, no desprecia el hecho de que esas ideas, que hasta hoy mismo se tachaban casi de ensoñación de radicales, empiecen a estar en boca de personajes que pueden influir decisivamente en la economía mundial. Aunque, por el momento, se queden en palabras.

Y Stiglitz, poniendo de su propia cosecha, conocidamente antiliberal, añade: “Desde el inicio de este siglo, tanto en Europa como en Estados Unidos el sector privado es incapaz de crear empleos correctamente remunerados en volúmenes significativos. Hasta en China y en otros países en los que el sector manufacturero está creciendo, es esencialmente el aumento de la productividad –que con frecuencia se deriva del la sustitución de trabajadores por procesos automatizados- lo que está en el origen del crecimiento de la producción. Y las primeras víctimas de ello son los jóvenes, que ven sus perspectivas de futuro cuestionadas por amplios periodos de desempleo”.

¿Empiezan a hacer mella esos planteamientos, esa reivindicación del aumento del papel del Estado en la conducción de las economías, en las opiniones de los dirigentes del mundo?

Sería ilusorio creérselo. Pero, cuando menos, de la cosa empieza a hablarse. Y también a hacerse algo. Porque la tasa Tobin –el gravamen sobre las transacciones financieras- puede ser hoy aprobada por la Comisión Europea. Los mismos que durante años han denostado esa iniciativa –tachándola de locura de rojos o de idealistas visionarios- defenderán hoy sus bondades. Porque Alemania, seguramente por razones políticas a menos de siete meses de sus elecciones, ha dado el visto bueno a esa iniciativa del presidente francés. Por cierto, que el Suddeustche Zeitung, el influyente diario de centro izquierda alemán, titula hoy en su primera: “La economía alemana se derrumba”. Y es que se acaba de saber que el PIB germano cayó un 0,6% en el 4º trimestre de 2012. “Alemania no puede salir de la crisis económica más larga”, añade el diario. En la prensa francesa, la noticia económica del día no es mejor: el PIB galo creció un 0% el año pasado.

Volviendo a la tasa de la UE, el que sea muy pequeña –únicamente del 0,01 y sólo para las transacciones en el mercado secundario, lo cual permitirá recaudar unos 35.000 millones de euros- no debe empañar el hecho de que haya sido un paso impensable hasta hace poco. Habrá que ver, con todo, como y cuando se aplica e incluso si se aplica de verdad.

De lo que no hay duda, es que la cosa no ha gustado ni un pelo a los señores de las finanzas. Y como prueba de ello, las reacciones muy poco entusiastas de dos diarios que, además de otras cosas, suelen reflejar la opinión que circula en esos ambientes al respecto. “La tasa Tobin” produce desaliento“, dice hoy el Financial Times. ”Francia y Alemania necesitan demostrar a sus electores que pueden obtener de los bancos una parte de los costes de la crisis financiera“, decía ayer el Wall Street journal.

Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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