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“Somos vecinos ayudando a vecinos”

Ara, Mon y Esther, en la sede del Colectivo Solidario La Fondona. | RUBÉN VIVAR

Rubén Vivar

La crisis económica que acosa a la sociedad española desde el año 2008 ha provocado un enorme retroceso social en el país. El vertiginoso aumento del desempleo -que ha llegado a rozar una tasa del 30%- y la fuerte caída de los salarios han situado a muchas familias acomodadas al borde de la pobreza y ha terminado por enviar al fondo del agujero a otras muchas que ya estaban en una situación complicada. En nuestra comunidad autónoma, el último informe publicado en octubre sitúa a uno de cada cinco cántabros -el 20% de la población- en riesgo de exclusión social.

Pero la crisis no solo ha causado pérdida de derechos, precariedad laboral y pobreza. También han surgido de forma espontánea muchísimas iniciativas solidarias promovidas por personas cuyo único fin es dedicar parte de su tiempo libre a intentar que otras personas puedan sobrellevar mejor esta interminable recesión. Es el caso de Esther González, Ramón Vila, Valentín Fernández, Raúl Magni y Ara Polanco, cinco vecinos de El Astillero que hace un año fundaron el Colectivo Solidario La Fondona.

A diferencia de otras organizaciones similares, el Colectivo Solidario La Fondona, además de llevar a cabo distintas acciones para recoger alimentos y entregar un lote mensual de comida y productos básicos a las familias necesitadas del municipio, realiza un seguimiento personalizado de cada caso. Y es que “al principio nos colaron algún gol”, es decir, se aprovecharon de la confianza de los voluntarios.

Ahora, para acceder a la ayuda que presta esta asociación es necesario antes pasar una entrevista en la que también participan los Servicios Sociales del Ayuntamiento y Cáritas. Además de estar empadronados en el municipio, ponen algunos requisitos, como que si hay hijos, estos deben de estar escolarizados o que los adultos estén apuntados al paro si no tienen un empleo.

“Hemos tenido alguna familia que no llevaba los niños al colegio o una persona que no acudió a la entrevista de trabajo que le concertamos. Aunque nos duela, si ellos no ponen de su parte, nosotros no podemos ayudarles”, explican.

En este sentido, su labor va mucho más allá de cubrir las necesidades básicas. Por ejemplo, si es necesario acompañan a los Servicios Sociales o al INEM, rellenan el papeleo para realizar algunos trámites, informan de ofertas de trabajo y hasta han hecho en momentos puntuales de guardería. “Somos una boya para las familias. Nuestro objetivo es echarles una mano en todo lo que podamos hasta que puedan encontrar un trabajo y volver a la normalidad”, describen.

“Lo nuestro no es caridad, es solidaridad. Somos vecinos ayudando a vecinos”, apostilla Ramón. Al respecto, recuerdan con nostalgia ese sentimiento de solidaridad que había entre vecinos y que, a su juicio, se ha perdido. “Antes si tenías que dejar un rato a los niños con la vecina, no pasaba nada, era algo normal. Ahora casi ni se saluda. Cuesta mucho más pedir ayuda”, apunta Esther.

No obstante, subrayan que ese “hermetismo” que en su opinión impera en la actualidad, no implica que la sociedad española sea insolidaria. Todo lo contrario. Su experiencia ha sido y es muy gratificante. “Somos el claro ejemplo de que la solidaridad no es solo en navidad”, aseveran.

Según relatan, todo el pueblo se ha volcado con el Colectivo. Cerca de una veintena de establecimientos colaboran habitualmente de una u otra manera. Algunos entregan alimentos, otros ropa, otros gafas de ver, las personas que tienen huertos ecológicos les dan parte de la cosecha, las guarderías organizan días solidarios... Y cuando hay algún tipo de acto o actividad en el municipio, como un concierto o una exhibición de kárate, cuentan con ellos para colocar un estand de recogida de comida.

“Una vez pusimos en nuestra página de Facebook que necesitábamos dos bicicletas y en menos de dos horas ya teníamos siete. Es increíble cómo se involucra la gente”. Incluso hay un pequeño grupo de colaboradores que hacen aportaciones económicas que utilizan para comprar productos frescos, como carne, pescado o fruta, que son una de las mayores carencias entre este tipo de familias.

“Que estemos localizados en Astillero juega a nuestro favor. Nos conocen y saben que lo que conseguimos va a parar a gente del pueblo”, señalan destacando ese plus de cercanía que les da el factor local.

Un punto en común: la crisis

Al principio, eran ellos, los voluntarios, los que recorrían el pueblo buscando ayuda. “Ahora la gente ya nos llama y se ofrece porque quieren colaborar”, cuentan.

Sobre el tipo de personas que acude al Colectivo, indican que “todas tienen un punto en común: la crisis”. Explican que en su mayoría no son familias desestructuras sino víctimas de la coyuntura económica. “Desde hace unos meses ayudamos a una mujer que se divorció y que tiene dos hijos y aunque tiene empleo, su salario es de 700 euros. ¿Con ese sueldo qué haces? Entre alquiler, luz, agua, gas, los pequeños...”, se preguntan.

También destacan la “honradez” de quienes reciben la ayuda. “Si hay algo que va en el lote y saben que no lo van a usar, te lo devuelven. O cuando encuentran trabajo, rápidamente te avisan y son los primeros que te dicen que se lo des a otros”. Y en cuanto al tipo de prestación que requieren, comentan es que es diferente cuando hay o no hijos de por medio. “Si hay niños, lo que están es preocupados de que haya comida en casa. Si son solo adultos, muchas veces lo que más quieren es que los escuches, desahogarse”, relatan.

Actualmente, el Colectivo Solidario La Fondona auxilia a siete familias y tienen concertadas dos entrevistas. Como máximo han colaborado al mismo tiempo con nueve familias. Cáritas en Astillero tiene 175. “Aunque quisiéramos, no podríamos abarcar mucho más. Tampoco es nuestra pretensión. En Cáritas igual hay gente que lleva diez años viviendo de sus paquetes porque no pueden hacer ese seguimiento que hacemos nosotros. Nuestro objetivo es que pasen mejor esa mala racha y puedan recuperar la normalidad y valerse por sí mismos”, recalcan.

A este respecto, apuntan que el tiempo máximo que ha estado una familia con el Colectivo ha sido de un año. “Jugamos con la ventaja de que al ser un grupo pequeño, tenemos un porcentaje de éxito muy elevado”, afirman.

“Nos puede pasar a cualquiera”

¿Por qué crear una asociación benéfica y dedicar parte de tu tiempo y de tus recursos a ayudar a otros? “Somos un empleado de fábrica, una cajera de supermercado, un autónomo, un dependiente en una librería y una desempleada. Cualquiera nos podemos ver en una situación de este tipo”, responden. “Cuando me quedé en paro, necesitaba hacer algo. Y cuando yo lo he necesitado, mi familia me ha ayudado. Sentía que tenía que devolver eso”, añade Esther.

Para estos cinco voluntarios, el Colectivo Solidario La Fondona no es su primera experiencia. Raúl, Ara y Esther ya habían coincidido en otras organizaciones y Ramón había colaborado en otro tipo de iniciativas, como en el acompañamiento a abuelos o entrenando gratis a niños. La charla con eldiario.es Cantabria, celebrada en el local que les ha cedido el Ayuntamiento, acaba con un deseo: “Ojalá tengamos que cerrar mañana el chiringuito”.

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