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Las prospecciones petrolíferas amenazan el corredor de ballenas del Mediterráneo

Delfines en el mar / Magrama.

Raúl Rejón

Las aguas del Mediterráneo español están en disputa. Los contendientes de esta pelea son los cetáceos que las surcan y las empresas de prospecciones que buscan petróleo en el fondo marino. 

Dos proyectos petrolíferos aún activos amenazan la autopista para ballenas y delfines que discurre entre las costas catalana y valenciana y las Islas Baleares. Una zona que ya hace 15 años el Ministerio de Medio Ambiente señaló como crucial, pero que todavía no ha recibido protección.

Hace algo más de un mes, el Ministerio aseguró, al fin, haber iniciado los trámites para la declaración de ese corredor como Zona de Especial Importancia y Protección (ZEPIM). Sin embargo, el Ministerio de Industria mantiene abiertos los expedientes para conceder el permiso a sendos proyectos de prospecciones sísmicas en esas aguas: la búsqueda de petróleo en más de 14.000 km. En buena parte, está superpuesta al mapa del corredor.

Esa franja de mar fue identificada como de “especial interés” por los científicos de Medio Ambiente en su Proyecto de Conservación llevado a cabo entre 1999 y 2002. Entre las medidas por aplicar una vez que se les otorgara el carácter de “espacio protegido” estaba la “regulación e incluso prohibición de cualquier actividad relativa a la exploración, modificación o explotación del suelo o del subsuelo”.

A pesar de ello, esa y otras zonas del Mediterráneo han visto retrasado durante muchos años el reconocimiento de ese estatus. Eso ha permitido que, al mismo tiempo, empresas de sondeos en busca de hidrocarburos se fueran fijando en el subsuelo mediterráneo. Un estudio reciente de enero de 2016 sobre los puntos negros del ruido en el Mediterráneo encargado por el Acuerdo para la Conservación de Cetáceos (Accobams) concluyó que “el golfo de Valencia y el mar de Alborán parecen haber estado constantemente cubiertos por sondeos sísmicos o permisos de exploración en los últimos diez años”.

Los sondeos se realizan mediante emisiones de sonido a base de explosiones. Luego se recoge el eco que rebota en el fondo y se interpreta la existencia o no de hidrocarburos. Una embarcación recorre millas y millas produciendo las descargas y analizando los datos. Una actividad “incompatible con la declaración de ZEPIM”, asegura Julio Barea, encargado de la campaña antisondeos de Greenpeace.

Las cinco grandes organizaciones ecologistas españolas (Greenpeace, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, Seo-Birdlife y WWF-Adena) han pedido a Medio Ambiente que se aplique una protección preventiva al corredor para que no pierda su valor mientras se cumplen los trámites. Al fin y al cabo, “el ruido submarino está considerado una de las mayores amenazas para los cetáceos”, que necesitan utilizar la ecolocalización de su sonar natural para orientarse –los famosos chirridos de los delfines o el canto de las ballenas–.

El gigante Schlumberger se fija en España

A día de hoy, dos corporaciones mantienen abiertos sus procedimientos. Spectrum Geo Limited y Schlumberger. Esta última es la mayor empresa de servicios petrolíferos del mundo y ha puesto sus ojos recientemente en las aguas españolas: en julio pasado se hizo con los derechos de prospección que tenía SeaBird Exploration. Industria dio el visto bueno al cambio de titular.

Schlumberger ha tenido algún revés en el mar Mediterráneo –ha debido reiniciar el proceso de evaluación ambiental– pero el hecho de que se haya lanzado al proyecto español no parecen buenas noticias para las ballenas: una descripción de la compañía realizada por el periódico británico The Guardian resumía: “Allí donde hay gas o petróleo, allí está Schlumberger”.   

Spectrum Geo Limited maneja una planilla para sondeos de unos 14.000 km que rodean toda la vertiente suroriental de las islas y llega al golfo de León. En su análisis ambiental, la empresa propone, para que las explosiones de los sondeos no sean dañinas, empezar con niveles acústicos más bajos, dicen. Así pretenden ahuyentar a los mamíferos marinos antes de llegar a los niveles necesarios para conseguir sus propósitos. Así que su evaluación es que el impacto será “moderado” para los cetáceos. Las más perjudicadas son las tortugas marinas, más sensibles aún, en las que se cree que el daño causado será “compatible”.

Usuarios del corredor

Los cetáceos del Mediterráneo pasan por un mal momento. El delfín común y su primo el delfín mular están clasificados como especies vulnerables por el Catálogo Español de Especies Amenazadas. Lo mismo ocurre a las ballenas como el rorcual común, el calderón o el, también en peligro, cachalote (la ballena blanca). La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha constatado el descenso en las poblaciones de cetáceos en estas aguas.

En los últimos años, el Ministerio de Industria dirigido por José Manuel Soria (PP) ha dominado el pulso entre el medio ambiente y el desarrollo minero. Su departamento ha apoyado las prospecciones petrolíferas en España de manera que la empresa de sondeos Seabird redactó en su informe anual de 2015: “Vemos el Mediterráneo como un área de atractivo potencial (…) en áreas tradicionalmente vírgenes”.

Desde luego, lndustria ha marcado el paso. No solo introdujo la fractura hidráulica entre los procesos permisibles desde el punto de vista medioambiental sino que impidió cualquier intento por regularlo de manera autonómica. También dio el visto bueno a las prospecciones en aguas canarias. Ante la previsible disputa entre el corredor de los cetáceos y los sondeos petrolíferos, Julio Barea se teme que “hallen alguna triquiñuela” para dar cabida a todo: ballenas y petróleo.

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