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Al borde del abismo climático

Macron advierte de que "estamos perdiendo" la lucha contra el cambio climático

Pedro Arrojo

Con la reciente ciclogénesis explosiva en plena sequía, siguen creciendo las evidencias del cambio climático. Quienes fuimos objeto de ataques y burlas en el pasado por advertir sobre las catastróficas consecuencias que podrían derivarse de este complejo fenómeno, nos encantaría habernos equivocado en nuestros diagnósticos y denuncias, pero, si no reaccionamos de forma urgente y contundente, es más que probable que nos quedemos cortos en esas previsiones. 

Aunque, afortunadamente, hace tiempo que no se oye hablar del primo del Sr. Rajoy, la brutalidad del Sr. Trump retirando nada menos que a los EEUU de los acuerdos de París, nos demuestra hasta qué punto los intereses a corto plazo de quienes, siendo pocos, son los más poderosos, pueden empujarnos definitivamente al abismo. 

Dada la gravedad de la situación en que nos encontramos y la urgencia de una reacción inmediata, en Unidos Podemos nos hemos puesto manos a la obra para redactar una Ley de Cambio Climático eficaz y justa, ante el profundo escepticismo que inspira el Gobierno en su compromiso de traer a la Cámara su propio proyecto, sin fecha, perfiles ni objetivos claros. Por ello, para debatir sobre las estrategias y puntos clave que se incluirán en la Ley, celebramos hoy jueves y mañana viernes el Foro del Clima en el Congreso. 

Recordemos que el Gobierno ya saboteó la notable posición de la que disfrutaba España en materia de energía solar y eólica, con medidas como el llamado “impuesto al sol”, para atender las insaciables ambiciones de un oligopolio eléctrico que disfruta de las tasas de beneficio más boyantes del sector en Europa.

Respecto al coste de las energías renovables, los datos publicados a nivel internacional demuestran que el acelerado abaratamiento de la energía solar la hace ya competitiva, mientras la eólica resulta claramente más barata que las energías fósiles; y ello a pesar del precio artificialmente barato del petróleo, que sin duda subirá de cara al futuro. No hay por tanto argumentos, ni técnicos ni económicos, que justifiquen la actitud del Gobierno. Esta actitud solo se explica por razones “políticas”, en el sentido más perverso del término, como expresión del poder de las eléctricas sobre el Gobierno. Lejos queda esa “POLÍTICA”, con mayúsculas, entendida como el arte de hacer posible y de hacer realidad lo que es necesario y justo. 

Asumir de forma decidida el reto de transitar a las energías renovables nos permite hacer de la necesidad virtud: usando ese “petróleo del siglo XXI”petróleo del siglo XXI, el viento y el sol que abundan en nuestro país, especialmente en mi tierra, Aragón; y desarrollando el ingente potencial de trabajo de calidad que ofrecen estas nuevas tecnologías, desde una matriz energética descentralizada y democratizable bien distinta a la vigente. 

Pero más allá de la necesaria transición energética, la crisis climática nos empuja a cambios profundos del modelo económico, desde la lógica y la visión de la economía circular. La manifiesta insensatez del modelo económico vigente, obcecado en la codicia frente a los límites del planeta, se manifiesta en la barbarie de la minería a cielo abierto, que destruye territorios y paisajes para sacar un gramo de metal por tonelada removida. Se manifiesta también en la insensatez que supone exprimir los hidrocarburos de pizarras profundas mediante tecnologías de fracking que juegan con la salud de nuestros hijos, por contaminación tóxica de los acuíferos. El cambio climático, que nos fuerza a recuperar la lógica del ciclo solar para producir la energía que necesitamos, nos debe inducir también a recuperar la sensatez circular de la vida en el reciclado y reutilización de recursos no renovables; así como en la regeneración de recursos renovables como el agua, para lograr la sostenibilidad de los ecosistemas que renuevan esos recursos cada día. 

La preocupante sequía que nos afecta podría dar razón a ese refrán de “no hay mal que por bien no venga”, si sirviera cuanto menos para despertar nuestras conciencias. En el plazo de 40 años desde que proyectamos nuestros planes hidrológicos, la expectativa de caudales fluviales medios en las cuencas ibéricas se reducirán en un 20% por el aumento de consumo de las masas vegetales, silvestres y agrarias, y por aumento de las temperaturas; al tiempo que los ciclos de sequía y bruscas tormentas serán cada vez más intensos y frecuentes.

Por ello, además de afrontar el reto de la transición energética en el marco de las estrategias de mitigación, para reducir la envergadura del cambio climático por venir necesitamos desarrollar estrategias de adaptación que minimicen nuestra vulnerabilidad frente a los impactos inevitables del cambio climático que ya hemos provocado con las emisiones realizadas. 

Entre los retos de adaptación destaca en gestión de aguas, el de acabar con la sobreexplotación de nuestros acuíferos y con el millón largo de pozos ilegales existente, a fin de recuperar nuestra principal infraestructura natural de reserva, nuestros pulmones hídricos, para gestionar las sequías por venir. Revitalizar nuestro medio rural debe ser otro frente clave de las estrategias de adaptación, revirtiendo la despoblación en curso, promoviendo prácticas agroganaderas que recuperen el tesoro que representa la fertilidad productiva de nuestros suelos, y desarrollando adecuadas políticas forestales frente a los crecientes riesgos de incendio. Estos son algunos de los retos a afrontar frente al fenómeno de la desertización que avanza en nuestro país por efecto del Cambio Climático. “Nunca es tarde si la dicha es buena”, dice el refrán: ¡REACCIONEMOS!

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