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Las elecciones francesas (II): Fillon, un sepulturero para la derecha

El candidato del centroderecha a las elecciones francesa, François Hollande.

Jorge Verstrynge

El número del 1 de febrero de 2017 de la revista Valeurs Actuelles, de derechas, traía en portada un retrato de François Hollande, vestido de negro y fusil en mano. Titular: “El liquidador” o, si se prefiere, mejor traducción sería el sepulturero de Francia. Lo mismo sería aplicable a François Fillon sobre la derecha: él se ha transformado en el sepulturero de la derecha francesa. Motivo: su impresentable apego al dinero… de los demás. Es decir, por cómo ha remunerado a su familia, a costa del Estado y para empleos ficticios.

Pobres derechas e izquierdas “de gobierno”. Porque alguno ha hablado, en vistas a la historia de la socialdemocracia que desde siempre la izquierda socialista ha respirado traición: como cuando Jean Jaurès “edulcoró” el programa de Jules Guesde, Léon Blum el de Marceau Pivert y Jean Zyromski y François Mitterrand el de J. P. Chevènement, François Hollande el de Arnaud Montebourg y M. Aubry.

Pero esto no es una especificidad francesa. ¿Acaso no traicionó Hollande, pero antes Tony Blair y antes Gerhard Schröder y antes Felipe González y antes Bettino Craxi y también Mario Soares y François Mitterrand, como hemos visto? ¡Pues otro tanto ha pasado con la derecha francesa (cuestión, Francia, que ahora nos ocupa a pocos días de las elecciones)!

¿Era realmente de derechas el bonapartista De Gaulle, pero antes el radical socialista Clemenceau, el, hasta entonces, republicano “de izquierdas” Philippe Pétain (¡voilà!), los orleanistas Pompidou, Giscard d’Estaing y Balladour, el neogaullista Chirac? Hay muchas dudas al respecto y parece que la derecha francesa tiene la misma vocación de cornuda que la izquierda. Hasta François Fillon, que paradójicamente va a ser su sepulturero.

Varios analistas de la revista Marianne (En “Les enjeux des sept familles”, de 20-10-16) distinguen en la derecha francesa entre:

Los Neoboulangistas, herederos de los planteamientos “sociales” y “nacionales” del general Boulanger, amén de cierto autoritarismo, de la aversión por las élites y el rechazo de todas las formas de internacionalismo… Aquí podríamos incluir a gentes del Frente Nacional de Marine Le Pen, así como el economista soberanista de izquierdas Jacques Sapir.

Los Sarkolatras, cuya línea política reside en que no tienen línea política, excepto el apoyar al expresidente.

Los Girondinos, cuyo líder es Alain Juppé, alcalde de Burdeos, derecha descentralizadora, de aspiración “pseudo-progre”, y jugando a “la provincia contra la capital”.

Los Maurrasianos, herederos del fundador del partido monárquico Acción Francesa, Charles Maurras, y hoy identificable en los escritos de Eric Zemmour y Patrick Buisson (ambos polemistas), de alguna manera “nacionalistas étnicos” con un “posicionamiento que trasciende al sistema político tradicional, con una oposición al mundialismo en el nombre del enraizamiento local cristiano quizá, que rechaza el cosmopolitismo, el aborto, el matrimonio homosexual…”.

Los Neogaullistas con representantes como Henri Guaino (exredactor de discursos de N. Sarkozy) y Nicolas Dupont-Aignan (líder del partido Debout La France); y que “antes que nada han conservado una cierta idea de la independencia” de Francia.

Los Thatcherianos más ultra-liberales en lo económico, tradicionales en lo social, lo político y en las costumbres en general.

Pero, en el fondo, aquí es preferente dividir la derecha entre “Bonapartismo-Gaullistas”, “Orleanistas”, y “Tradicionalistas”. Siendo los primeros soberanistas, sociales y presidencialistas; los segundos, partidarios de una derecha liberal en todos los sentidos y de mayor parlamentarismo y los terceros, que se identifican con los “Maurrasianos” antes citados.

Figuras representativas del primer grupo: desde Marine Le Pen hasta Sarkozy (este último al menos durante las campañas…), pasando por Dupont-Aignan; del segundo grupo, desde Edouard Balladur hasta el “girondino” Alain Juppé; el tercero es, en principio, electoralmente poco relevante, por falta de candidatos serios… Solo que, ¡oh sorpresa!, el candidato elegido en primarias de la derecha, el señor Fillon, es un “thatcheriano”. ¡Por vez primera la derecha francesa iba a tener un candidato de veras de derechas! Es decir, liberal en lo económico, pero tradicionalista en todo lo demás. Porque todo hay que decirlo los “gaullo-bonapartistas” tienen un “tufo” de populismo, plebe, etcétera; y los “orleanistas” un “tufo” de liberales mundializadores (es decir, poco sensibles a “la France, la France seule” de un Maurras).

Fillon-exit tras el escándalo Penelope Gate: o porque desista (improbable, porque no tendría otra ocasión) o porque reciba un guantazo electoral que le impedirá estar en la segunda vuelta de las presidenciales. Opciones que barajan los electores para sustituir a Fillon: E. Macron, tránsfuga del Partido Socialista y perfecto producto del sistema (como lo es en España el señor Rivera, de Ciudadanos; y Henri de Castries, aristócrata, expresidente de los seguros AXA, Enarca, del Instituto Montaigne, católico practicante, contrario al matrimonio entre homosexuales y gran adalid de las privatizaciones, de la mundialización, cuando en la década de los ochenta pasó por la dirección del Tesoro en el Ministerio de Hacienda). Marine Le Pen, feliz. Estas elecciones van a merecer la pena.

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Este artículo fue publicado en disparamag.com.

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