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El Jaguar y el tuc-tuc

Preciados y Port de L'Angel, las calles comerciales más caras de España

Andrés Ortega

Las calles de algunos barrios de nuestras ciudades se vuelven a llenar de coches de alta gama, de compra reciente. Entre ellos, en los atascos, se cuelan chicos y chicas en bicicleta, mensajeros, con a sus lomos, grandes mochilas con las que transportar rápidamente al domicilio de los clientes lo que estos han encargado por Internet. Son, si acaso, autónomos mal pagados que a menudo ponen sus propias bicis (el que puede eléctrica). En algunos entornos más turísticos, se ven los tuc-tuc no ya con motores sino a pedales, tirados por un ciclista con fuerza en sus piernas, para llevar a personas que se sientan cómodamente detrás. Eran imágenes que antes se veían en Bangkok, Vientián y en otros lugares del otrora llamado Tercer Mundo. Es, hoy la imagen de contraste de nuestra recuperación económica y no sólo en España.

Estamos en un desacoplamiento entre la economía y la sociedad. La recuperación económica es un hecho en toda España y notable (incluso a pesar de la incertidumbre sobre Cataluña). Pero no permea en la sociedad, en toda la sociedad, sino sólo en una parte. La mitad –por redondear y no entrar en estadísticas- va bien, y se vuelve a comprar coches (con la moda del SUV, el vehículo utilitario deportivo en sus siglas en inglés, importada de EE UU). Y la otra mitad va mal, aunque se esté recuperando el empleo. Aunque España sigue teniendo una de las mayores tasas de desempleo de la UE (aún, según la última EPA, por encima del 16%, más del doble entre los menores de 25 años), este cambio lo está viviendo, antes o después, toda Europa, EE UU y más allá. Para esa mitad de la sociedad, cuando lo encuentra es a menudo un empleo –o trabajos- precario, mal pagado, temporal o a tiempo parcial, cuando no como autónomo o en negro. Esta es una característica que ha cambiado de forma estructural con la crisis y con las legislaciones, y que pervivirá.

Sí, la construcción se reactiva, pero ¿quién compra o alquila esos pisos cuando la mera emancipación resulta tan difícil para muchos jóvenes? Y sí, es verdad que la digitalización ha propiciado la necesidad de transportes inmediatos –porque todo es ya inmediatez- de los productos físicos comprados a través de la Red, especialmente si se trata de frescos y perecederos. La digitalización, y el entorno laboral, impulsan la bicicletalización.

Ese desacoplamiento entre economía y sociedad, lleva a la frustración de amplios sectores de la sociedad, especialmente entre los jóvenes, y a los que han perdido o pierden su empleo en la madurez, provocando fenómenos populistas y proteccionistas peligrosos. Hay que decir que el proteccionismo no es sólo característico de un caso como Donald Trump. También, desde Francia Emmanuel Macron plante un proteccionismo necesariamente europeo.

No es sólo cuestión de crecimiento económico, pues las economías de la UE están creciendo, sino también de redistribución no sólo de ingresos pues, sobre todo, cuentan las posibilidades vitales. Pues al final –y el reto tecnológico lo plantea también- de lo que se trata de poder vivir una vida con sentido.

Algo pasa con la cohesión social. Se ha roto un contrato social que sostenía nuestras sociedades europeas, en base a que el PIB, el empleo (pleno, como objetivo del que ya nadie habla), los salarios y las prestaciones sociales subían todas a un mismo ritmo. En muchas de nuestras sociedades, el PIB sube, incluso el PIB por trabajador, pero no el salario medio. Hay una sensación de pérdida de poder y perspectivas vitales por parte de muchos miembros de las comunidades.

No es que no quiera escribir hoy sobre Cataluña. Todo esto tiene mucho que ver con lo que ha ocurrido y está ocurriendo en Cataluña.

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