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Reforma fiscal o populismo fiscal

Antonio Sanabria / J. Rodríguez

Esta tercera y última parte de los artículos dedicados al programa económico de Ciudadanos podríamos haberla titulado, ¿por qué Luis Garicano dice Dinamarca cuando quiere decir Florida?

Veamos. La tercera propuesta estrella del programa económico de Ciudadanos, una reforma fiscal con bajada de impuestos, es un clásico de los partidos liberales. El populismo fiscal. Hasta tal punto es así que la propuesta de Ciudadanos resultó involuntariamente un calco en buena medida de la elaborada antes por la ultraconservadora Fundación FAES.  

Dicha propuesta plantea una rebaja del tipo general del IVA hasta el 18 %, una reducción de los tramos en el IRPF (lo que supone una disminución de la progresividad del impuesto sobre la renta) y de los tipos impositivos de este, especialmente en el caso del tipo máximo del IRPF. Dejaremos aquí al margen la subida inequitativa del IVA superreducido a los productos básicos, que parece más bien un señuelo para que no se analice el cuerpo de la reforma fiscal propuesto. 

Obviamente toda bajada de impuestos como la mencionada supone una caída de ingresos, lo que salvo que se incurra en déficits estructurales, implicaría una reducción del gasto público. Aquí entra el consabido mantra de las duplicidades y el gasto público improductivo (“simplificación de la administración”, lo llaman en Ciudadanos) algo que, sin duda, todo el mundo estaría encantado de eliminar, pero una bajada impositiva de esta cuantía supondrá, como bien han demostrado los recortes de sanidad y educación durante los últimos años, una fuerte contracción de las principales partidas del gasto público con un evidente impacto social. De nuevo, el centrismo.  

Todo esto a no ser, claro, que seamos creyentes en la falacia de la curva de Laffer, y de que las bajadas de impuesto se autofinancian “ceteris paribus” con una mejora de la oferta de empleo y de la demanda de inversión por la menor presión fiscal. Un hecho que no ha logrado cumplirse fuera de la servilleta de papel en la que el señor Laffer escribió su ocurrencia. Esto es algo en lo que estamos seguros ni quiera Garicano se cree.

Encontramos otra gran contradicción entre el programa de Ciudadanos y Garicano, y sus grandilocuentes declaraciones públicas en artículos, entrevistas y libros al respecto de que su modelo para España es Dinamarca. Garicano y Ciudadanos promueven una reducción de la presión fiscal media y del tamaño del Estado en España. Pero es necesario recordar que en 2014, según datos del FMI, los ingresos públicos sobre el PIB del Estado español fueron del 37 %, mientras que en Dinamarca rebasaron el 55 % del PIB. Si Ciudadanos y Garicano proponen una reducción del tamaño del sector público esto es totalmente incoherente con aspirar a ser Dinamarca del sur de Europa. (Ver gráfico 1).

Antes de su nueva pasión por el supuesto cambio político (alternancia sería un término más exacto), Garicano publicó un significativo post en el que consideraba que el modelo de España debería ser Florida, para lo que proponía reducciones de impuestos directos, especialmente para la tercera edad, e incentivos a la compra de viviendas, con la falta que hace. Esto seguramente es más coherente con la visión liberal del programa de Ciudadanos, como lo eran las propuestas de FEDEA, que tomaban como modelos de progreso y bienestar las políticas liberales en materia laboral y fiscal del régimen autoritario de Singapur. En este punto habría que recordar que si en la actualidad España hubiese sido la Florida de Europa, seguramente estaríamos en una tesitura similar a la de Grecia. Florida en 2007 tuvo una explosión inmobiliaria en magnitud muy superior al de España, y fue uno de los centros de expansión de la crisis de las hipotecas subprime. Todo ello llevo a la quiebra al estado de Florida y a las entidades financieras allí radicadas. Al contrario que EEUU, la eurozona es una unión monetaria sin unión fiscal, por lo que probablemente al igual que en Grecia, si España fuera la Florida de Europa, el BCE estaría amenazando con quebrar una vez más el sistema financiero, a cambio de un préstamo con condiciones leoninas de ajuste estructural.

Obviamente, los modelos en los que realmente se inspiran Garicano y Ciudadanos para España (Florida, Singapur…) tienen escaso gancho electoral, por razones bien fundadas. De hecho encontramos en Garicano esta voluntad de confundir al lector entre políticas económicas y países, que por buenas razones tienen prestigio, respecto a la igualdad y el funcionamiento democrático en el imaginario colectivo, y medidas que en nada conducen con tales modelos. Un ejemplo de esto lo encontramos en este artículo reciente en el que proponía sus medidas para salir de la crisis: “La visión propuesta sigue los mismos cauces de humanismo y mercado que caracterizaron el milagro económico alemán tras la Segunda Guerra Mundial. Esta visión se basa en tres pilares. En primer lugar, reducir el tamaño del Estado sustancialmente”. Afirmación chocante, ya que tras la Segunda Guerra Mundial el tamaño del Estado alemán (medido como los ingresos y los gastos públicos sobre el PIB) creció desde un 30 % en 1950 hasta más de una 45 % a mediados de los setenta. Más espectacular, si cabe, es el crecimiento del tamaño del sector público en los países nórdicos, como la propia Dinamarca (ver gráfico 2).

Tras el análisis en estos tres artículos del programa económico de Ciudadanos, nos cabe concluir que, con ser gravemente dañinas para el conjunto de la población las propuestas neoliberales de Garicano para Ciudadanos, lo que llama la atención es la ausencia de un diagnóstico integral de los principales problemas que tiene actualmente la economía española. Se pueden citar tres problemas íntimamente relacionados: el sobreendeudamento primero privado y ahora público; una debilidad estructural en su aparato productivo; y consecuentemente, la inserción asimétrica de España al igual que otras economías periféricas, en la eurozona. 

En un libro publicado recientemente, Michel Aglietta y Thomas Brand analizan cómo la inserción de las economías europeas en la eurozona, el propio mecanismo de diseño, en vez de promover una convergencia real en productividad y bienestar entre las economías ha provocado divergencias productivas y de competitividad exterior entre las economías centrales (Alemania) y periféricas (España, Portugal, Grecia...). Lejos de un círculo virtuoso, la se ha reforzado un círculo vicioso, en el que las propias instituciones que gobiernan este modelo únicamente ofrecen como alternativa a los países del Sur, una permanente devaluación salarial y la precarización de las condiciones laborales.

Sobre esto, Garicano no ofrece diagnóstico alguno, porque para él, como menciona en su libro El Dilema de España (Península, 2014), los problemas del país se limitan a la burbuja inmobiliaria en la década anterior y al capitalismo de amiguetes, que han dañado el capital humano y las instituciones. Una burbuja inmobiliaria que explicaría todo, pero no se sabe muy bien cómo y por qué surgen. Las interrelaciones, mencionadas por multitud de economistas, entre desindustrialización, inserción en la eurozona, sobreendeudamiento, desigualdad, dificultades crónicas en materia de competitividad externa o la generación de burbujas de activos, no se tienen en cuenta. 

Entendemos que sin un análisis correcto de estos problemas, que no ofrece Garicano ni Ciudadanos, difícilmente se ofrecerán soluciones que beneficien a los intereses de la mayoría social. Podríamos resumir el programa de económico de Ciudadanos en: “haremos más de lo mismo, pero mejor, porque ahora lo haremos nosotros”.

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