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Reválidas reinútiles

El ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, sucesor de José Ignacio Wert

Raquel Ejerique

El Gobierno sigue enfrascado en la huida hacia adelante y aprobó en julio el decreto para implantar las reválidas que nadie quiere, que no va a poder armar porque está en funciones y que se celebrarán supuestamente el próximo mes de junio. Mientras, la vida real sigue en las aulas a pesar del ministerio y sus incertidumbres. Las reválidas son un invento reinútil, contestado y protestado, e incide aún más en esa educación vieja, mediocre, plana, de acumular exámenes y títulos que luego el PP –y su pacto con Ciudadanos– critica en público para ponerse a defender una educación de calidad y de “excelencia”.

Excelencia sería la educación personalizada que premia la creatividad y la participación. Esa cacareada calidad sería educar en valores y pensamiento crítico. En lugar de revalidar a los alumnos, revalorizar el sistema educativo y a sus profesores. Las reválidas solo significan poner más estrés, más memoria y más aros por los que hacer pasar. Eso lo saben ya hasta los religiosos jesuitas, que se han convertido en la vanguardia educativa de este país quitando pruebas, deberes y horarios. El PP va por detrás de la institución más vieja del mundo.

Cuando los países más punteros en educación vilipendian los exámenes, la cuadrícula y las asignaturas cerradas, el gobierno del PP –y Wert de cuerpo ausente– está mandando en contradirección a ocho millones de alumnos. Hay semáforos en rojo, señales de prohibido, luces deslumbrando de cara, pero la estrategia comunicativa del Gobierno insiste y consiste en cerrar los ojos y apretar los dientes.

Las reválidas de Wert no son más que un revival de las que se celebraban en la autárquica España de Franco. Inercia 10, imaginación 0. Tras el altisonante nombre se esconde un simple examen más -ahora, sí, el último, de verdad, nos juran- después de muchos otros exámenes durante muchos otros cursos. Si ese día sacas un 5, el Estado protector –que tiene el monopolio de dar títulos y certificar lo que uno sabe– te dará un papel que te acredite los años de estudio. Si no lo apruebas, retrocedes en la casilla, te vas a FP si eres de Bachillerato o, cansado te lo dejas y sales del sistema.

Con la incertidumbre de si se podrán llevar a cabo las reválidas, con la Lomce implantada en todos los cursos, el PP vende ahora un mayúsculo “Pacto por la Educación”, un eufemismo, una expresión blanqueada para prometer no manosear el sistema educativo que es, junto a la tele pública, el principal botín ideológico para amoldar el pensamiento dominante. Lo utilizan como joystick unos políticos cortoplacistas que se marchan, pero que nos dejan arrastrando los efectos de sus leyes. 

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