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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

La UE se equivocó con Ucrania

Ashton saluda a Yanukóvich antes de su reunión más reciente en Kiev.

Andrés Ortega

Una parte de los ucranianos quiere girar hacia la Unión Europea. Pero lo que ofrece la UE no es ni el ingreso en su seno, ni tal perspectiva, sino un Acuerdo de Asociación. De hecho, la declaración final de la cumbre de la llamada Asociación Oriental en Vilna del 28 de noviembre solo reconocía “las aspiraciones europeas y la elección europea de algunos socios”. No que la UE abriera sus puertas. Se trataba de un acuerdo esencialmente comercial. Pero que el presidente Viktor Yanukóvich no lo haya finalmente aceptado y se haya vuelto hacia Rusia ha provocado un levantamiento de una parte de los ucranianos que quieren ser europeos a pesar de Europa. La dinámica externa ha provocado una dinámica interna que a su vez puede forzarle la mano a una Europa indecisa en cuyo nombre, por cierto, nadie habló en el funeral global de Mandela, lo que resulta significativo.

El giro del Gobierno ucraniano en un sentido y de los manifestantes en otro ha cogido a la UE por sorpresa frente a una Rusia de Putin que es un país en reconstrucción interna y geopolítica, pero quizás uno de los que defiende con más crudeza sus intereses nacionales (ya se sabe que la UE no tiene intereses, solo “valores”). Putin le ha ofrecido a Yanukóvich el ingreso en la Unión Aduanera Euroasiática que está montando para reconstruir su esfera de influencia al Oeste, y seguramente gas y petróleo y dinero para unas cuentas públicas en bancarrota que la UE no está en condiciones de aportar a un país que no le conviene que se descoyunte. Pues con 44 millones de habitantes y el paso del gas y petróleo de Rusia, es de suma importancia para Europa Occidental

La ucraniana es una sociedad dividida en un país vapuleado y de composición variable a lo largo de su historia. En la actual tiene una parte culturalmente rusa y ortodoxa y otra más cerca a la catolicidad y al idioma de Polonia y al imperio austrohúngaro. La historia pesa en todas estas historias. Una mitad de Ucrania quiere ser europea. Mira a la UE y a sus miembros, como nosotros en su día, con esperanza, como modelo. La UE es como un imán con un inmenso poder de atracción, y no podía imaginarse que fuera ser el objeto de una crisis interna en Ucrania. Pero no puede ni quiere acoger en su seno a Ucrania y otros países de la zona. Lo que busca, o buscaba pues el plan se han venido abajo, es crear unos colchones separados de Rusia. La geografía no perdona.

Por eso suena un poco a hueco que desde Alemania, Merkel proclame que Rusia no tiene ningún derecho de veto. Las visitas de ministros occidentales a Kiev se han sucedido tras la crisis. Están por ver los resultados de la “mediación” en Kiev de la alta representante para la Política Exterior de la UE, Catherine Ashton. En el camino a Vilna, en nombre de los “valores compartidos”, la UE no consiguió siquiera que el régimen de Yanukóvich pusiera en libertad a la exprimera ministra Julia Tymoshenko, no digamos ya que cambiara de verdad su sistema de justicia. De hecho, la negativa del régimen a democratizarse y a desoligarquizarse está en buena parte detrás de esta crisis. Y la calle está dividida pero también anhela mayores cotas de prosperidad.

La UE ha pecado de ingenuidad y ha cometido un error de bulto: el de obligar a Ucrania y a otros países de la zona a elegir entre la propia Unión y Rusia, al considerar –lo cual es técnicamente así- que la Unión Aduanera Euroasiática es incompatible con el Acuerdo de Libre Comercio Profundo y Exhaustivo que iba a ser el coronamiento con Ucrania en Vilna. Ucrania no estaba preparada para tal elección y ahora está estallando. Yanukóvich habla de volver a las negociaciones. Pero ya no para elegir una senda histórica o la otra. Ashton afirma que Ucrania “se merece algo mejor”, pero tampoco habla de abrirle la puerta.

Seguramente le van a hacer un repaso al ministro ruso Seguéi Lavrov cuando los ministros de Exteriores de la UE se reúnan con él en Bruselas el próximo día 16. O en la cumbre UE-Rusia prevista, en principio, para el 27 y 28 de enero. Pero también hablarán de temas para los que Occidente necesita a Rusia, como las negociaciones con Irán tras el histórico acuerdo provisional, o la situación en Siria y las perspectivas de una conferencia Ginebra 2 al respecto.

Lo sorprendente es que la UE no tuviera, ni parece tener, un Plan B para Ucrania. Pero eso sí, en la declaración final de Vilna consideró que “se había hecho un progreso considerable” de “acercamiento a la UE de los socios de Europa del Este”. Si la ha leído, Putin habrá sonreído. Aunque debe saber que Rusia va a tener que elegir entre ser democrática y ser neoimperial. Él, de momento, ya ha elegido.

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