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En los campos pueden calentarse quemando artículos sobre “el drama de los refugiados”

Refugiados hierven agua en un asentamiento de Belgrado

Isaac Rosa

Pensaba escribir un artículo sobre los refugiados que estos días pasan frío en Europa, pero solo me salen frases hechas. “El drama de los refugiados…”, “la vergüenza de Europa…”, “escenas que parecen de hace setenta años…”. Y lo peor de todo: según escribía, me invadía una terrible sensación de déjà vu: estar escribiendo el mismo artículo que ya escribí cuando el niño ahogado, el de cuando los campamentos convertidos en barrizal, el de cuando estaban atrapados en las fronteras cerradas, el de los niños solos y perdidos por Europa…

Así que, incapaz de añadir otro artículo bienintencionado e inofensivo, ahí va mi modesta proposición para aliviar el frío en los irónicamente llamados hotspots (puntos calientes) de Grecia o Serbia: emplear como combustible todos los artículos que en los últimos dos años hemos escrito para denunciar “el drama de los refugiados”. Kilómetros de papel de periódico (los digitales los podemos imprimir también) que garantizarían calefacción para lo que queda de invierno. Todo articulista tiene unos cuantos en el archivo. Son como la canción solidaria que todo cantante mete en su LP.

Que sí, que hay que seguir denunciando, lo sé. Pero el listón de sensibilidad europea está cada vez más alto. Ha tenido que nevar fuerte y morir unos cuantos para que les dediquemos algo de atención, porque los redundantes ahogados del mar ya no la consiguen ni con niños, ni tampoco el abandono durante meses en campos mal acondicionados, ni el maltrato policial, ni por supuesto las periódicas actualizaciones de cifras. ¿Cuántos refugiados hay atrapados en Grecia? Si nos dicen 6.000, 60.000 o 600.000 nos quedamos igual. Muchos, uh. ¿Cuántos en toda Europa?

Con el listón tan alto, la próxima ola de frío ya pasará de largo en los medios, por repetida. Salvo que sufran un terremoto o una epidemia, pueden tirarse otros seis meses a la sombra informativa, hasta que el verano les traiga una ola de calor histórica.

Por suerte, hay cada vez más gente que no espera al próximo artículo sensibilizador. Gente que lleva dos años actuando, y muchos otros que se han ido sumando por el camino. Estos días muchos hemos recibido un mensaje similar: un amigo, una vecina, un familiar, que está recogiendo ropa de abrigo entre sus conocidos, para luego llevarla a un punto de recogida organizado por algún colectivo.

Como esas, hay muchas otras personas que, por su cuenta u organizadamente, se han tomado en serio la pegatina de Refugees Welcome. En el terreno, trabajando en los campos, prestando sanidad, educación, apoyo psicológico, asistencia jurídica o rescatando en el mar. Y en nuestro país, tejiendo una red de apoyo cada vez más amplia y eficaz, para recoger material, sostener los esfuerzos en el terreno, hacérselo fácil a las familias refugiadas que ya están aquí… Y también para algo tanto o más importante que todas esas urgencias: presionar a nuestros gobernantes para que no sigan mirando para otro lado, para que cumplan los compromisos de acogida (el caso de España es de risa), desatasquen el tapón griego, alivien la situación ya creada y anticipen la venidera, ordenen el sistema de acogida y refugio desde el origen, y lo más difícil: ayuden a que los países de procedencia sean habitables, o al menos no sigan contribuyendo a hacerlos inhabitables.

Ya ven, hay mucho que hacer, y no sobran manos. Si se animan, aquí hay una buena guía de la coordinadora catalana con diez maneras de ayudar a las personas refugiadas, y a un par de clics de distancia seguro que encuentran alguna plataforma local con la que colaborar. Gracias.

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