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Estas cosas en el Congreso no pasaban

Fernández Díaz justifica los cacheos a dos cargos de Podemos porque los policías del Congreso "no conocen a la gente"

Isaac Rosa

Entiendo la consternación de todos esos políticos, periodistas y analistas que ayer lamentaban el “show”, el “circo”, el “espectáculo” que se vivió en la primera sesión del Congreso. Estas cosas antes no pasaban, ¿verdad? Hasta ayer mismo el hemiciclo (solo pronunciarlo ya impone respeto) era un espacio para el debate de ideas, no un teatro, ni mucho menos un circo.

Es verdad que todos recordamos diputados que se pusieron una camiseta o sacaron una pancarta, y otros que juraron su cargo con fórmulas tan adornadas como las del miércoles. Y hasta alguna diputada con bebé lactante hubo. Pero eran las excepciones a la regla, apenas alteraban la normalidad de un templo de la Política con mayúsculas, donde sus señorías intercambiaban argumentos y no consignas; donde las bancadas, siempre llenas, respetaban los turnos de palabra en solemne silencio; mientras los oradores se dirigían a los diputados y no a los espectadores, y razonaban con rigor, sin golpes de efecto, ni buscando titulares fáciles para ganar un minuto de telediario.

En aquel parlamento ahora degradado en circo, se debatían los problemas de la ciudadanía, sin necesidad de aspavientos, y contagiaban con su interés a la calle, convirtiendo la sociedad entera en un rico ágora. De hecho, ayer fue el único día en décadas que no pudimos hablar con normalidad de conciliación y cuidados, con lo que nos gusta hablar del tema; y todo por culpa de esa señora con su bebé, que ha interrumpido lo que ya era una saludable rutina.

Sí, estoy de coña. Pero es que si un extranjero o un marciano llegase de pronto y leyese la prensa de ayer, pensaría que el Congreso era un sitio respetable hasta que llegaron los bárbaros. Y qué va. Llevamos muchos años viendo “numeritos”. Lo que pasa es que eran numeritos aburridos, por estar muy vistos, ser de mal gusto o no tener gracia.

De hecho, los tristes payasos de antes, los que convirtieron el poder legislativo en un circo de medio pelo, son los que han dejado la pista preparada para que ahora lleguen los artistas callejeros y se lleven todos los aplausos. Ahí está su verdadero miedo tras la primera sesión: no a que conviertan el Congreso en un espectáculo, sino que lo hagan mejor, y gusten más.

Pues que se vayan preparando, porque los de Podemos vienen entrenados de casa, y traen repertorio de sobra. Si algo han demostrado en estos dos años es que manejan la comunicación como nadie, y que no tienen rival cuando se trata de conseguir atención. En la primera sesión ya salieron a hombros, logrando todas las portadas y aperturas de telediario, y ocupando al día siguiente todas las tertulias, las de la tele y las del bar. “Han confundido el Congreso con un plató de televisión”, se lamentaba ayer el editorial del mismo periódico que había emitido la sesión entera en su web, en formato televisivo.

Doy por hecho que los nuevos no han venido solo a traer espectáculo. En sus filas hay gente muy valiosa y con ganas de trabajar. Tampoco está el país para numeritos. Y si me preguntan, yo no soy muy aficionado al espectáculo político, aunque también pienso que la gente es suficientemente inteligente para diferenciar el debate del postureo. Pero si el primer día, que siempre solía ser un trámite largo y pesado, ya nos ha levantado de los asientos, imaginen lo que puede ser una sesión de control semanal, y no digamos ya un debate del Estado de la Nación.

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