Miguel Ángel Roig-Francolí, el compositor que compara Ibiza con Sodoma y Gomorra: “Hay una alergia a la regulación y el control”
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Con la Medalla de Oro de su ciudad natal al cuello, Miguel Ángel Roig-Francolí se puso delante del atril y empezó a leer el discurso que traía escrito: “Hay una imagen de Eivissa por ahí fuera que es prácticamente sinónimo de Sodoma y Gomorra combinadas, una especie de isla sin ley donde todo es posible (¡en la que espero que no acabemos como aquellas dos ciudades bíblicas!)”. Era 5 de agosto, festividad de la Verge de les Neus, el día grande de las fiestas insulares. Decenas de políticos, a sus espaldas –el alcalde y los concejales del municipio de Vila– y delante de él –el presidente del Consell Insular, los consellers que gobiernan y los que están en la oposición, diputados y senadores que representan a la isla en las Cortes Generales, y los representantes del Estado que trabajan en la isla– escucharon durante unos ocho minutos la radiografía de la isla que hizo este músico recién jubilado en su faceta de profesor universitario.
Roig-Francolí nació en 1953 y, durante su juventud, se marchó de Eivissa para estudiar composición en Madrid y licenciarse como pianista en el Conservatori Superior de Palma. Su carrera le llevaría después a Indiana, Estados Unidos, donde, después de obtener el título de doctor con una tesis sobre dos de los autores más importantes del Renacimiento español (Antonio María de Cabezón y Tomás de Santa María), recorrió varias universidades del Medio Oeste hasta asentarse como profesor de Teoría Musical y Composición en Cincinnati.
Desde allí, no ha dejado de mirar con atención lo que ocurría en su casa porque, de alguna manera, nunca se fue de Eivissa. Sus visitas han sido frecuentes y largas – “un mes o mes y medio cada verano, excepto, por motivos obvios, en 2020”–, complementadas con otras más cortas cuando visitaba Europa “durante la temporada de conciertos”. Por eso, dice, “la morriña” siempre ha estado “suavizada”. No, sin embargo, la preocupación por la deriva social, política, económica o medioambiental, por el porvenir, de una isla que este músico que acumula premios y ha estrenado obra en salas de conciertos tan emblemáticas como el Carnegie Hall tiene que explicar a sus amigos por su reverso menos turístico, que, por increíble que parezca, también existe.
Siendo Europa la cuna de la música clásica, ¿cómo es posible que haya más posibilidades para investigar y componer en Estados Unidos?
Porque los conservatorios están integrados en las universidades americanas son bastante únicos. Tienen unos medios, unos presupuestos y un atractivo internacional que no existen en otros países.
Es curioso que el Renacimiento, que es un período histórico, cultural y musical muy europeo, pueda investigarse con más recursos en otro continente.
La investigación, en general, no tiene nada que ver con la localización. Estados Unidos es muy joven –doscientos cincuenta años, básicamente– pero puedes encontrar de todo en sus universidades. La biblioteca de mi conservatorio posee todas las partituras y los tratados renacentistas que te puedas imaginar: me refiero, por ejemplo, a las fuentes originales de la música renacentista española. Luego, existe un sistema entre bibliotecas universitarias que nos permite encontrar lo que no tengamos en la nuestra. Es más fácil, pero infinitamente más fácil, investigar el Renacimiento, no solo a nivel musical, en Estados Unidos que en España.
Es más fácil, pero infinitamente más fácil, investigar el Renacimiento, no sólo a nivel musical, en Estados Unidos que en España
Cuando llegó a Estados Unidos, ¿era más acusada esa diferencia?
El nivel musical que me encontré, en cuanto a orquestas, y las posibilidades de investigación no me las podía ni haber imaginado en España. Por eso quise hacer un máster, primero, y luego una tesis doctoral, precisamente sobre el Renacimiento español, para no volverme y aprovechar todos aquellos medios. Pero, ojo, no hablo solo de fuentes. Un contrato normal con la Universidad de Cincinnati es 40% de enseñanza, 40% de investigación y creación, y un 20% de servicios universitarios; por ejemplo, participar en comités. Cada año se revisaba qué había hecho en cada campo. En conservatorios españoles ese sistema es completamente inaudito. No se concibe que el 40% de tu contrato sirva para investigar y desarrollar tu faceta artística. Hay que verlo así: un investigador o un compositor realiza su trabajo por pasión, no porque esté obligado a hacerlo, pero necesita recursos (hay que viajar para visitar bibliotecas o asistir a congresos), y es la universidad la que pone los recursos para facilitarlo.
La enseñanza y la investigación no se separan de la creación. Eso es muy renacentista.
Porque se alimentan entre ellas. Cuando dirijo una tesis o imparto un seminario no puedo explicar lo que aprendí en los años ochenta. Tengo que estar al día. ¿Cómo puedo enseñar composición si no compongo?
¡Ya me dirás! En primera línea. Es una cuestión absolutamente trágica que tendrá un impacto global. En Estados Unidos se ha conseguido aglutinar a los mejores investigadores de cada campo. Por esa razón, Harvard tiene 161 premios Nobel. Las universidades americanas son la vanguardia de la investigación. En las Humanidades quizás no se sientan tanto los recortes porque dependemos menos de las ayudas gubernamentales: para componer una sinfonía no necesito que el gobierno de Estados Unidos me pague algo, ya estoy cobrando de la universidad. Pero en el mundo científico es muy diferente porque necesitan materiales y maquinaria muy caros que no pueden sufragarse sin becas y fondos gubernamentales. Ahora cualquier avance se retrasará.
Para componer una sinfonía no necesito que el gobierno de Estados Unidos me pague algo, ya estoy cobrando de la universidad. Pero en el mundo científico es muy diferente porque necesitan materiales y maquinaria muy caros que no pueden sufragarse sin becas y fondos gubernamentales. Ahora cualquier avance se retrasará
¿Qué piensa del presidente de Estados Unidos?
Mi postura sobre Trump está clarísima: es un esperpento y está haciendo mucho daño, en Estados Unidos, desde todas las perspectivas que te puedas imaginar: social, política, judicial, económica, educativa… Pero no es Trump solamente sino todo el sistema que hay a su alrededor. No se sabe quién ha puesto a quién. Hay un montaje a su alrededor que sabe muy bien lo que quiere, autocrática y, francamente, fascista. El mal será muy difícil de revertir y durará generaciones. Es algo que me afecta mucho.
Mi postura sobre Trump está clarísima: es un esperpento y está haciendo mucho daño, en Estados Unidos, desde todas las perspectivas que te puedas imaginar: social, política, judicial, económica, educativa… Hay un montaje a su alrededor que sabe muy bien lo que quiere, autocrática y, francamente, fascista
Escuchando, primero, y, después, leyendo el discurso que pronunció este verano cuando le entregaron la Medalla d’Or de la Ciutat d’Eivissa, la sensación que me queda… va por ahí: los problemas de esta isla, vista por un ibicenco que vive fuera, tampoco tendrán solución a corto plazo.
Me considero un ibicenco muy comprometido e informado de lo que está sucediendo en la isla. He recibido docenas y docenas de comentarios, y el más corriente es: “Has puesto nombre a lo que el 90% de los ibicencos piensa”. ¡La visión de los ibicencos que viven en Eivissa es la misma! Pero, primero, debería haber una voluntad de arreglarlo. Hasta ahora no ha existido. Al contrario, ha habido voluntad de seguir en la misma dirección y continuar la destrucción. Lo que se puede hacer ahora es parar el crecimiento y poner límites. Lo que ya está roto no se puede arreglar. La entrada de serpientes dentro de los troncos de los olivos, que casi han extinguido las lagartijas, es un buen ejemplo de algo que podría haberse controlado, pero no se hizo a tiempo. Sí podemos evitar que se rompa más.
Reclamó una especie de pacto insular “para tratar de salvar lo poco que queda de Eivissa”.
Después del discurso estuve hablando con un político importante de la isla y le decía: “¿Te has dado cuenta de que no he hablado para nada de partidos? De hecho, mi discurso era más social que político. Hablé de las instituciones, porque los problemas abarcan décadas y todos los partidos están incluidos”. “Yo lo he entendido perfectamente”, me dijo el político, “pero me gustaría que los otros lo vieran porque, automáticamente, se han acercado para decirme: ‘Caray, os ha metido mucha caña en el discurso’. Y no, la caña no era para los que están gobernando ahora sino para todos los que han gobernado que no han sido capaces de ponerle freno”.
Mi discurso era más social que político. Hablé de las instituciones, porque los problemas abarcan décadas y todos los partidos están incluidos. [...] La caña no era para los que están gobernando ahora sino para todos los que han gobernado que no han sido capaces de ponerle freno
¿Cuál es el hilo de la esperanza? ¿Qué cosas pueden salvarse de Eivissa?
[Silencio] Me faltan conocimientos legales y políticos para hacer una afirmación… pero lo primero, repito, es parar el crecimiento. Podemos poner parche con el número de vehículos o limitando la llegada de cruceros, pero si no controlamos la entrada de turistas, que es el principal problema, no haremos nada. Esos turistas necesitarán moverse –y no hay una buena red de transporte público– y alojarse: no podemos seguir cimentando la isla. La masificación es una de las tres crisis gravísimas que sufre Eivissa. La del agua es otra: cuando nos pegue de forma realmente fuerte será una crisis existencial. La tercera es la vivienda. ¿Cómo se soluciona? Es una cuestión dificilísima. Lo primero, como está ocurriendo en otras ciudades, sería prohibir los pisos turísticos en la ciudad. ¿Cuál es el problema? Implican regulación y control, y en Eivissa, políticamente, ha habido una especie de alergia a la regulación y el control.
La masificación es una de las tres crisis gravísimas que sufre Eivissa. La del agua es otra: cuando nos pegue de forma realmente fuerte será una crisis existencial. La tercera es la vivienda. ¿Cómo se soluciona? Es una cuestión dificilísima. [...] Implican regulación y control, y en Eivissa, políticamente, ha habido una especie de alergia a la regulación y el control
¿La avaricia ha arraigado en la mentalidad y la idiosincrasia de los ibicencos?
Cien por cien. Los agentes externos se están aprovechando, evidentemente, y buena parte del gran capital está en Eivissa. Pero, desde los años sesenta y setenta los ibicencos, están permitiendo que ocurra todo esto. Y, de hecho, se han lucrado. Pero llega un momento –y creo que los ibicencos lo están viendo– en el que… El tema está muy candente. Hay mucho artículo de opinión al respecto, incluso manifestaciones de políticos que están en el poder, que demuestra que existe una conciencia de lo que está pasando. Falta dar el paso de entrar en acción. La prensa local dijo de mi discurso que había utilizado palabras duras, pero no como una crítica…
Los agentes externos se están aprovechando, evidentemente, y buena parte del gran capital está en Eivissa. Pero, desde los años sesenta y setenta los ibicencos, están permitiendo que ocurra todo esto. Y, de hecho, se han lucrado
… sino como sinónimo de sinceridad.
Duras, y valientes, escribieron. ¡Y yo no estoy de acuerdo! Mis palabras no tuvieron dureza alguna. Solo dije lo que vemos todos, de una forma honesta. ¿Dónde está la dureza de decir que las lagartijas se están extinguiendo? ¿O que en Eivissa no hay vivienda asequible? La dureza no son las palabras. Es la realidad que vivimos. ¿Valentía en mis palabras? Ninguna. ¿Por decir lo que veo? Valentía sería que todos los partidos se sentaran para arreglar, con la acción, todo lo que ocurre.
Tal vez llamaron tanto la atención porque en una sociedad que sigue siendo pequeña no estamos acostumbrados a escuchar un discurso como el suyo, menos en la recogida de un premio institucional.
Sí, absolutamente. Estoy siendo retórico. Sé lo que quieren decir cuando hablan de “valentía” y “palabras duras”. Sé que es diferente, obvio, decirlas en un artículo de opinión que pronunciarlas en un acto institucional, en la cara de los políticos. Pero es lo que hay, es la realidad. Si me dan la palabra, tengo que decir lo que veo y lo que siento, y ellos me tienen que escuchar.
Una de las consecuencias de los males de Eivissa que describió en su discurso es que muchos jóvenes, nacidos y criados en la isla, cuando se marchan para estudiar, o incluso pasan unos años fuera desarrollando su carrera profesional, si quieren volver, no pueden.
Y también están los chicos ibicencos que, al acabar el instituto, se quedan en Eivissa para trabajar y no pueden encontrar una vivienda asequible de ninguna de las maneras. Tengo casos así en mi familia. E, incluso, más grave todavía, es el tema de los trabajadores: este verano entraba en una cafetería y me contaban que estaban trabajando como bestias, sin poder hacer turnos, porque estaban con dos empleados menos porque no encontraban. Profesores, bomberos, policías… Por todas partes, la misma situación, que es crítica.
Más grave todavía es el tema de los trabajadores: este verano entraba en una cafetería y me contaban que estaban trabajando como bestias, sin poder hacer turnos, porque estaban con dos empleados menos porque no encontraban. Profesores, bomberos, policías… Por todas partes, la misma situación, que es crítica
Dos arquitectos como Erwin Broner o Josep Lluís Sert ya alertaban en los años sesenta y setenta de la destrucción de Eivissa por culpa del crecimiento descontrolado. Son los años de su adolescencia y primera juventud. ¿Cómo recuerda aquella época?
Lo que ocurrió en aquellos años es que, de repente, explotó un desarrollo económico y urbanístico sin limitaciones. Luego pusieron algunas regulaciones mínimas, pero el daño ya estaba hecho. En los setenta, cuando estudiaba en Madrid, recuerdo los disgustos que me llevaba cuando volvía a Eivissa en verano y comprobaba como, durante el curso, se habían cargado una de mis calas preferidas. Era bastante traumático ver cómo desaparecían my happy places, como se dice en inglés. Portinatx, es Canar y Cala Tarida fueron de las primeras en caer. Hoteles, urbanizaciones, la playa llena de sombrillas: eso es lo que vieron Broner y Sert. Esas calas se convirtieron en ciudades, básicamente.
Dio un par de pinceladas sobre el tema en su discurso, pero se lo pregunto abiertamente: ¿qué se sabe de Eivissa en Estados Unidos?
Se la conoce cien por cien por ser la party island de Europa. Punto y final. No se sabe nada más. A la música electrónica y los DJs se les ha dado mucho bombo. Ha habido varias series de Netflix, inglesas sobre todo, que pintan los peores aspectos de la fiesta –que no sé si tiene muchos positivos–: droga, borracheras, jóvenes que vienen a la isla y pierden el control. Mis amigos las ven y se preguntan: “Escucha, ¿ese es el sitio donde Miguel tiene la casa a la que va cada año? ¿Qué raro, no?” Tengo que hacer un trabajo didáctico con ellos: “Bueno, Eivissa es un lugar maravilloso, con un paisaje estupendo, natural, unas playas fantásticas, una gente amable y acogedora, una Historia increíble, con una ciudad medieval y unas murallas preciosas…” La respuesta suele ser: “¿¡Sí!? ¡Pero si no se habla nada sobre eso!” No se conoce y, en cambio, del lujo sí llegan noticias. Allí todo el mundo sabe que Jeff Bezos y Leonardo di Caprio han estado por aquí: la imagen que se da es muy problemática.
A la música electrónica y los DJs se les ha dado mucho bombo. Ha habido varias series de Netflix, inglesas sobre todo, que pintan los peores aspectos de la fiesta –que no sé si tiene muchos positivos–: droga, borracheras, jóvenes que vienen a la isla y pierden el control
¿Qué mantiene vivo su orgullo ibicenco?
Todas esas cosas que les cuento a mis amigos. Yo podría haber vendido mi casa y haber dejado de venir a Eivissa. Estoy muy orgulloso de la geografía física de esta isla, de sus paisajes. Tengo la suerte de vivir en un valle del municipio de Santa Eulària y el campo sigue siendo una maravilla. Me muevo por la parte norte que, aunque esté muy masificada, en general, no está tan destrozada como la costa de la mitad sur. Mi apellido, Francolí, es parte de la Historia de la isla desde el siglo XIV. Mi familia tuvo una casa en Dalt Vila –donde mejor está representado nuestro patrimonio cultural–, Can Comasema, que ahora es el Museu Puget.
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