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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

La crisis de Merkel

La canciller alemana, Angela Merkel, en la cumbre extraordinaria del Consejo de la UE sobre Grecia, el pasado junio. Firma: Consejo de la UE.

Pere Rusiñol

Ahora que el último “rescate” a Grecia parece finalmente consumado, es probable que al fin se descorche el champán... En la cancillería alemana, naturalmente.

Es difícil encontrar un abismo tan grande entre la retórica oficial, que habla de “rescate” y “ayuda” a Grecia, y la corriente de fondo real: el gran triunfo político de Angela Merkel a costa de Grecia, de los trabajadores europeos y de los valores tradicionales de la Unión.

Los efectos de la “ayuda” a Grecia son tan terribles hasta ahora que causa estupefacción seguir leyendo como si nada que se trata de una “ayuda” y de un triunfo de la “solidaridad” europea. Los sintetiza Andreu Missé en el editorial del último número de Alternativas Económicas y puestos uno al lado de otro sólo pueden causar escalofríos: en seis años de “ayuda” de la troika, los salarios de Grecia se han reducido el 37%, las pensiones, el 48%; el consumo, el 33%; el Producto Interior Bruto ha caído el 27% -una cifra propia de guerras- y el paro ya se acerca al 30%. Además, todo el mundo sabe que el nuevo “rescate” todavía empeorará más el cuadro si no va acompañado urgentemente de una quita de la impagable deuda.

Sin embargo, no es cierto que tanto sufrimiento haya sido en balde: ha servido para entronizar a Angela Merkel como emperadora de la UE.

La mandataria ordoliberal ha hecho buena la máxima de que la crisis es una oportunidad y ha conseguido con la tormenta en la eurozona desatada en Atenas grandes avances en todos los frentes: político y económico; para su propio liderazgo, para su partido y para el capital alemán.

En todos estos años de sangre, sudor y lágrimas para las clases populares griegas, Merkel ha conseguido hacer pasar por “rescate” lo que ha sido sobre todo una ayuda para que los acreedores –y, muy en particular, los bancos alemanes- recuperen el capital prestado irresponsablemente en los años de la burbuja. En contra del tópico del griego manirroto incapaz de gestionar seriamente semejante caudal de “ayuda”, la realidad es que hasta el 90% de los sucesivos “rescates” se ha ido dirigiendo directamente al pago de los acreedores.

Antes de la crisis, la Unión Europea era un club que todavía guardaba las formas de que las decisiones se tomaban entre todos y, como mucho, en ocasiones se esbozaba un núcleo duro entre las dos grandes potencias clave del proyecto europeo: Francia y Alemania. Ahora ha quedado claro que manda Merkel y la realidad desnuda debe de ser especialmente sonrojante para François Hollande, cuyo papel de comparsa ha asestado un durísimo golpe tanto al proyecto europeo como al imaginario de alternativa progresista: si este es el margen de maniobra que tiene el presidente de una gran potencia europea como Francia, apaga y vámonos.

El gran triunfo de Merkel –y Alexis Tsipras lo sabe mejor que nadie- es que ha colocado en el frontispicio de la UE las siglas fetiche de Margaret Thatcher: TINA, por There Is No Alternative; o en castellano: No hay alternativa. El sueño de Thatcher convertido finalmente en realidad a través de su gran discípula, formada paradójicamente en el último partido stalinista de Europa occidental.

Esta música es de sobras conocida para todos los que están en la pista de baile y desde hace tiempo. Pero esta semana, la conclusión formal del nuevo tramo de “rescate” ha coincidido con la concatenación de noticias que ponen en evidencia la corriente real de fondo –los avances de Merkel- sobre la cháchara de la “ayuda” a Grecia.

El lunes, el Instituto Halle para la Investigación Económica, con sede en Berlín, presentaba un estudio que muestra que la crisis del euro ha supuesto en la práctica un beneficio de al menos 100.000 millones de euros para Alemania porque ha podido financiarse a muy bajo coste: en un entorno tan volátil y precario, la emisión de deuda alemana atrae como un imán a los “mercados” que buscan seguridad y ello le permite que le presten dinero casi gratis.

El día siguiente, el Financial Times dedicaba su gráfico de portada a la correlación entre la cotización del euro y las exportaciones alemanas. Es una correlación muy evidente: a cada caída del valor del euro le corresponde un aumento de las exportaciones alemanas. Evidentemente, el tramo final de la enésima crisis griega ha hundido la cotización del euro hasta situarla a la paridad con el dólar y ha disparado las exportaciones alemanas: en el primer semestre de 2015 han subido nada menos que el 6% en relación con el mismo periodo de 2014. Todo un récord.

Y por si no fuera suficiente, el Financial Times daba cuenta ese mismo día de las miserias del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), socio de gobierno de Merkel pero también, en teoría, su principal alternativa. El histórico partido emblema de la socialdemocracia europea está en sus horas más bajas, con una intención de voto de apenas el 24%, a 20 puntos del partido de la canciller y con el derrotismo más absoluto extendido en sus filas, incluida la dirección.

Con la crisis griega y del euro, Merkel ha humillado a Francia y ha sido entronizada emperadora de la UE, se ha asegurado que los bancos alemanes cobren lo que le debían los griegos, se ha ahorrado 100.000 millones de euros al financiarse en los mercados a muy bajo coste, ha colocado las exportaciones alemanas en cifras récord y ha hundido a sus principales rivales políticos, en Alemania y en Europa, donde ya cuelga el cartel de “No hay alternativa”.

La crisis no remite. Pero está claro que no significa lo mismo para todos.

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