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Las granjas industriales: la tiranía humana sobre otras especies y el medio ambiente

El Gobierno considera saturados de estiércol once municipios aragoneses

Rosario Monter

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Recuerdo con nostalgia aquellos años cuando iba a casa de mi abuelo.

Tenía un vecino que tenía una granja. Un día mi abuelo me llevó a casa del vecino a visitar su granja. Era un prado verde, lleno de flores. Allí se mezclaban toda clase de animales. Vacas, cerditos y pollos que transitaban, pacíficamente libres, en la inmensidad de aquel mundo que habían creado para ellos. En total libertad, picoteando el grano, cabeceando en el barro y pastando. Entre ellos había una sincronía y un respeto deliberadamente naturales. Hasta pude acariciar a un cerdito que desde entonces se quedó en mi corazón. Recuerdo aquel día como el más importante de mi vida. Días más tarde, el vecino de mi abuelo nos invitó a comer. A un acontecimiento que por aquellas tierras era todo un ritual. La matanza.

A tan corta edad y sin saberlo, acudí emocionada de la mano de mi abuelo al acto festivo, donde todos estaban tan contentos, preparando mesa, mantel y recipientes. Me senté en una silla, expectante, y de pronto vi cómo tres hombres arrastraban al cerdito que unos días antes pude tocar. El animal no quería avanzar y hacía lo que podía por volver atrás, a su prado verde, sin conseguirlo. Le engancharon un gancho en la mandíbula y el cerdito gritaba con un sonido desgarrador que paralizó mi mundo. Cada vez, pensé, le debía doler más, porque cada vez sus chillidos eran más fuertes.

Le dieron muerte de una forma atroz, en aquel banco de madera, y colocaron, bajo su cuerpo, varios cubos donde caía a borbotones la sangre roja de aquel pobre animal cuya mirada nunca olvidaré.

Puede parecer esto una barbaridad para aquella niña, o para cualquier persona con un poco de sensibilidad y amor por los animales. Sin embargo, éste tipo de muerte (matanza), es lo mejor que le puede pasar a un cerdo en el momento de su muerte.

Las granjas de pequeños granjeros han dado paso a las granjas industriales donde se crían en todo el mundo unos 70.000 de animales de granja al año. Animales que lejos de vivir en prados verdes, bajo la luz del sol, viven hacinados, estabulados, encerrados de por vida, convertidos en máquinas de reproducción a niveles masivos e intensivos.

Para éstos animales, el día de su muerte es, verdaderamente, el día de la liberación de su sufrimiento. Porque la tiranía del hombre ha impuesto sus condiciones a los animales, a su bienestar y al medio ambiente.

Las famosas “Cinco Libertades”, como marco en el que las Organizaciones Internacionales promueven el bienestar de los animales (estar libre de hambre y sed; libres de incomodidad; libres de dolor, lesiones y enfermedades; libres de expresar un comportamiento normal y libres de miedo y angustia) son conculcadas de forma reiterada, incumpliendo la amplia normativa europea y mundial en la materia. A pesar de que ha quedado demostrado científicamente que los animales son seres sensibles, que experimentan emociones como el dolor, la alegría, el miedo, entre otras, y pese al mandato de que el bienestar animal ha de ser tenido en cuenta a la hora de aprobar cualquier nueva legislación en la UE, lo cierto es, que en las granjas industriales el bienestar de los animales es mínimo, en el mejor de los casos, y prácticamente inexistente en la mayoría de ellos.

Las granjas industriales no respetan las necesidades de los animales ni los consideran seres sintientes, sino productos que arrojarán al mercado otros productos, con el fin de incrementar los miles de millones de sus propietarios, a base de producir más para alimentar a más gente, y a base de prácticas crueles, tales como mutilaciones, confinamiento, hacinamiento, privación de comportamientos naturales, inmovilización, engorde antinatural, castración sin analgesia ni anestesia, estabulación etc.

No voy a entrar en detallar cada uno de estos aspectos del “no-bienestar de los animales de granja” (pues daría para varios artículos), que en mi humilde opinión son casos claros de maltrato hacia estos animales e incumplimiento reiterado e impune de las normas de bienestar animal.

Pero sí quiero llamar la atención sobre graves problemas y efectos derivados de las granjas industriales, respecto al medio ambiente y la salud humana. Los datos han sido obtenidos de diferentes informes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), del Departamento de Medio Ambiente, Alimentación y Asuntos Rurales de Reino Unido, estudios científicos o piezas informativas de medios como BBC.

1º) La polución que provoca la producción industrial de animales de granja:

  • Los fertilizantes utilizados para abonar los campos de cultivo tienen niveles altos de nitrógeno.
  • Los cultivos absorben sólo entre el 30-60% del nitrógeno de los fertilizantes sintéticos.
  • Los cerdos asimilan el 30% y las aves el 45% del nitrógeno de la comida. La mayoría lo excretan en el estiércol.
  • Por tanto, entre el 40-70% va al agua o a la atmósfera.
  • El pienso concentrado que se da a los animales de las granjas industriales tiene niveles altos de nitrógeno.
  • Las aguas subterráneas se contaminan con nitratos y con arsénico.
  • La polución agrícola ha favorecido las floraciones de algas nocivas que reducen los niveles de oxígeno, matando a peces, crustáceos y gusanos.
  • Emisiones de amoniaco.

2º) La salud:

  • Abuso de antibióticos en las granjas industriales: la mitad de los antibióticos del mundo la toman los animales de granja. Se trata de mantener vivos a los animales hasta que es más rentable matarlos o mientras se extrae de ellos tanta leche o huevos como para justificar su existencia.
  • Bacterias resistentes a los antibióticos. La Agencia Europea del Medicamento describe las granjas industriales como lugares con “condiciones favorables para la selección, propagación y persistencia de bacterias resistentes a los antimicrobianos”.
  • Los patógenos pueden transmitirse por la carne, y a las personas que trabajan con animales, por el estiércol e incluso por partículas volátiles.
  • La cepa denominada SARM es una más de las amenazas a la salud humana creada por el uso de antibióticos en las granjas industriales.
  • Brotes letales de gripe porcina y aviar. Salmonella en aves ponedoras enjauladas y en grandes explotaciones.

3º) Recursos limitados: La producción y el transporte de cereales y soja para alimentar a los animales de granja consume rápidamente recursos naturales valiosos como la tierra y el agua:

  • Cada año se destruye un área de bosques del tamaño de la mitad del Reino Unido, principalmente para cultivar comida para los animales y construir granjas industriales.
  • Naciones Unidas prevé que debido al aumento de la demanda de carne se duplicará la población de ganado a escala global. Si estos animales son mantenidos en granjas industriales se necesitará más tierra para cultivar su alimento.
  • Las granjas industriales están vaciando los lagos y los ríos para regar los cultivos que alimentan a los animales. Un kilo de carne alimentada con grano requiere 15.500 litros de agua al año.
  • Un tercio de toda la comida producida se echa a la basura o se deja pudrir, según Naciones Unidas.

Ante este panorama tan desolador como real, y sin detallar el maltrato continuo que sufren los animales de granja, hemos de concienciarnos y buscar soluciones efectivas tanto para proteger a los animales como seres sintientes como para proteger nuestra salud y los recursos naturales y el medio ambiente.

La tiranía del hombre hacia otras especies, la devastación de la naturaleza, la contaminación del medio ambiente, el modo en que utilizamos los recursos naturales y el trato que damos a los animales, deben hacernos reflexionar y que los gobiernos tomen las medidas legislativas necesarias para, cuanto menos, conservar de modo óptimo los recursos que la Tierra nos ofrece a todos. Y respetar a todos los animales, humanos o no, de igual manera, pues es la capacidad de sufrir la que los iguala a nosotros.

Hace escasos días, tras la emisión de un reportaje sobre las condiciones en que viven los cerdos en una granja en España, se ha desatado una gran polémica al respecto. De un lado, los que defienden el multimillonario negocio de los productos cárnicos a costa del sufrimiento de los animales, y de otro, los que defienden sus derechos y el derecho a una vida digna.

No deberíamos sorprendernos, sino denunciar las lamentables condiciones de vida y el maltrato continuo que sufren muchos de estos animales destinados al consumo humano.

En cualquier caso, felicitamos al medio de comunicación por sacar a la luz lo que, por desgracia, es más que frecuente.

Los actos de maltrato continuado a los animales de granja o producción para consumo humano deben ser castigados con total contundencia, pues “la verdadera prueba moral de la humanidad es su actitud hacia aquéllos que están a su merced: los animales”. (cita de Milan Kundera).

 

 

 

 

 

 

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