Cádiz lanza un SOS ante la “catástrofe medioambiental” del alga asiática: 1,2 millones de kilos retirados en La Caleta

Pedro Espinosa / Cádiz

14 de julio de 2025 20:23 h

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Una plaga silenciosa ha convertido a La Caleta en casi una trinchera. La más popular y fotografiada playa de Cádiz amanece muchas mañanas cubierta de un manto marrón y maloliente, como si de los restos de una batalla se tratase. En verdad es casi una guerra que el Ayuntamiento reconoce estar perdiendo. El enemigo tiene un nombre difícil de pronunciar, el alga Rugulopteryx okamurae, y viene del otro extremo del planeta. Este verano, los operarios municipales han retirado más de 1,2 millones de kilos solo en ese punto del litoral, y ha lanzado un SOS a otras administraciones. “Estamos completamente sobrepasados”, reconoce el concejal de Playas, José Carlos Teruel. “Es una catástrofe medioambiental”.

La cifra de recogida asombra incluso a quienes lidian con ella a diario: 1.287.000 kilos entre el 1 de mayo y el 13 de julio. El récord, 78.000 kilos en un solo día, se ha alcanzado dos veces en este período. Una vez fue el 27 de junio, y otra este domingo 13 de julio, coincidiendo con el viento poniente. “Cada vez que salta el poniente sabemos que viene otra oleada de algas”, dice Teruel. Otros días se recogieron 65.000; otros 52.000, el que menos 26.000. Los camiones de la empresa municipal Cádiz 2000 tienen capacidad para mover en cada viaje 13.000 kilos, así que hay veces que han tenido que hacer seis viajes en un solo día. “Ningún ayuntamiento tiene capacidad para gestionar esto sin ayuda”.

La Rugulopteryx okamurae es originaria del sudeste asiático. Su primera presencia documentada en el Estrecho se remonta a 2015, en aguas de Ceuta, y desde entonces ha protagonizado una expansión que los científicos califican de inédita. El catedrático de Biología de la Universidad de Cádiz Juan José Vergara apunta al transporte marítimo como origen: “Todo indica que llegó con las aguas de lastre de grandes buques procedentes de Asia que atracan en puertos como Algeciras. Y no una vez: ha sido una invasión silenciosa y constante”.

Su impacto ha sido fulminante. En apenas una década, esta especie ha colonizado el Estrecho, se ha extendido por el Atlántico andaluz, el Mediterráneo, Canarias, Azores y el Cantábrico. Lo que se ve en la playa es apenas un reflejo de la enorme biomasa que crece bajo el mar, explica Vergara. “Esta alga no solo flota libre, sino que se fija a las rocas, especialmente en entornos como La Caleta. Allí no ha llegado flotando: ha echado raíces, ha desplazado a las algas autóctonas y ha transformado por completo el ecosistema”.

La configuración natural de La Caleta la convierte en lugar perfecto para la implantación de esta especie invasora. Protegida por los castillos de Santa Catalina y San Sebastián, con fondos rocosos y escasa renovación de aguas, actúa como una piscina natural donde el alga crece sin control. “Se ha hecho caletera”, resume Vergara con ironía amarga, “pero a costa de echar a todos los que estaban allí a patadas”. La frase no es solo una metáfora: la sustitución de las especies locales pone en riesgo la biodiversidad y encadena efectos en la pesca, el turismo y el equilibrio ecológico.

A diferencia de otras algas invasoras, esta no tiene predadores conocidos en nuestras aguas. Su reproducción asexual, su resistencia y su capacidad de liberar compuestos tóxicos la hacen casi imbatible. “No tenemos forma de eliminarla”, dice tajante el catedrático. “Y lo peor es que todo apunta a que va a seguir creciendo”. Aunque en otras invasiones biológicas se ha observado un ciclo natural de decaimiento tras varios años, de momento no hay señales de que la Rugulopteryx haya alcanzado su pico.

La Junta de Andalucía ha incluido el estudio de soluciones a la presencia del alga invasora, que afecta a multitud de playas e impacta brutalmente con la flota artesanal pesquera, en su estrategia de economía sostenible. Vergara aplaude esta decisión, pero cree que el Ministerio de Transición Ecológica y el Gobierno andaluz deben ir de la mano para cerrar un buen plan de gestión de esta biomasa. Un documento que debería contar con ayudas directas a los más afectados, por ejemplo los armadores, y también estudios sobre qué hacer con tantos residuos que ahora se están arrojando en vertederos.

En Cádiz, una empresa, Futuralga, que usa restos de algas para fabricar envases biodegradables, no puede aprovechar esos miles de kilos acumulados en Cádiz porque no existe un permiso específico para poder recurrir a una especie considerada invasora. Otras empresas y la propia Universidad de Cádiz valoran su uso como fertilizante o, incluso, combustible.

Sin solución realista “a corto plazo”

Pero esto, tal y como advierte Vergara, no se puede hacer así como así. El tratamiento adecuado pasa por secar la biomasa en tierra y evitar su reintroducción en el medio marino, pero la acumulación sin tratamiento puede liberar gases y emisiones, comparables a la quema de bosques en términos de COâ‚‚, según estudios en curso en la UCA. El futuro del litoral andaluz pasa, según este catedrático, por aprender a convivir con esta presencia incómoda.

“Al principio pensé que podríamos limpiarlo, como se hizo con el Prestige, pero esto no se va. Tú limpias hoy, y mañana vuelve a estar igual”, resume Vergara. Su visión es escéptica: “Ojalá encontráramos un uso industrial que absorbiera toda la biomasa, pero la magnitud es tal que no veo una solución realista a corto plazo”.

Como en el mito de Sísifo, condenado a subir una roca a un peñasco del que volvía a caer una y otra vez, los trabajadores municipales encargados de retirar algas cada día saben que su trabajo quedará sin efecto al día siguiente. Muchas mañanas las playas amanecen limpias porque la marea ha permitido que los camiones actúen de noche. Pero otros días, cuando los operarios no pueden trabajar de madrugada por la pleamar, los usuarios, los habituales y los turistas, se encuentran el manto marrón en una incómoda imagen para esta playa tan de Instagram.

El Ayuntamiento tiene ese informe que cifra en 1.287.000 los kilos recogidos y aguarda otro que cifrará en euros el coste de esta recogida: alquiler de camiones, horas extras, personal, los viajes y descargas en el vertedero... Por eso Cádiz ha enviado ya sendas cartas al Gobierno central y la Junta. Necesitan ayuda. No pueden solos con esta visitante incómoda e inesperada que les hace trabajar de manera infinita.

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